LA HABANA- En Cuba muchos crecieron sin Reyes, ni juguetes. Los 90 fueron especialmente duros para los niños y niñas de la isla. Ya se había acabado incluso aquello de básico, no básico y dirigido; la oportunidad de una vez al año de adquirir juguetes en las tiendas a través de la libreta.
“Yo tuve los juguetes que heredé de mis hermanos mayores, imagínate que nací en el 91, no había nada, jugábamos con nuestra imaginación y con tarecos, nunca oí hablar de reyes”, cuenta el joven Ismael Hernández.
En los años 2000, los padres intentan recuperar la tradición de 6 de enero, que habían heredado de la costumbre cristiana e hispana de regalar a los niños como colofón de la Navidad. Pero los juguetes, incluso los más simples, se convirtieron en un objeto de lujo al cual los bolsillos comunes no pueden acceder.
“¿Tú te imaginas?, una muñeca 50 cuc, ¿quién puede pagar eso?”, exclama en la cola de la juguetería de la calle Obispo, Maritza, una joven abuela que tiene 2 nietas, y no le salen las cuentas para poder regalar a sus princesas, como les llama.
Un recorrido por las pocas jugueterías de La Habana en la víspera, da fe de lo dramático y frustrante que para padres y madres resulta encontrar un regalo a sus niños. El precio medio de un juguete ronda los 15 cuc, que es todo el salario de muchos en Cuba. “Yo llevo meses ahorrando, entre los gastos de fin de año y esto, he gastado más de 100 cuc, y yo solo gano 20 al mes”, comenta resignado Abel García, un profesional, que sale aturdido de la larga fila de más de dos horas en la juguetería.
Los padres y los abuelos, intentan recuperar la fantasía y conservar la inocencia de los niños, recreándoles una tradición que la mayoría guarda en sus memorias de infancia.
“Para mí era el mejor día del año, me acostaba temprano, escribía la carta y dejaba hierba y agua para los camellos, y al despertar tenía mi regalo. Y es lo que quiero para mis nietos, que vivan con esa ilusión, esa fantasía, pero es muy difícil, no sé si mis padres sufrían tanto, no lo creo”, relata Ana María Herrero, una abuela de 72 años.
Las caras estresadas de los que entran y salen como hormigas de las tiendas son muy elocuentes; enojo, frustración, y hasta improperios, hacen que el sueño se convierta en pesadilla. Entonces son realmente los fatigados padres y madres los magos de esta fiesta, pues tienen que hacer más de un truco para complacer a los niños.
“El mío no escribe cartas, la Reina Maga soy yo, y depende lo que encuentre, pues ese es su regalo”, dice Elena Palacios, mientras entra en la tienda a ver que encuentra con los 15 cuc que componen su presupuesto.
“Este año mi niña escribió su carta, recién cumplió 7 añitos, y casi me muero cuando vi que quería una bici”, cuenta Maribel, entre risas; “¿De dónde saco yo una bicicleta?”. La oferta de juguetes este año fue bastante pobre, con mala calidad y presentación. “Eso si no vas a la juguetería del Habana Libre, con mucho dinero, si no hay que ir a los “merolicos” a comprar los jugueticos feos, pero a precios más normalitos”.
Ojalá que la realidad no llegué nunca a matar la inocencia y la ilusión de los niños cubanos. A la pregunta de aquella canción de ¿dónde jugarán los niños?, hay que añadir “¿con qué?”. Pero habrá que desearles Feliz Día de Reyes, a pesar de todo.