Después de barrer un parque que cubre toda una manzana en La Víbora, La Habana, Silvio se sienta en un banco de madera y se empina un litro de agua fría bajo la sombra de un algarrobo y una brisa fresca otoñal.
Como muchos cubanos, la política no es su fuerte. Cumple un año de privación de libertad por golpear a su ex esposa, y barrer parques o chapear canteros forma parte de la sanción penal.
“Esto en Cuba está malísimo. No hay dinero y comprar comida es muy difícil. Al paso que vamos, ahorita se nos viene una hambruna del carajo con período especial incluido. No sé de qué manera Trump puede influir en mejoras para los cubanos. Son estos descarados (los del régimen) quienes tienen que hacerlo. Y no lo hacen. Se roban el dinero por sacos y luego nos entretienen con sus muelas (discursos). Trump me parece un h...de p..., pero la situación de Cuba no es culpa suya. La solución es vender el país en una subasta. ¿Eso no se puede hacer?”, se pregunta Silvio en una mañana de sol tibio.
A los cubanos no les gusta demasiado hacer pronósticos. No se les da bien.
“Nos han engañado tantas veces que la gente prefiere vivir el día al día. El futuro parece un cuento de hadas. Desde las promesas incumplidas de Fidel Castro de producir tanta leche o carne como Holanda hasta tener un nivel de vida comparable al de Nueva York. Siempre nos han vendido la teoría de que las desgracias de Cuba son por culpa del bloqueo yanqui. Entonces llega a la Casa Blanca un tipo como Obama, que quiere cambiar de estrategia y que los cubanos de la Isla adoran, y siguen acusando de sus males a los americanos. Por eso a muchos les da igual quien gobierne en Washington. La solución de nuestros problemas pasa por los gobernantes cubanos”, piensa Carlos, sociólogo.
Cuba duele. Las calles destruidas, la población cansada de discursos y consignas, bajos salarios y décadas repletas de penurias. Para escapar del drama cotidiano, la gente lo resuelve acomodándose en un sillón o una butaca varias horas, viendo en la tele culebrones mexicanos o programas de participación facturados en Miami.
Orlando se gana la vida rellenando fosforeras en la Calzada de 10 de Octubre. A él le hubiera gustado que Hillary Clinton ganara las elecciones. “Olvídate del cuento de que hubiera seguido las políticas hacia Cuba promulgadas por Obama. Lo deseaba porque se hubiera convertido en la primera mujer presidenta de los Estados Unidos. Creo que el mundo está echando en falta la gobernanza de las mujeres”.
Aunque las encuestas viven horas bajas después del estrepitoso fracaso del Brexit en Gran Bretaña, los acuerdos de paz en Colombia o la inesperada victoria de Trump en Estados Unidos, donde los ciudadanos ocultaron su intención de voto, en Cuba es mayoría apabullante los que preferían a Hillary en la Casa Blanca.
Influidos por la mala prensa hacia Trump en la Isla, la continuación del legado de Obama y que por razones diversas, desde el mestizaje hasta la empatía con el mandatario negro, el cubano de a pie se decantaba por Clinton.
A los cubanos poco les importó los escándalos de Hillary por sus correos electrónicos o las acusaciones al esposo de su asistenta de campaña. Tampoco interesaron las notas periodísticas que acusan de corrupción a la familia Clinton y su dinastía política.
Para Delio Benítez, licenciado en Ciencias Políticas, en Cuba se da un fenómeno peculiar. “Generalmente los cubanos cuando están en la Isla suelen decantarse por los demócratas en las elecciones de Estados Unidos, pero un sector amplio, luego de radicarse en Norteamérica, votan por los republicanos”.
Benítez desconoce las causas. “No lo puedo demostrar con estudios científicos. Quizás sea el antiimperialismo reinante en América Latina o el discurso agresivo del régimen cubano. El caso es que en el subconsciente del cubano, los demócratas son más asequibles políticamente hablando que los republicanos, con tendencia a las guerras y normas antimigratorias”.
Para Josuán, vendedor de verduras y frutas en un agromercado habanero, Hillary era una mejor opción porque “tal vez no aboliría la Ley de Ajuste Cubano. Yo, como muchos que tenemos planes de emigrar, Clinton era nuestra candidata. Trump va a derogar esa Ley. Y los que pensamos marcharnos tendremos que apurar el viaje”.
La mayoría de los ciudadanos que desayunan café sin leche no esperan tampoco un desastre con la administración de Trump. “Es un tipo del bisne (negocios). Quizás hasta cuadre mejor la caja de los Castro que Obama. Hillary hubiese sido lo perfecto, pero las relaciones no se van a romper con Trump. Eso sí, los cubanos vamos estar mal con cualquier presidente que gane en Estados Unidos. La culpa de nuestras desgracias están en casa”, asegura en voz baja Emilio, barbero particular.
Si usted quiere conocer a un sector de cubanos que aplauden la elección de Donald Trump, por favor visite al disidente Antonio Rodiles en el barrio de Miramar, al oeste de La Habana o a Berta Soler en la sede las Damas de Blanco en Lawton, al sur de la capital.
Esa ala de la oposición bajo el paraguas del Foro por los Derechos y las Libertades, casi arman una fiesta con la victoria de Trump. Por sus declaraciones, se desprende que la reprimida disidencia contaría con un mayor respaldo de la Casa Blanca y la caja de caudales se abriría para apoyarlos financieramente.
Pero sucede que en la Cuba de Fidel Castro, quien ha sobrevivido a once administraciones estadounidenses, lo mismo se encarcelaba y fusilaba en etapas demócratas que republicanas.
A las autocracias, para su sustento, poco les importa tener una mayor o menor repulsa internacional. Llegar a su fin es asunto de los cubanos. De nadie más.