Aunque la única conexión de Sarkis Yacoubian con el espionaje era haberse comprado un Aston-Martin, la marca de los autos de James Bond, el empresario canadiense fue acusado de espía por su interrogador cubano antes de que lo instruyeran de cargos de corrupción, lo sentenciaran a nueve años de cárcel y le confiscaran todo el patrimonio de su compañía en Cuba.
El diario Toronto Globe and Mail dice que Yacoubian conoció al "instructor" de la Seguridad del Estado que lo atendía, el mayor Carlitos, el día que éste irrumpió en un sótano donde tenían retenido al canadiense agarrándose la bragueta y exclamando: "Si tú esperas que la Embajada de Canadá va a venir a ayudarte, ¡esto es lo que van a coger!".
El diario señala que el caso de Yacoubian, liberado unos dos años después de su arresto, y el de su colega y ex asociado Cy Tokmakjian, condenado a 15 años en la isla y también puesto en libertad, deberían servir de guía a otros hombres de negocios de Canadá entusiasmados con invertir en la isla, sobre todo desde el anuncio del acercamiento entre Estados Unidos y Cuba en diciembre pasado.
Yacoubian, que tenía en Cuba un negocio de importación de automotores valorado en $20 millones anuales, fue juzgado en 2013 tras dos años en prisión preventiva, y sentenciado a nueve años de cárcel por corrupción, evasión de impuestos y daños a la economía nacional. También recibió una multa de $7 millones y todo el patrimonio de su empresa fue confiscado por el Estado cubano.
Tokmakjian, de 74 años, operaba en la isla un negocio similar estimado en $90 millones anuales. Fue condenado a 15 años y pasó más de tres en prisión. Todos sus bienes en Cuba fueron también decomisados.
Yacoubian aseguró al diario de Toronto que no incurrió en actos de corrupción, sino que imitaba las prácticas habituales de negocios en Cuba, como tener que dedicar entre 1% y 2 % de muchas transacciones a lo que él describe como "dinero de protección": Pagar a funcionarios cubanos para conseguir cosas tan ordinarias como un permiso para operar un taller de mecánica o recibir el pago por sus ventas.
Todavía se está preguntando por qué a él. "Si usted llega a un semáforo y la luz está en rojo, y todos siguen de largo ¿por qué me va a decir a mí: 'Alto ahí, usted no puede hacer eso'?".
El parlamentario conservador Peter Kent, del distrito de Toronto donde vive Tokmakjian, y que visitó a los dos en la prisión de La Condesa, advierte que en el país caribeño, por un soplo de alguien al Ministerio del Interior, uno puede acabar en la cárcel sin importar su buena conducta. Pero Kent observa que esto nunca sucede con empresarios de Venezuela, Rusia o China.
Aunque en Cuba el soborno a altos funcionarios no es tan frecuente como en otros países latinoamericanos, los funcionarios de nivel bajo o medio piden constantemente a los extranjeros gabelas u obsequios, dijo al G&M Alexandra Wrage, directora de Trace International y consejera de compañías multinacionales en asuntos de corrupción. "Toda la población de Cuba ha crecido con la idea de que para sobrevivir hay que quebrantar las reglas", y añade: "Las consecuencias para las corporaciones son aterradoras".
Preguntado acerca del creciente interés de colegas canadienses por invertir en la isla de gobierno comunista, Yacoubian no quiso tomar partido. "No voy a comentar sobre eso. Los hombres de negocios son gente inteligente. Hay un factor de riesgo y recompensa. Si ellos quieren, pueden intentarlo. A mí me funcionó bien por 20 años. Y después lo perdí todo".