Los evangélicos ascienden actualmente a alrededor del 10% de la población cubana, asegura un informe de la Alianza Evangélica Mundial ( World Evangelical Alliance, WEA), presentado en el pasado Examen Periódico Universal del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra.
Michael Mutzner, representante permanente de WEA en las Naciones Unidas, asegura que en la isla sólo una pequeña minoría de iglesias están protegidas, y que la mayoría todavía enfrenta restricciones.
En un artículo que publica esta semana el Christian Post, el portavoz de WEA lamenta que durante la reciente revisión de los derechos en Cuba correspondiente al Exámen Periódico Universal que se celebró el 16 de mayo, el Consejo de Derechos Humanos sólo tuvo en cuenta el reporte de las iglesias protegidas en la isla que elogiaron la actitud del gobierno hacia la libertad religiosa.
A pesar de que otros cuatro informes llamaron la atención sobre las restricciones a la libertad de religión en Cuba y la situación de las minorías religiosas (Alianza Evangélica Mundial, Solidaridad Cristiana Internacional, Instituto Patmos, y Alliance Defending Freedom, ADF International) ningún estado planteó comentarios críticos sobre la libertad religiosa en Cuba, algunos fueron más lejos como la India, Mozambique y los Emiratos Árabes Unidos que llegaron a elogiar a Cuba por su promoción de la libertad de culto.
Allí la delegación cubana afirmó que en la isla "no hay restricciones y no hay barreras en el camino de las asociaciones religiosas para ejercer su derecho libremente", una declaración que, en opinión de WEA, no puede aplicarse a más del 90% de los evangélicos cubanos.
El reporte de WEA presentado en Ginebra divide a las iglesias cristianas en tres grandes grupos:
Iglesias protegidas: desde 1959, Cuba ha tratado de asegurar el apoyo de las iglesias establecidas, a veces por la fuerza. Las iglesias que aceptan la teología de la liberación están cerca del Estado y tienen condiciones favorables. Representan el 8% de los protestantes evangélicos en Cuba y están afiliados al Consejo de Iglesias de Cuba.
Iglesias reprimidas: de hecho, el 80% de los evangélicos pertenece a un segundo grupo que no tiene los mismos privilegios que el primer grupo, porque quiere enfocarse en el Evangelio y no seguir una línea política.
En consecuencia, las denominaciones presentes en Cuba antes de 1959, no afiliadas al Consejo de Iglesias de Cuba, han sufrido graves persecuciones en el siglo pasado (confiscación de seminario, penas de prisión para pastores, etc.).
Incluso si su situación ha mejorado mucho desde los años 90, en comparación con la severa persecución sufrida en los años sesenta y setenta, siguen siendo toleradas en el mejor de los casos. Siendo tolerados pero no reconocidos, muchos se reúnen ilegalmente en las casas-culto, (templos organizados en viviendas), porque no reciben permiso de construcción o autorización para reunirse en lugares más grandes. Se enfrentan a la confiscación o la demolición y sus líderes se arriesgan a ser arrestados.
Iglesias ilegales y perseguidas: las iglesias establecidas después de 1959 en Cuba enfrentan las condiciones más difíciles, porque son consideradas ilegales. Representan el 12% de los evangélicos cubanos. Algunas están en el país desde hace más de 30 años pero todavía no pueden registrarse en el Ministerio de Justicia de Cuba. Sus lugares de reunión pueden ser destruidos, y sus líderes arrestados. Así, es rutinario que decenas de pastores sean acosados o arrestados. Algunos han sido condenados injustamente en los tribunales, como el pastor Núñez Velázquez, quien fue condenado en octubre de 2016 de a un año de arresto domiciliario.
“Los cristianos en Cuba oran para que su gobierno les otorgue más libertad en el futuro. Esperan que las denominaciones que soliciten ser registradas sean reconocidas y puedan operar libremente bajo un Estado de Derecho justo. También esperan que su gobierno se dé cuenta de que los evangélicos no son una amenaza ni una fuerza de oposición política, sino una bendición para su país, orando por su gobierno y queriendo servir el bien común”, concluye Mutzner.
[A partir de un artículo publicado el Christian Post]