El diario The New York Times recapitulaba este viernes como tras un breve período de acercamiento, en el primer año de la presidencia de Barack Obama, la diplomacia entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba ha recobrado la temperatura glacial que la caracterizó durante 50 años.
En un reportaje de Damien Cave titulado Americans and Cubans Still Mired in Distrust, [Estadounidenses y cubanos aún empantanados en la desconfianza] el Times evalúa el fracaso de la reciente visita a La Habana del gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, para gestionar la liberación del subcontratista norteamericano Alan Gross, como el último en una cadena de malentendidos, pasos equivocados y gestos percibidos como desaires.
Revela el diario que Richardson incluso tenía el visto bueno del Departamento de Estado para ofrecer a La Habana dos concesiones: una, permitir que un espía castrista de la red Avispa --René González—regresara a la isla sin cumplir una sentencia suplementaria de tres años de libertad supervisada, una vez extinguida, su sentencia principal; la segunda y más importante: un proceso encaminado a sacar a Cuba de la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo.
No fue suficiente, dice el diario neoyorquino, lamentando que de nuevo el modus operandi en las relaciones bilaterales sea el del resentimiento y la desconfianza. El Times toma como punto de giro del retroceso el arresto de Alan Gross en Cuba en diciembre del 2009.
Recuerda que antes, en el primer año del presidente Obama las reuniones entre funcionarios de ambas partes fueron más frecuentes, y hasta visitó la isla el diplomático estadounidense de más alto rango desde 2002, la subsecretaria de Estado Adjunta para Asuntos del Hemisferio Occidental Bisa Williams; en ese tiempo, Cuba eliminó un impuesto del 10 por ciento a las remesas, y revela el rotativo que incluso después de la detención de Gross, funcionarios de los dos países iniciaron conversaciones para construir y operar conjuntamente un hospital rural en Haití.
La idea–refiere el autor citando fuentes diplomáticas-- surgió tras el arrasador terremoto en Haití en enero de 2010. Cuba aprobó entonces rápidamente una solicitud de Washington para permitir que sus aviones atravésaran el espacio aéreo cubano para transportar a las víctimas a la Florida. Estados Unidos respondió con elogios públicos sobre la cooperación de Cuba y la labor de sus médicos en la isla vecina.
Un editorial de la Voz de los Estados Unidos mencionaba por esos días el impulso recibido desde la mayor de las Antillas, y la colaboración entre Cuba y Estados Unidos, en la recuperación posterior al sismo, y concluía: “Debemos continuar buscando áreas en las que la cooperación entre nuestras dos naciones pueda apoyar las labores de socorro en Haití”.
Esos avances condujeron a la idea de una relación más formal, y de preparar conjuntamente un nuevo hospital para zonas rurales de Haití. Sería construido y equipado con ayuda americana, pero el personal de salud sería cubano. El Times, que cita a funcionarios estadounidenses, dice que durante varios meses las charlas fluyeron sin problemas, y que casi habían concluido cuando las viejas sensibilidades resurgieron.
La Habana puso nuevas condiciones: “Queremos hacerlo, pero ustedes tienen que dejar de reclutar a los médicos de nuestras brigadas”, en referencia a un programa creado por el presidente George W. Bush, y continuado por Obama, para ayudar al personal cubano de la salud que intenta abandonar las misiones en el exterior.
Agrega el diario neoyorquino que después que la administración Obama indicara que no eliminaría el programa, los funcionarios cubanos se indignaron por un evento en el que a su juicio no se había aquilatado bien la labor de sus médicos en Haití. Por último, pocos días antes de que fuera sellado un acuerdo sobre el hospital rural, Cuba exigió la construcción de un segundo centro hospitalario en Puerto Príncipe, a un costo de millones de dólares. Eso mató el proyecto, apunta el Times.
Desde entonces, la relación ha continuado marchitándose. Funcionarios estadounidenses observan que Cuba perdió este año una buena oportunidad, mientras la Casa Blanca y el senador John Kerry ejercían presión para recortar los fondos de los programas pro democracia de Estados Unidos para la isla.
Si Alan Gross hubiese liberado entonces --indicaron al reportero del Times fuentes estadounidenses-- los programas se habrían ajustado para que se dirigieran menos a debilitar el gobierno cubano, y más a ayudar a fortalecer la sociedad civil de la isla. Al final, el Congreso mantuvo casi intactos los fondos y los objetivos de los programas cubanos de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID, esos que –según el New York Times-- el gobierno de los hermanos Castro considera “subversivos para su soberanía y su autoridad”.