Las autopistas de la información estarán de fiesta sin los cubanos. Este 17 de mayo se celebra el día internacional de la Internet y las redes siguen presas en la isla. A pesar de las estadísticas y los argumentos del gobierno para justificar la ausencia de los ciudadanos en las redes sociales, siempre queda un resquicio por donde colarse.
El testimonio más fuerte en este sentido lo ofreció el activista de UMPACU Hans Benamur, al programa Contacto Cuba de Martinoticias.com. Benamur dice saber que la gente lo lee, que lo que escribe en el boletín clandestino El antillano libre, es leído por persona en el exterior y que luego vía telefónica le han ofrecido sus valoraciones o discrepancias, pero “…nunca he visto la internet. He estado frente a una computadora, pero nunca me he conectado a Internet. Yo sé que dicen que puedes buscar cualquier cosa en la Red, pero yo no he podido a mis 42 años todavía”, concluye.
La Internet sin Internet la han calificado Yoani Sánchez y la avanzada de blogueros alternativos que han traspasado los muros de la censura. La navegación off line se ha convertido en el recurso más efectivo para una buena salud informativa. Leer periódicos de hace una semana o videos que pasaron su fiesta un mes atrás es un privilegio que no muchos pueden gozar todos los días en Cuba.
Las trampas que el gobierno ofrece a los cibernautas nacionales son dignas de aparecer en un libro de record. Lenta conectividad, censura de varios sitios que desdicen del régimen cincuentenario y la imposibilidad de encontrar un ciber café en cualquier rincón, atentan contra el flujo de información del que disfruta media humanidad.
La Habana, Santiago de Cuba y Matanzas son de las pocas provi9ncias en que se puede acceder a dependencias turísticas donde se pueden comprar tarjetas de una hora de conexión por el prohibitivo precio de casi ocho dólares, un privilegio que casi nadie puede sostener en sus bolsillos.
Aùn asì, no han bastado las brigadas de ciberguerreros que inspeccionan cada cuenta pública en busca de conexiones clandestinas. Periodistas, académicos de elite o artistas privilegiados juegan la ruleta rusa de un día ser sorprendidos cediendo por dinero un fragmento del alijo de horas con que el Estado les paga por su fidelidad.
En el mercado negro se pueden comprar veinte o treinta horas de conexión por el precio que oscila entre 30 y 50 pesos convertibles. Desde cualquier institución estatal pueden acercarte una memory flash con el contenido que solicites, pero si pagas bien, tendrás mejores opciones.
Un grupo de muchachos inquietos fuera de Cuba ha creado La singularidad de la isla, un sitio que se dedica a pasar información a los cubanos y que actualizan en paquetes semanales. Es conexión sin conexiones, una Internet a velocidad bajo cero, pero que cada vez gana más pretendientes. Los discos de La singularidad… contienen decenas de sitios descargados a un cd, video y audios que llegan a La Habana o Camagüey y luego pasan de mano en mano como si acabaran de actualizarse.
El embargo norteamericano, la condición de plaza sitiada y la poca infraestructura tecnológica son argumentos que esgrime el gobierno para no soltar amarras en la red de redes. Mientras esperan ser liberados del castigo informacional, los cubanos se las arreglan asomarse a un hueco por donde se vea el mundo de verdad, con conexión o sin ella, a puro ingenio.
El testimonio más fuerte en este sentido lo ofreció el activista de UMPACU Hans Benamur, al programa Contacto Cuba de Martinoticias.com. Benamur dice saber que la gente lo lee, que lo que escribe en el boletín clandestino El antillano libre, es leído por persona en el exterior y que luego vía telefónica le han ofrecido sus valoraciones o discrepancias, pero “…nunca he visto la internet. He estado frente a una computadora, pero nunca me he conectado a Internet. Yo sé que dicen que puedes buscar cualquier cosa en la Red, pero yo no he podido a mis 42 años todavía”, concluye.
La Internet sin Internet la han calificado Yoani Sánchez y la avanzada de blogueros alternativos que han traspasado los muros de la censura. La navegación off line se ha convertido en el recurso más efectivo para una buena salud informativa. Leer periódicos de hace una semana o videos que pasaron su fiesta un mes atrás es un privilegio que no muchos pueden gozar todos los días en Cuba.
Las trampas que el gobierno ofrece a los cibernautas nacionales son dignas de aparecer en un libro de record. Lenta conectividad, censura de varios sitios que desdicen del régimen cincuentenario y la imposibilidad de encontrar un ciber café en cualquier rincón, atentan contra el flujo de información del que disfruta media humanidad.
La Habana, Santiago de Cuba y Matanzas son de las pocas provi9ncias en que se puede acceder a dependencias turísticas donde se pueden comprar tarjetas de una hora de conexión por el prohibitivo precio de casi ocho dólares, un privilegio que casi nadie puede sostener en sus bolsillos.
Aùn asì, no han bastado las brigadas de ciberguerreros que inspeccionan cada cuenta pública en busca de conexiones clandestinas. Periodistas, académicos de elite o artistas privilegiados juegan la ruleta rusa de un día ser sorprendidos cediendo por dinero un fragmento del alijo de horas con que el Estado les paga por su fidelidad.
En el mercado negro se pueden comprar veinte o treinta horas de conexión por el precio que oscila entre 30 y 50 pesos convertibles. Desde cualquier institución estatal pueden acercarte una memory flash con el contenido que solicites, pero si pagas bien, tendrás mejores opciones.
Un grupo de muchachos inquietos fuera de Cuba ha creado La singularidad de la isla, un sitio que se dedica a pasar información a los cubanos y que actualizan en paquetes semanales. Es conexión sin conexiones, una Internet a velocidad bajo cero, pero que cada vez gana más pretendientes. Los discos de La singularidad… contienen decenas de sitios descargados a un cd, video y audios que llegan a La Habana o Camagüey y luego pasan de mano en mano como si acabaran de actualizarse.
El embargo norteamericano, la condición de plaza sitiada y la poca infraestructura tecnológica son argumentos que esgrime el gobierno para no soltar amarras en la red de redes. Mientras esperan ser liberados del castigo informacional, los cubanos se las arreglan asomarse a un hueco por donde se vea el mundo de verdad, con conexión o sin ella, a puro ingenio.
