Las estadísticas que se obtuvieron al inicio de la epidemia del COVID-19 muestran que la enfermedad es más severa para personas mayores de edad, hombres y personas con condiciones preexistentes, como por ejemplo problemas cardíacos y pulmonares.
Sin embargo, los científicos Arturo Casadevall (de origen cubano) y Liise-anne Pirofski advierten en un artículo de opinión en Bloomberg.com que no todas las personas con enfermedades severas enfrentan los mismos riesgos.
Entre las personas de un mismo grupo de riesgo, “las diferencias de los resultados de una infección dependen de cinco variables fuera de su control” (Infección es definida como adquisición del coronavirus tras ser expuesto; infección no es sinónimo de exposición):
- La cantidad de partículas virales. La defensa natural del cuerpo humano suele responder con efectividad ante un número bajo. Pero un número alto “puede arrasar el sistema inmunológico”.
- Genética. Los virus suelen entrar a las células por medio de proteínas de superficie, pero “la presencia de dichas proteínas varían de persona a persona”.
- El camino por donde entra el virus al cuerpo. Es posible que un virus en forma de aerosol que sea inhalado por la persona y un virus que entra al cuerpo porque la persona se tocó el rostro después de tocar una superficie contaminada, tengan consecuencias diferentes.
- La potencia del coronavirus. Aunque sean de la misma especie, “los virus difieren en su capacidad de dañar células. Es por eso que la gripe varía en potencia cada año. Asimismo, el coronavirus puede cambiar su estructura genética mientras va de persona a persona”.
- El sistema inmunológico de cada persona es clave. Este sistema de protección “aprende de sus encuentros anteriores con microbios”, y eso afecta cómo luchará contra una nueva amenaza.
Los doctores Casadevall y Pirofski argumentan que estas variables “crean un escenario complejo” y por eso “es imposible predecir quién vivirá y quién morirá”. Pero también afirman que esto no es como la influenza de 1918, pues hoy en día existe una comunidad científica robusta. “La Ciencia es la salvación de la humanidad”, subrayaron en el texto.
El doctor Arturo Casadevall es oriundo de Sancti Spíritus. Reside en Estados Unidos desde los 11 años de edad, y hoy en día, desde la Universidad de Johns Hopkins en la ciudad de Baltimore, impulsa una campaña mundial para usar los anticuerpos de personas que sobreviven COVID-19, para tratar a otras personas infectadas.
La página web de este proyecto de plasma convaleciente es www.ccpp19.org; contiene protocolos en inglés y español. La iniciativa cuenta con el apoyo económico del Estado de Maryland, el empresario y egresado de Johns Hopkins, Michael Bloomberg, y la liga de basquetbol NBA, entre otros.
La doctora Liise-anne Pirofski es profesora de medicina y directora de Enfermedades Contagiosas en la Universidad de Medicina Albert Einstein y el Centro Médico Montefiore, ambos en la ciudad de Nueva York.
La doctora Pirofski también promueve el uso de plasma convaleciente; dice que este tratamiento, aplicado a pacientes en la primera etapa de COVID-19, puede salvar vidas.