A la Unión Europea pertenecen ya Letonia, Lituania y Estonia. En Bruselas acaban de firmar un acuerdo de integración económica Ucrania, Moldavia y Georgia.
De las tres ex repúblicas soviéticas la que ha mostrado una mayor voluntad para entrar en la UE ha sido Ucrania; pero el costo fue excesivo, en vidas humanas y recursos materiales. El presidente Peter Poroshenko estampó su firma con el mismo bolígrafo que se debió utilizar en noviembre, durante la cumbre de Vilna, pero el entonces mandatario Víctor Yanukovich escogió la alianza con Putin.
El acuerdo político se había firmado en marzo, tras la invasión rusa a Crimea y estaban en Bruselas a la espera de la elección presidencial. A diferencia de las anteriores adhesiones a la UE, Ucrania primero entrará en los organismos políticos y después podrá aspirar a ser miembro de la Alianza Atlántica.
Los ucranianos llevan viviendo casi 10 meses de continua crisis, con territorios ocupados por Rusia y enfrascados en una guerra con los separatistas prorrusos; pero las aspiraciones de los ucranianos ya se materializaron, están dentro del conglomerado de naciones del Viejo Continente. No habrá barreras y muros desde Lisboa hasta Kiev. Para Ucrania significa iniciar la mayor reforma social, política y económica de su historia.
El legado soviético, en materia jurídica y la corrupción imperante en las pasadas dos décadas llevaron al país a un estancamiento y una depauperación social que estallo con las protestas del Euromaidan. Las leyes de Ucrania tendrán que corresponder con los estándares de la UE, las libertades civiles, la transparencia informativa, la independencia jurídica, y otras normas que moldearan a la nación eslava. El ejemplo de sus vecinos les animó. El desarrollo de Polonia, República Checa, Eslovaquia, Lituania, Estonia y Letonia fue esperanza para los ucranianos, que no desean ser una comarca rusa.
Junto con Ucrania firmaron el documento Georgia y Moldavia, y las tres ex repúblicas soviéticas se han visto beneficiados en su camino a Bruselas por la agresiva política de Moscú. Los georgianos vivieron una experiencia similar a los ucranianos en el verano del 2008 y la mirada al oeste ha sido una constante en su política exterior. Moldavia se ha beneficiado gracias al apoyo de Rumania y Polonia, que apoyan una política de expansión de las entidades europeas hacia el este, a diferencia de Francia o Alemania.
Rusia no estuvo estos meses con los brazos cruzados. Además de la invasión a Crimea, de la subversión en el este de Ucrania, del boicot a todas las iniciativas de paz de Kiev, se han dedicado a amenazar con romper acuerdos aduaneros y arancelarios con Georgia y Moldavia. En Moscú dijeron que el tren moldavo iba a mucha velocidad y podía perder varios vagones, en alusión a la región autónoma de Gagauzia y el Transdniester donde ambos claman por unirse a Rusia.
El 12 por ciento de las exportaciones de Moldavia van para Moscú y el vino moldavo ya tiene restricciones en la frontera rusa. Las remesas de los trabajadores moldavos y la dependencia al gas ruso son puntos sensibles en las relaciones bilaterales. Para Georgia la presión rusa ya la experimentan hace años. El gas ahora les viene de Azerbaiyán, y exportan su vino y agua mineral a Europa, EE UU y el Asia Central; aunque Rusia mantiene el control de Abjasia y Osetia del Sur, ocupados en el 2008.
El orgullo de Rusia, según la interpretación de los nacionalistas rusos sigue humillado, pues de las 15 repúblicas soviéticas ya seis escogieron el proyecto de desarrollo europeo, y rompiendo toda dependencia con Moscú.