Cataluña se acerca a su hora decisiva con el cierre este viernes de la campaña de las elecciones regionales del domingo, en las que los independentistas esperan conseguir una amplia victoria para poner la primera piedra para separarse de España.
Sobre el papel, son solo unas elecciones regionales para renovar el parlamento de esta región industrial del noreste de España, de 7,5 millones de habitantes, entre los Pirineos y el Mediterráneo.
Pero en las dos semanas de campaña, los líderes nacionales desembarcaron en Cataluña, empezando por el jefe de gobierno conservador Mariano Rajoy, que también consiguió arrancar los apoyos de dirigentes internacionales como Barack Obama, Angela Merkel o David Cameron.
El presidente regional, el independentista Artur Mas, pretende convertir los comicios en un plebiscito a favor o en contra de constituir una nueva República Catalana en 2017, elevando el tenso pulso mantenido con Madrid desde hace tres años.
Tras un siglo de desencuentros y tensiones más o menos intensos con Madrid por la lengua --reprimida durante la dictadura de Francisco Franco (1939-1975)-- y la fiscalidad, la paciencia de muchos catalanes se colmó durante la crisis económica.
Furiosos por la invalidación parcial en 2010 del Tribunal Constitucional de un estatuto regional que aumentaba su autogobierno, los nacionalistas pidieron en vano desde 2012 un referéndum de autodeterminación.
Ante el rechazo del gobierno de Rajoy, decidieron organizarlo simbólicamente en noviembre pasado. Sin ningún reconocimiento oficial, lograron sin embargo 1,9 millones de votos a favor de la independencia, de un total de 2,3 millones de participantes.
Ahora buscan una mayoría de escaños en el parlamento regional (68 sobre 135), para lanzar un proceso de secesión, aunque no tengan la mayoría de los sufragios en las urnas.
Los bancos, las patronales y los mercados se inquietan por las consecuencias en la economía española, que tras una dura crisis empieza a avanzar a velocidad de crucero, con un crecimiento previsto del 3,3% en 2015.
Sin Cataluña, el país perdería un 25% de sus exportaciones, un 19% de su PIB, 16% de su población, su principal puerta a Europa y su región más turística.
El domingo hace falta "un voto masivo por el sentido común y la responsabilidad", reclamó Rajoy, insistiendo en que "Cataluña no será independiente". Sus ministros se encargaron de las advertencias: una secesión implicaría la salida de la Unión Europea, una tasa de desempleo del 37% y una caída de las pensiones del 44%. Si no quieren negociar la secesión, no asumiremos nuestra parte de la deuda española, responden los otros.
"Nos están empujando a un abismo donde no quiero caer", decía en Barcelona Gregorio Parra, un pensionista de 69 años. "Ahora que la crisis ha terminado y estamos bien, me da miedo perder esta estabilidad", se inquietaba Israel Alarcón, un trabajador farmacéutico de 42 años en L'Hospitalet de Llobregat, ciudad dormitorio de Barcelona.
Por contra, los independentistas de la coalición "Junts pel Sí" (Juntos por el Sí), con conservadores, progresistas y asociaciones civiles, apelan a la ilusión de un nuevo Estado "más próspero, más justo y más limpio".
"Estoy muy ilusionada, llevamos mucho tiempo esperando este día", aseguraba Eva Fontova, médica de 60 años, repartiendo propaganda en Barcelona. "Votaré Junts pel Sí para el futuro de mis hijos, para empezar de cero y limpiar el país", decía Ignasi Martínez, de 37 años.
Los últimos sondeos apuntan a una mayoría parlamentaria de los independentistas, que rozarían el 50% de sufragios. Pero según José Pablo Ferrándiz, del instituto demoscópico Metroscopia, solo un 20 o 25% de los catalanes son realmente independentistas. Muchos quieren lanzar una "bala de fogueo", que "le permitirá tener una mejor posición para negociar" más autonomía, dice.
Mucho dependerá del "post 27-S". En una entrevista con la AFP, Artur Mas reconoció que todavía era posible negociar un nuevo referéndum. Sin embargo, si obtienen la mayoría de votos, "el referéndum ya se habrá hecho", advirtió. La clave la tendrá el gobierno formado tras las elecciones legislativas de diciembre, donde Rajoy podría perder el poder. Mientras, el resto de españoles se preocupan poco por Cataluña, centrados en problemas como el desempleo superior al 22%.
"Estamos entre la indiferencia, decimos 'ya están otra vez los catalanes con la misma cantinela', y la preocupación", resume Óscar, edil de 34 años en Caravaca de la Cruz, una villa de Murcia (sur).