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De Barrancas a La Habana: Murió en Cuba el poeta Rafael Alcides


El escritor cubano Rafael Alcides (primero de la izquierda), junto a los poetas Raúl Rivero y Manuel Díaz Martínez.
El escritor cubano Rafael Alcides (primero de la izquierda), junto a los poetas Raúl Rivero y Manuel Díaz Martínez.

El escritor cubano Rafael Alcides Pérez murió en La Habana la tarde del martes a los 85 años, según informó a Radio Martí su esposa, la bloguera Regina Coyula.

Alcides nació en Barrancas, un apartado pueblo de Bayamo, actual provincia Granma, en 1933. Desarrolló gran parte de su vida profesional como realizador de radio y su programa En su lugar la poesía fue muy popular en la isla. Su novela Contracastro recibió mención en el Premio Casa de las Américas en 1965.

Entre sus más importantes libros de poesía figuran La pata de palo (1967), Agradecido como un perro (1983), Y se mueren y vuelven y se mueren, y Noche en el recuerdo (ambas de 1988) y Nadie (1993).

El poeta Rafael Alcides comenzó a apartarse poco a poco de la vida cultural de las instituciones cubanas a finales de la década de 1960.

Un camino a la inversa

En 2014 el poeta llegó al punto culminante del disenso con las autoridades cubanas. Al regreso de un viaje al extranjero los funcionarios aduanales le confiscaron varios ejemplares de libros suyos publicados fuera de la isla.

Alcides Pérez entonces renunció a su membresía de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y junto a ella a la Medalla Conmemorativa por el 50 Aniversario de la organización.

“Soy un escritor prohibido, a partir de ahí ¿qué sentido tiene mi membresía en la Unión de Escritores, para qué yo quiero pertenecer a una organización donde yo no me puedo defender ni mucho menos…?”, explicó a Radio Martí a raíz de la renuncia.

El escritor cubano, Rafael Alcides, captado por el lente del fotógrafo Claudio Fuentes.
El escritor cubano, Rafael Alcides, captado por el lente del fotógrafo Claudio Fuentes.

Era un hombre enamorado del pequeño pueblo donde nació y al que no regresó a vivir más nunca. Barrancas era su “paraíso perdido”. En una entrevista ofrecida al poeta Efraín Rodríguez Santana, a propósito de un dossier-homenaje que le ofreció la extinta revista Encuentro de la Cultura Cubana (No. 36. Primavera de 2005), Alcides se explayó así sobre sus pérdidas más cercanas:

“Barrancas es el Paraíso de donde fui echado. Allí perdí todo, allí me quedé yo mismo esperándome en un día imposible del mañana para volver a reunirme con todo lo que entonces fue mío. En cierto modo, todo lo que me ha sucedido después, y aun lo que me sucede ahora mismo, lo he vivido como un recuerdo, como algo que estuviera soñando. Sin saber si yo soy yo o soy mi fantasma, todavía, a cada rato, asustado me palpo brazos, pecho y cara. Tiene su explicación. Después de ser echado de Barrancas y también de perder a Bayamo, me quedé sin nada, solo en el mundo; acabado de cumplir trece años y con un hermano menor, Rubén, al que de hecho, cuando volvimos a vernos, habían pasado tantos siglos que yo acababa de casarme y él estaba cargado de familia. Pero no le haré comerciales a ese romántico empedernido que no acaba de crecer, a ese niño eterno que soy yo mismo, cuya hambre de amor siempre insatisfecha y su manera de amar como los gatos queriéndose de noche encima de los muros, ha sido a menudo el material de sus poemas”.

El proyecto Estado de Sats, que coordina el disidente Antonio Rodiles, produjo en 2013 una entrevista de 29 minutos donde Alcides aparece en público por primera vez -luego de muchos años de silencio- y en el que abordó los temas de la decadencia del país, sus propias inconformidades y el controversial Luis Pavón, una figura triste de la censura contra los artistas y escritores.

