En el segundo aniversario de la muerte del líder opositor cubano Oswaldo Payá, en una carretera del oriente de Cuba, el diario The Washington Post dice en un editorial que puede que la voz de Payá no fuera la más altisonante contra la dictadura de los hermanos Castro, pero sí era una de las más comprometidas y resueltas.
El Post recuerda que el día que murió en aquel auto azul rentado, Payá llevaba un decenio tratando de llevar a cabo "una revolución pacífica que diera a los cubanos el poder para decidir su destino y terminar con el medio siglo de desgobierno de Fidel y Raúl Castro".
El diario capitalino hace un inventario del precio que ya había pagado el fundador del Movimiento Cristiano Liberación por sus esfuerzos: acoso e intimidación, cárcel para sus amigos y aliados, amenazas y advertencias, algunas violentas. Sin embargo, dice, no se rindió, y el día de su muerte se dirigía a encontrarse con simpatizantes de su movimiento.
El editorial reproduce el testimonio que le diera en una entrevista el político español Angel Carromero: Carromero perdió el control del auto después de que fueran embestidos por un vehículo con matrícula estatal. En el desenlace, perecieron Payá y su joven asociado Harold Cepero.
Evoca asimismo el periódico de Washington el juicio orquestado contra Carromero,así como su “confesión” en video leída de tarjetas escritas por la seguridad del Estado.
Desde entonces, denuncia el Washington Post, no ha habido ninguna investigación seria y creíble sobre el suceso: mientras que Cuba ha ignorado todas las demandas para una investigación internacional, España, vergonzosamente, se ha mostrado renuente a llegar al fondo en un caso que involucra a un ciudadano español, pues Payá tenía doble ciudadanía.
"La importancia de establecer la verdad", señala el diario, "es enseñar a los hermanos Castro que no pueden acallar con absoluta impunidad una voz que clama por libertad".
“Los valores por los que Payá luchó en Cuba no deben ser olvidados. Otros disidentes aún siguen luchando, a pesar de las oleadas represivas, las golpizas, los encarcelamientos y la persecución. Ellos no deben ser abandonados”, concluye diciendo el editorial de The Washington Post.