Veinte minutos. Ni más ni menos, cuenta Emilio, ingeniero civil, fue el tiempo
que en su empresa llevó ‘analizar’ un documento repleto de jergas, aprobado por el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado el pasado mes de abril en La Habana.
“Imagínate, el jefe nos había autorizado a realizar un 'motivito' por el día de los padres. Hicimos una colecta y compramos tres botellas de ron y dos cajas de cerveza. Pero al mediodía se apeó el tipo del sindicato, para una reunión con ‘los factores del municipio’, donde se iba a debatir el modelo económico y el futuro de Cuba”, comenta el ingeniero.
Con esa manera mecánica de funcionar que tiene la cacareada democracia participativa pregonada por el régimen verde olivo, dos funcionarios del partido del municipio Cerro, junto al secretario del sindicato de la empresa, leyeron al vuelo la introducción del nuevo evangelio castrista. "A continuación fue sometido a votación", dice Emilio.
Como es habitual, todos los trabajadores de la empresa votaron de manera unánime a favor de lo planteado en el mamotreto, sin conocer ni analizar su contenido. Luego siguió la fiesta, escuchando reguetón a todo volumen y bebiendo alcohol como piratas.
El 14 de junio, con el editorial Un debate por el futuro, publicado ese día en el periódico Granma, órgano del PCC, se dio el pistoletazo de arrancada oficial del proceso de consultas para la ‘construcción de un socialismo próspero y sostenible’. El debate se extenderá hasta el 20 de septiembre.
Se trata -y aquí comienza la jerigonza-, de la “Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista” y el “Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030: propuesta de visión de la nación, ejes y sectores estratégicos”.
En el editorial se argumenta que los textos, de “trascendental importancia (…) no son fruto de la improvisación, sino la resultante de una elaboración colectiva, bajo la dirección del Partido, en la cual participaron profesores universitarios, académicos, investigadores de las ciencias económicas y sociales y funcionarios del Gobierno y el Partido”.
Y subraya que “fueron debatidos en reuniones del Buró Político, en dos Plenos del Comité Central, sometidos a consulta de todos los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular, de varios miles de personas más, y luego exhaustivamente examinados en el Congreso”.
Según Granma, después que la cita comunista “aprobara en principio ambos documentos”, acordó “encargar al Comité Central llevar a cabo un proceso de consulta, con el propósito claramente definido de enriquecerlos y
perfeccionarlos”. Y recalca que “son documentos abarcadores y de gran
complejidad que marcarán el rumbo del proceso revolucionario cubano, del Partido y de la sociedad” de cara al futuro.
El principal medio estatal cubano aclara que “fueron impresos 680.800 ejemplares de un tabloide de 32 páginas”, destinados a “las organizaciones de base y colectivos donde se debatirán”. Otros 200.000 ejemplares se vendieron a la población y también están disponibles en los sitios digitales del Partido, del periódico Granma y el portal Cubadebate, para que puedan ser “estudiados en una sociedad cada vez más informatizada”.
Por si no bastara, el primer vicepresidente de los Consejos de Estado y Ministros, Miguel Díaz-Canel anunció una "novedosa aplicación creada por profesores y estudiantes de la facultad de Matemática, Física y Computación, perteneciente a la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas".
La app fue calificada de un "instrumento de extraordinario valor", pues facilitaría las discusiones en torno a los documentos de marras.
En su editorial del 14 de junio, Granma vaticina que “esos pasos contribuirán a lograr que las discusiones sean ampliamente democráticas, ricas en su contenido, concretas en ideas y proyecciones”. Justifica que al VII Congreso “no se pudo llegar con la elaboración terminada del Plan Nacional de Desarrollo hasta el 2030, debido a su gran complejidad técnica”, objetivo que “se debe alcanzar el próximo año”.
Y recuerda que “tal como acordó el Congreso, esa versión será sometida al
Comité Central para su aprobación definitiva y enviada para su análisis a la Asamblea Nacional del Poder Popular, legislativo al cual le corresponde darle valor legal”.
El PCC, a través de su órgano oficial, “invita a la participación activa de los
millones de cubanos, militantes o no, convocados a esta consulta, imprescindible para consolidar el consenso en torno al futuro de Cuba”.
Antes del comienzo de lo que define como “amplia discusión nacional”, el editorial ya pronostica la intervención de “los enemigos, los escépticos, los vacilantes, los que se hacen eco de las campañas detractoras desde el exterior contra el Partido y la Revolución, y los que sueñan con volver a una sociedad sujeta al deseo y las pretensiones yanquis”.
No creo que se pueda condensar mayor cantidad de delirios en un artículo periodístico. Aunque se supone que el futuro de Cuba deba interesar a los cubanos, tamaña enajenación verbal espanta incluso a sus seguidores.
En Sueño de país, la periodista Giselle Morales, del periódico Escambray, de Sancti Spiritus, escribe: "No hay que darle tantas vueltas: el tabloide que está siendo sometido a consulta popular desde este 15 de junio y hasta el 20 de septiembre con dos textos emanados del VII Congreso del Partido, es un documento denso. Denso y difícil de comprender para un ciudadano no avezado en abstracciones y estrategias".
Probablemente por higiene mental, un segmento amplio de compatriotas no leen la prensa estatal o bajan el audio del noticiero nacional de ‘ciencia ficción política’ cuando su presentador Rafael Serrano comienza a enunciar tonterías.
Créanme. Intenté conversar con amigos y vecinos para conocer su valoración sobre el documento partidista que diseña el futuro de la nación. Pero nadie quiso dar su opinión. O no leyeron el tabloide o simplemente no les interesa comentar lo que consideran un disparate.
A Ramona, jubilada, la pillé en un estanquillo de la barriada de la Víbora
comprando varios ejemplares. “No hombre no, no voy a leer esa porquería. Es que me sirven para envolver la basura y como papel higiénico”.
Ricardo, chofer de un taxi colectivo de La Palma al Parque Fraternidad se
compadece de mí: “Brother, que difícil es ser periodista en Cuba. La gente no quiere opinar porque saben que todo eso es una tomadura de pelo. Ya son casi sesenta años con la misma candanga. Escribe de otra cosa”, me aconseja.
Entre los que están leyendo y analizando la nueva biblia oficial se encuentran disidentes, periodistas alternativos y analistas políticos de diversas tendencias. "Aún es pronto para opinar", me dijo un colega de la prensa independiente.
Quisiera ser objetivo. Pero desmenuzar punto por punto las incongruencias y el colosal disparate que nos vende el gobierno de Raúl Castro como futuro promisorio requiere de tiempo y paciencia.
"Ni siquiera como broma de mal gusto el documento tiene validez", afirma el taxista Ricardo. Por eso una mayoría de cubanos de a pie ni caso le hacen.