El 30 aniversario de Radio Martí es fecha propicia para reflexionar sobre el papel que la emisora debería jugar en el futuro y dentro del contexto de la normalización Washington-La Habana.
Uno podría hacer inventario del importante papel de Radio Martí en estos últimos 30 años ofreciendo valiosa información a los cubanos de la isla sobre las guerras de África, sobre la oposición pacífica y los Derechos Humanos, sobre el desplome de la ex Unión Soviética, sobre el flagelo del SIDA y un larguísimo etcétera. Pero, como prefiero vivir en el momento y la nostalgia me da urticaria, esa mirada al pasado se la dejo a otros. Yo quisiera en esta nota proyectar hacia el futuro, por incierto que este sea.
Primero, creo que la disposición de Estados Unidos de regularizar relaciones con Cuba es irreversible, independiente de qué Partido esté en el poder en Washington o controle la rama legislativa. Aunque es obvio que ética y políticamente la nación norteamericana no comulga con el unipartidismo cubano e indudablemente le gustaría ver una evolución pacífica hacia la democracia en Cuba, Estados Unidos parece estar dispuesto a convivir con el comunismo caribeño, con sus muchísimas imperfecciones, en aras de favorecer sus intereses nacionales, mejorar sus relaciones con América Latina y para abrirle espacios a su sociedad civil y clase empresarial, ambos mayoritariamente deseosos de cambiar la relación con Cuba. Considero, además, que el nuevo rumbo también favorecerá a los cubanos de la isla, en un sentido general.
Con esta premisa como punto de partida, ¿qué papel podría o debería jugar Radio Martí en el futuro?
Dar una respuesta abarcadora a esa pregunta resultaría una tarea casi interminable por lo que me limitaré a comentar un solo aspecto. Como emisora del Gobierno Federal de Estados Unidos considero que una de las tareas principales de Radio Martí sería informar y explicar todo lo concerniente a la nueva etapa que comenzó el 17 de diciembre 2014.
Esto es importante porque, aunque el Gobierno cubano también se comprometió en esa fecha a normalizar sus nexos con Washington, ha sido reticente a informar a su población sobre los pormenores de la nueva etapa, lo que no debe sorprender porque sigue intacta la estructura unipartidista, con todas las limitaciones a la libre información que esto implica.
Por eso, aunque el Gobierno de Raúl Castro es parte de la normalización, la explica y defiende con una política informativa restrictiva y rígidamente controlada desde arriba, dosificando las noticias según sus caprichos e intereses. Dicho de otra forma: Si bien el contexto actual de la relación bilateral es radicalmente diferente al que existió hace 30 años cuando comenzaron las transmisiones radiales, en materia de información sigue primando en la isla la censura y la voluntad (si no la capacidad) de controlar las noticias que sus ciudadanos reciben, de Cuba y del mundo. El Gobierno cubano accedió a mejorar su relación con Estados Unidos, no a democratizar su política informativa.
En este contexto, hay que recordar que en Estados Unidos existe una amplísima y heterogénea gama de actores que opinan, proponen y actúan ante la normalización; incluso criticándola si así lo desean. Los empresarios, los viajeros, los académicos, los religiosos, la prensa, la rama ejecutiva, la rama legislativa, los militares, ciudadanos comunes, la "izquierda", la "derecha", etc.; todos participan en un vivo y dinámico diálogo nacional sobre cómo debe ser esa normalización.
Dado que la vasta mayoría de esa información no es divulgada por los medios cubanos, una de las tareas más importantes de Radio Martí de cara al futuro será reflejar el pensar y sentir sobre el acercamiento con Cuba tanto de los estadounidenses, los cubanoamericanos y del mundo en general. Por supuesto, Radio Martí también será foro para que los cubanos de la isla, tanto defensores como detractores de la normalización, se expresen libremente y puedan ventilar su concordancia o discrepancia con el nuevo rumbo.
A los periodistas que trabajan en la emisora, que fueron contratados y han trabajado hasta ahora bajo las premisas de la Guerra Fría que regían la relación bilateral antes, les corresponde entender el momento actual y trabajar profesionalmente acorde a los tiempos que corren. Eso, por supuesto, sin hacer dejación de sus criterios personales sobre el deshielo o sobre el tema cubano en general, cualquiera que estos sean.
Para que las democracias funcionen como es debido, requieren de una ciudadanía informada. Sabemos que en Cuba no hay democracia pero prácticamente el mundo entero quisiera ver mayores espacios de libertad política, económica y cívica en la isla. La información, que es el negocio principal de Radio Martí, está umbilicalmente atada a la libertad. Es consustancial e inseparable de ella. Históricamente, esa ha sido la labor más importante de Radio Martí: Ampliar la gama de opiniones que los cubanos reciben sobre Cuba y el mundo.
Entonces, para determinar cuál debe ser el papel de Radio Martí en el marco de la normalización, la respuesta más precisa sería: Informar sobre lo que dicen ambos Gobiernos y explicar los variados intereses de sus respectivas ciudadanías. Hacer una programación consistente con la política exterior de Washington pero que incluya también voces discordantes y puntos de vista contrastantes. Hacer siempre buen periodismo de contenido.
El antídoto más eficaz a la forzada uniformidad unipartidista es la sana multiplicidad de voces y el reconocimiento expreso de que nadie monopoliza la verdad en este complejo y cada vez más diverso mundo en el que vivimos. Utilizando estas premisas como artículos de fe, Radio Martí seguirá acompañando a los cubanos, como lo ha hecho por 30 años, en su camino hacia un futuro más libre, esperanzador y próspero.