Decenas, si no centenares, de estatuas y placas conmemorativas de la era soviética han sido erradicadas más o menos silenciosamente en los tres países bálticos. Pero ahora Letonia convirtió en cuestión nacional el derribo del mayor de esos monumentos, en Riga, la capital, informó la agencia de prensa Efe.
Se trata del monumento central en honor a la victoria del ejército soviético sobre la Alemania nazi. El propósito es eliminar éste y otros rastros de esa "herencia" aún presentes en esa antigua república soviética, ahora miembro de la OTAN y la Unión Europea.
La campaña a favor del derribo empezó el 20 de mayo, con una marcha hasta el controvertido monumento de unas 5.000 personas que exigían su demolición.
Todo ello en el contexto de una guerra, la de Ucrania, que ha exacerbado las tensiones entre la población letona y la de origen ruso -un 25% del total-, y ante la perspectiva de las elecciones legislativas del 1 de octubre.
Siete días después de esa marcha el Parlamento letón abordó en primera lectura un proyecto de ley que prohíbe los monumentos, carteles conmemorativos, objetos artísticos y cualquier otro tipo de exhibición pública destinados a glorificar el régimen soviético, el nazismo, la guerra o la violencia.
El proyecto de ley incluye la demolición de este tipo de objetos, una operación cuyos costes compartirán poderes locales y el gobierno nacional.
También se contempla derribar el Monumento a la Victoria de Riga, algo que debe ocurrir a más tardar el 15 de noviembre, tres días antes de la celebración del Día de la Independencia de Letonia.
LAS OPCIONES - ESTONIA Y LITUANIA
En la vecina Estonia -con un porcentaje parecido de población rusa- se recuerdan aún los disturbios en que derivó hace quince años el traslado de un monumento soviético, el llamado Soldado de Bronce, desde el centro de la capital, Tallin, a un cementerio.
Junto a otro monumento soviético de la capital estona, un obelisco, se ha levantado un memorial a las víctimas del comunismo, así como un museo donde se conservan bustos y estatuas a Lenin, a modo de mirada irónica sobre el régimen de la Unión Soviética.
En Lituania, con apenas un 5% de población de origen ruso, la cuestión de los monumentos no ocupa un papel destacado en la agenda política.
Las autoridades lituanas han concentrado los recordatorios de la época soviética, incluidas las estatuas a Lenin que estaban repartidas por diversas plazas en el llamado Parque de las Esculturas Soviéticas, cerca de la ciudad de Druskininkai.
Se le considera una atracción turística más bien grotesca, en que se mezclan piezas de artillería con bustos de Marx o Engels y enormes estatuas de soldados soviéticos.
A fines de abril, meses después del inicio de la invasión rusa de Ucrania, el ministro de Cultura lituano, Simonas Kairys, firmó una normativa que permite a los poderes locales decidir el destino de los monumentos soviéticos presentes en sus cementerios.
Hasta ahora, los cementerios estaban protegidos pero con las nuevas normas podrán retirarse los recordatorios o lápidas que glorifiquen al Ejército Rojo o al Partido Comunista.
El historiador Arnis Aboltins ha compilado unos 313 sitios u objetos conmemorativos en Letonia. Explicó a Efe que las opiniones hacia estos recordatorios de la era soviética van desde el debate público sobre su eliminación hasta sus "desaparición", como ocurrió con un cañón de la localidad de Jekabpils, presuntamente sustraído por la noche y posiblemente arrojado a un río.
“Si le piden a los municipios que eliminen sus monumentos soviéticos, le dirán que son propiedad abandonada o sin dueño y que el gobierno nacional debe ocuparse de ellos”, explica Aboltins.
Para Juris Krievs, concejal del distrito letón de Bauska, su eliminación “no debe ser el tema número uno de la agenda política", comentó a Efe. "Hemos donado 20.000 euros de ayuda a una ciudad en Ucrania. Es dinero mejor gastado”, añade.
En Estonia, Riin Alatalu, vicepresidente del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) y profesor de la Academia de las Artes, considera que las reliquias soviéticas son menos controvertidas.
“Estonia siempre ha sido muy modesta en esculturas y estatutos en el paisaje urbano. Siempre hemos tenido menos que en Letonia o, por ejemplo, en Bulgaria”, explicó a Efe.
En Tallin, un obelisco soviético, sin adornos comunistas ni estatuas de soldados del Ejército Rojo, tiene a su lado un monumento a las víctimas del comunismo, así como una colección de estatuas en el Museo Historia.
"Creo que es la solución adecuada. Ahora es un conjunto monumental en recuerdo a las víctimas del comunismo, al ejército soviético y una tumba para los soldados alemanes. Es más bien modesto y neutro. Es una excelente pieza arquitectónica", sostiene Alatalu.