No todos los días se tienen noticias de Costa Rica. Es como Noruega, un país tranquilo que casi nunca sale en las noticias hasta que un "fundamentalista cristiano" ametralla a mansalva en un balneario.
Pero Costa Rica no provoca titulares por un hecho tan horroroso, sino todo lo contrario. El país centroamericano ha devuelto la cara noble de la región dando cobijo a miles de cubanos estancados, contra su voluntad, en ese país.
No solo Costa Rica ha dado apoyo legal y logístico a los cubanos, sino que ha sostenido ese apoyo y lo ha puesto en perspectiva, denunciando de paso el triste papel bloqueador que está llevando Nicaragua. El "tapón" nicaragüense no tiene lógica alguna, a no ser que se le mire como una estrategia geopolítica, pero eso está todavía por demostrar.
De momento, y ante una crisis humanitaria de tales magnitudes –hay mujeres y niños, jóvenes, estudiantes, profesionales esperando poder avanzar hacia Estados Unidos–, el Gobierno costarricense asumió el problema poniendo por delante a las personas, ni más ni menos que lo que debe hacer un Gobierno interesado verdaderamente en el Derecho Internacional. Se da el caso de que Costa Rica no es puerta de entrada, de manera que podía haberse lavado las manos y no lo hizo.
En un contexto político en el que Estados Unidos y Cuba, luego de reabrir embajadas, negocian una presunta apertura económica y social en la isla, esta grave crisis migratoria podría poner en tela de juicio al Gobierno de Costa Rica. La salida de Cuba y entrada –por avión– a Ecuador es legal, pero por el camino hacia Estados Unidos, si los Gobiernos de paso no ofrecen salvoconducto, el migrante pasa a un estatus de ilegal.
Además de ofrecer salvoconducto temporal, como decíamos, el Gobierno tico lidera en estos momentos una solución del conflicto siempre a favor del dolido.
La gente pobre del pueblo fronterizo donde se encuentran los cubanos se quita un pedazo de pan para ofrecerlo. Esto último lo corroboró un equipo de Martí Noticias que estuvo en la zona. Es una lección de humildad, sencillamente.
El presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, realizó una alocución televisada para dejar claro que la tradición humanista de su país no se interrumpirá esta vez. Utilizó palabras sencillas y un lenguaje extraverbal también austero. Luego escribió una carta al trovador Silvio Rodríguez consignando, en primer término, la admiración por la obra del cubano y, de paso, invitándolo a que no mezcle la política con el deber humanitario, que es lo que corresponde ahora.
Silvio Rodríguez prefirió ser lacónico esta ocasión y respondió: "Hoy, a pesar de la extraordinaria resistencia de nuestro pueblo, arrastramos complejas secuelas de una guerra económica implacable, que se mantiene intacta, lacerando nuestra unidad".
En fin, el trovador mezcló la política, mediante una retórica que solo los cubanos podemos descifrar. Dijo con otras palabras que la culpa de todo esto la tiene Estados Unidos.
El canciller de Costa Rica, Manuel González, anunció que pese a la negativa de Nicaragua a abrir su frontera a 3.660 migrante cubanos (cifra actualizada por él), en la reunión del Sistema de Integración Centroamericano (SICA) celebrada en El Salvador el martes último se estableció contactos con otros Gobiernos que cooperarán con San José, para resolver la crisis, incluyendo lo que describió como "un plan bilateral o multilateral, pero sólo con algunos países hacia el norte".
Es muy posible que la semana entrante, si no este fin de semana, estemos asistiendo a un desenlace eficaz del que no salgan dañados los más débiles. Eso se llama alta política con fines humanitarios, un varapalo al Gobierno castrista que se las arregla de una u otra manera para desestabilizar la región. Recordemos que emitió su primer parte al pueblo cubano demasiado tarde, y eso no es normal ni tiene lógica aparente.
Cuando publicó su primera nota de prensa, el Gobierno de Costa Rica ya tenía un plan de acción, un plan público y amparado en el Derecho Internacional.