“Todo el mundo satanizó a Pavón, pero nadie mencionó por su nombre a los que le dijeron a Pavón que hiciera lo que Pavón hizo, y mientras eso ocurra, pues quiere decir que ese mundo (el de los intelectuales censurados) estará herido y esas cosas, pero está tranquilo”, explicó.

Después de su renuncia pública a la UNEAC, vinieron algunos tropiezos, ocurridos por la intencionalidad de la policía política de sabotear cualquier acto relacionado con su nombre, entre ellos la prohibición de exhibir el documental Nadie, de la autoría de Miguel Coyula.

En 2015 Neo Club Ediciones, el Club de Escritores Independientes de Cuba (CEIC) y el Instituto la Rosa Blanca le concedieron el Premio Nacional de Literatura Independiente de Cuba, que fue compartido en esa ocasión con el poeta exiliado Manuel Díaz Martínez.

Fuerzas combinadas de la Seguridad del Estado y la Policía Nacional Revolucionaria impidieron el 16 de abril de 2017 la exhibición del documental "Nadie", del realizador Miguel Coyula, previsto para realizarse en la galería privada habanera El Círculo, que sesiona en la casa de los artistas Lía Villares y Luis Trápaga.

"Nadie", una cinta que obtuvo el premio al Mejor Documental durante su estreno internacional en el Festival de Cine Global Dominicano, sitúa como protagonista al escritor y poeta Rafael Alcides.

En el filme, Alcides hace un análisis crítico sobre su vida, “y por supuesto, cuando se mencionan nombres específicos se dispara la censura”, dijo a Martí Noticias Miguel Coyula.

Rafael Alcides será cremado. Su viuda informó que no habrá ceremonia fúnebre y las cenizas serán esparcidas en el río de Barrancas, según la voluntad del poeta.

Carta a Rubén

Hijo mío,
harina, ternura

de mis ternuras,
ángel más leve que los ángeles:
desde hoy en adelante
eres el exiliado,
el que bajo otros cielos
organiza su cama y su mesa
donde puede,
el que en la alta noche
despierta asustado y presuroso
corre por la mañana
a buscar debajo de la puerta
la posible carta
que por un instante
le devuelva el barrio,
la calle, la casa
por donde pasaba la dicha como un río,
el perro, el gato,
el olor de los almuerzos del domingo,
todo lo bueno y eterno,
lo único eterno,
cuanto quedó perdido
allá atrás, muy lejos
cuando el avión como un pájaro triste
se fue diciendo adiós.
El que deambula y sueña
lejos de la patria, el extraño,
el tolerado -y, a veces,
con suerte, el protegido
al que se le regalan abrigos
y los zapatos que se iban a botar.
Pero nosotros,
nosotros los solos,
los tristes,
los luctuosos,
los que medio muertos
hemos visto partir el avión
-sin saber si volverá
ni si estaríamos entonces-,
nosotros, esos desventurados
que fuman y envejecen
y consumen barbitúricos,
esperando al cartero,
nosotros, ¿dónde,
adónde,
en qué patria estamos ahora?
¿La patria, lejos de lo que se ama…?
¿La patria, donde falta un cubierto a la mesa,
donde siempre sobra una cama…?
Dios y yo y el sinsonte
que cantaba en la ventana
lo sabemos, niño mío, que fuiste a dar tan lejos:
donde se vive entre paredones y cerrojos
también es el exilio, y así,
con anillos de diamantes
o martillo en la mano,
todos los de acá
somos exiliados. Todos.
Los que se fueron
y los que se quedaron.
Y no hay, no hay
palabras en la lengua
ni películas en el mundo
para hacer la acusación:
millones de seres mutilados
intercambiando besos, recuerdos y suspiros
por encima de la mar.
Telefonea,
hijo. Escribe.
Mándame una foto.

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