La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dijo el viernes que no renunciará a pesar de la creciente presión para que lo haga y sostuvo que no hay una justificación legal que respalde los intentos por impugnarla. \
Rousseff se enfrenta a un juicio político por supuesta mala administración fiscal, mientras que el Tribunal Supremo Electoral sopesa posibles irregularidades de financiación de campaña que podrían terminar anulando su reelección 2014.
La mandataria se reunió con los reporteros al final de una reunión con los rectores de las universidades federales y criticó a los que piden la renuncia de un presidente elegido sin evidencia concreta de que ella haya violado la constitución. "Si no hay ninguna razón para hacerlo, no voy a renunciar", aseguró.
Al tiempo que el ex mandatario brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva está siendo investigado por presunta corrupción. Lula ha sido denunciado y es investigado por la fiscalía de Sao Paulo, por presunto lavado de dinero y ocultación de patrimonio, en torno al caso fue detenido por varias horas el 4 de marzo en cumplimiento de una orden del juez federal de Curitiba, Sergio Moro.
El magistrado investiga una red de corrupción y un millonario lavado de dinero de la empresa estatal petrolera, Petrobras.
Este sábado, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), la mayor fuerza de la coalición que respalda a la presidenta Dilma Rousseff, debate si rompe con el gobierno.
El PMDB, que lidera el vicepresidente Michel Temer, celebrará su convención en momentos en que Rousseff enfrenta una profunda crisis económica y política y en vísperas de unas protestasconvocadas por grupos opositores, que el domingo pretenden llevar a las calles a millones de personas para exigir la destitución de la mandataria.
La excusa formal de la convención del oficialista PMDB es elegir a la nueva directiva y analizar la coyuntura política, pero las alas disidentes de esa formación, que han ganado fuerza al calor de la crisis, van más allá y exigen "desembarcar" del Gobierno. El mayor fortín de la disidencia del PMDB se sitúa en los estados del sur del país, los más ricos e industrializados y en los que los sectores que presionan por una ruptura con Rousseff han reflejado su posición en un documento aprobado la semana pasada y que presentarán mañana en la convención.
En los últimos días, parlamentarios de esa formación han iniciado un acercamiento al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), la mayor fuerza de la oposición, con el que se hancomprometido a "trabajar juntos" para "buscar una salida a la crisis", según dijo Eunício Oliveira, jefe del grupo del PMDB en el Senado.
La fuerza del partido que lidera el vicepresidente Temer no es nada desdeñable, al punto de que en Brasil se asegura que, desde que el país retomó la democracia en 1985 tras 21 años de regímenes militares, es imposible gobernar sin esa formación. Actualmente, el PMDB ocupa 7 de los 31 ministerios que tiene el Gobierno de Rousseff, pero más allá de eso está considerado como un verdadero poder en la sombra por su peso en el Parlamento y en las administraciones regionales y municipales.