Un grupo de 21 migrantes cubanos, entre ellos tres niños, atrapados hace más de una semana en un pueblo colombiano, a pocos metros de la frontera con Panamá, no pierde la esperanza de poder continuar camino y realizar su sueño de llegar a Estados Unidos.
En una entrevista concedida a la emisora colombiana Caracol Radio, los cubanos dijeron que esperan que el gobierno panameño les permita cruzar la frontera, cerrada al paso de migrantes irregulares desde el pasado lunes, 9 de mayo, tras el anuncio del presidente Juan Carlos Varela.
Es el caso de Ruby Reina, una de las isleñas varadas en la localidad de Sapzurro, que viene atravesando Centroamérica desde Ecuador desde que el terremoto dejara un trauma a su pequeño hijo.
“Ni a la escuela quería ir. Por eso decidimos abandonar Ecuador de una vez por todas y emprender viaje”, dijo Reina a Caracol Radio.
Otra migrante, identificada como Janet Torres, dijo que su experiencia en la selva es “indescriptible”, el lugar “más tenebroso” donde ha estado, y que nunca intentaría de nuevo cruzar a Panamá por el Darién.
“Nos dieron un salvoconducto. Llegamos a Sapzurro y cuando llegamos a La Miel ya la habían cerrado (la frontera). Por eso tuvimos que recurrir al camino de las selvas; tuvimos que subir montañas, nos caímos y nos desplazábamos entre lodo, fango; había abismos y llegamos a un punto donde había un río, Ahí nos habían explicado los cubanos que teníamos que seguir el río para llegar a Puerto Obaldía, Panamá, pero ahí fue donde nos perdimos y nos adentramos más en la selva”, explicó Torres.
Muchos cubanos recurren al camino a través de la selva del Darién, que se extiende entre Colombia y Panamá, para burlar el control fronterizo y llegar al otro lado. Pero el Darién es considerado uno de los enclaves selváticos más peligrosos de la región, territorio de guerrillas, narcos y coyotes que abusan del desconocimiento y desesperación de los migrantes ilegales.
Según confiesa Torres a Caracol Radio, lo único que buscaban al arriesgarse a una travesía por la selva era el bienestar y la libertad que en Cuba no tenían.
“Estábamos buscando un bienestar para nuestra familia, estar en buenas condiciones, tener una libertad”, señaló.
Un disidente político entre los migrantes
Ubernel Cruz Álvarez, quien se identifica como un opositor al régimen cubano, ha intentado cruzar a Panamá en dos ocasiones, y en ambas ha sido interceptado y devuelto al lado colombiano por las autoridades panameñas.
“Subimos a la selva, sin nadie. Fuimos solos a caminar, buscando los caminos y nos perdimos. Estuvimos 4 noches y 5 días perdidos. Salí de Cuba principalmente porque era un perseguido político allí. Soy opositor en Cuba y disidente”, refirió.
En un artículo publicado este sábado por 14yMedio, se explica que Ubernel Cruz Álvarez fue presidente de la Comisión de Atención a Presos Políticos y Familiares en la capital cubana, y trabajó como periodista independiente desde 2007.
Según el diario, el opositor fue detenido en más de 50 ocasiones, y su familia sufrió un sinnúmero de golpizas y actos de repudio, por su labor en defensa de los derechos humanos en la isla.
La esposa de Cruz Álvarez, Odalys Berta Sabates, dijo a 14yMedio que la salud mental de su hijo se vio afectada por la situación de represión continua que enfrentaba la familia en Cuba.
“Desde los siete años Kevin era un niño agredido por los demás compañeritos del aula, e incluso por los profesores. En el barrio lo apedreaban y lo expulsaban de las casas debido a la lucha que llevábamos sus padres”, indicó Sabates, quién se pregunta: “¿es posible que un niño crezca saludablemente en un país en el que su padre era golpeado brutalmente frente a él sólo por sus opiniones políticas?”
En un video que la familia de migrantes cubanos hizo llegar a Martí Noticias la semana pasada a través de nuestra página de Facebook, Cruz Álvarez explicó que están viviendo gracias a la ayuda de los vecinos, porque en el trayecto lo perdieron todo, hasta las medicinas que el pequeño debe tomar como parte de su tratamiento.
En la entrevista con Caracol Radio insistió en agradecer a los colombianos por su solidaridad:
“Los vecinos nos ayudan. Me dan el almuerzo para el niño, algo de arroz que sobra para un hermano, nos comemos algunas frutitas y con eso vamos sobreviviendo. Yo he bajado 17 libras”, comentó.