El histórico establecimiento de relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana ha abierto la puerta a que Israel y Cuba retomen sus relaciones después de más de 40 años, aunque su buena voluntad suele verse truncada por complejos intereses y esquemas geoestratégicos.
"La ausencia de relaciones diplomáticas no es natural. Después que Estados Unidos haya restablecido las suyas con Cuba no hay realmente una razón para mantener esta situación", confirmaron a Efe fuentes diplomáticas israelíes de alto rango que pidieron el anonimato.
Israel sigue el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos desde el año pasado y su Ministerio de Exteriores ha analizado el asunto en profundidad en busca de una política efectiva ante los dramáticos cambios de los últimos siete meses.
"No tenemos ningún conflicto con Cuba y hay mucho interés por ese país entre los israelíes y viceversa: interés político, económico y cultural", agregaron las fuentes al recordar que fue Cuba la que las sancionó y la que, en teoría, debería restaurarlas ("aunque no siempre tiene por qué ser así").
Después de 25 años de estrechas relaciones avaladas por su común ideología socialista y el papel desempeñado por el empresario, científico y diplomático judeo-cubano Ricardo Wolf o Lobo (que da nombre al principal premio científico israelí) la Cuba comunista rompió relaciones con Israel en septiembre de 1973. Lo hizo en una estrategia que se enmarcaba dentro de la Guerra Fría, su creciente interés por el mundo árabe y la presidencia del Movimiento de los No Alineados, que Fidel Castro obtuvo poco después.
Tras el derrumbe del bloque soviético y el inicio del proceso de paz de Oslo entre israelíes y palestinos, en 1992 se produjo un notorio acercamiento, que no llegó a fraguar en relaciones formales por la necesidad de Israel de apoyo político y financiero estadounidense.
"Era todo una farsa, había relaciones. Artistas y escritores cubanos visitaban Israel; los israelíes visitaban Cuba. Pero $3.000 millones de ayuda (de EEUU) había que devolverlos de alguna manera", recuerda sobre ese período Tamar Goyansky, exdirigente del Partido Comunista Israelí (hoy, Jadash).
Miembro de la ya desaparecida Liga Israelí contra el Bloqueo a Cuba, que fundó y presidió su marido Yoram, Goyansky señaló a Efe que "por aquel entonces también Cuba tenía entre manos cosas más importantes que Israel", por lo que la histórica proximidad entre los dos pueblos se vio condicionada nuevamente por los intereses geopolíticos.
Los 90 fueron testigo del comienzo de la emigración de miles de judíos cubanos a Israel en una decisión aprobada personalmente por Fidel Castro; de grandes empresas comerciales en las que llegó a participar el ex alto mando del Mosad Rafi Eitan; y de una creciente cooperación en temas agrícolas.
Y, a pesar de su fuerte e insistente crítica a Israel en todo lo relacionado con su política hacia la causa palestina –de la que Castro siempre se consideró uno de sus principales paladines–, también tuvo gestos personales hacia el Estado judío.
En 2006 inauguró en La Habana un monumento a las víctimas del Holocausto en un evento público al que invitó a Eitan y al exrabino jefe de Israel, Meir Lau. Y cuatro años más tarde repudió sucesivas declaraciones del expresidente iraní Mahmud Ahmadineyad por considerarlas antisemitismo.
"Durante 2.000 años (los judíos) fueron sujetos a una persecución terrible y a los terribles pogromos (...) Yo creo que fue su cultura y religión que los mantuvo unidos como una nación", dijo en una entrevista con el estadounidense Atlantic, en la que pidió abiertamente al líder iraní dejar de negar el Holocausto.
Un gesto que el entonces presidente israelí, Simón Peres, y el primer ministro, Benjamín Netanyahu, retribuyeron con sendas cartas de agradecimiento. Y ahí quedó la cosa.
Sucesivas operaciones militares israelíes en Gaza, sobre todo las de 2008 y 2014, hicieron que el régimen cubano elevara las condenas por encima del resto de la comunidad internacional contra Israel que, a su vez, votaba a favor del bloqueo a la isla, el único país del mundo junto a su aliado estadounidense.
El sempiterno desencuentro político contrasta en la actualidad con las visitas de más de 5.000 israelíes al año a la isla caribeña, la respetuosa actitud del régimen comunista hacia la pequeña comunidad judía cubana, los permisos para la emigración de judíos a Israel (unos 100 al año) y los emprendimientos comerciales privados que siguen con vigor, aunque a menor escala que hace una década.
En todos esos sentidos, la apertura de embajadas en Washington y La Habana vuelve a ofrecer ahora a ambas partes la oportunidad de poner fin a 40 años de desencuentro. Si bien en Jerusalén el optimismo se entremezcla con la cautela.
Los estrechos lazos de Cuba con países como Venezuela –el más crítico hoy con Israel en el continente americano y del que La Habana recibe petróleo subvencionado– pueden interponerse nuevamente entre israelíes y cubanos, al igual que pueden hacerlo grupos republicanos que son hoy el apoyo más sólido del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en Estados Unidos.