La Iglesia Católica cubana abrió dos talleres y una diplomatura ligada a una universidad mexicana para capacitar a los nuevos emprendedores y cooperativistas que quieran abrir negocios en la isla al calor de las reformas económicas.
Las incubadoras de pequeñas empresas comprenden la capacitación y el asesoramiento pero no incluyen el llamado "capital semilla" —capital inicial—, explicó la revista Palabra Nueva, del Arzobispado de La Habana.
Dos de los proyectos, un taller de tres meses y una diplomatura de dos años son administradas por la Compañía de Jesús y los Hermanos La Salle; mientras que otro curso de un mes está gestionado por el propio Arzobispado de La Habana.
La forma de ingresar a las clases depende de cada iniciativa, por ejemplo en el diplomado que avala la Universidad de La Salle en México se debe rendir un examen, explicó la publicación, que no especificó la cantidad de personas matriculadas para cada uno.
Según AP, el curso "está pensado para enseñar a las personas a conducir un negocio de una manera elemental. Ofrecemos, por lo tanto, conocimientos básicos, pero necesarios, para adaptar el proyecto a nuestro país", comentó Jorge Mandilego, director de CubaEmprende del Arzobispado, que comenzó sus talleres a mediados de 2012.
Mandilego indicó que se imparten cuatro módulos -uno por semana- con temas que van desde la necesidad de tolerar las frustraciones, pasando por conceptos de mercadeo, hasta técnicas de contabilidad y tributos.
"Al final de todos los encuentros, de acuerdo con la metodología utilizada, el estudiante debe entregar su plan de negocio al 70% de cumplimiento", expresó Mandilego.
En cuanto a las congregaciones, los jesuitas llevan adelante un taller de dos frecuencias semanales "dirigido a resolver o aminorar un problema objetivo, enfocado a la realidad cubana", explicó uno de sus responsables, Carlos Ramón Pedroso.
"Asisten personas de todo tipo, profesionales o no, católicos o no, sólo importa su interés por desarrollar a conciencia un proyecto", agregó.
Los hermanos de La Salle desarrollan en su diplomado siete módulos que incluyen temas más elaborados como gestión de capital humano y negociación o ventas.
La revista advirtió que ninguno de los tres cursos "busca desplazar algún empuje similar que, con igual propósito, se realice desde instituciones estatales".
En Cuba no existe la educación privada y la escuela es pública, gratuita y obligatoria desde el triunfo de la revolución en la década de los 60. Durante las últimas décadas la Iglesia Católica pidió acceso al sector pero las autoridades rechazaron sistemáticamente la demanda.
Desde 2010 el presidente Raúl Castro comenzó un proceso de apertura económica a formas de gestión privadas de pequeños emprendedores o cooperativas, antes impensable en medio de un panorama donde el 80% del empleo es estatal. También entregó tierras ociosas en usufructo a productores particulares, destrabó el mercado de bienes raíces y la compra venta de autos y actualizó la política crediticia.
Sin embargo, Palabra Nueva reportó que los responsables de sus talleres encontraron limitaciones para sus incubadoras como la falta de acceso a la publicidad —muy limitada en Cuba— o a un mercado mayorista.
Las incubadoras de pequeñas empresas comprenden la capacitación y el asesoramiento pero no incluyen el llamado "capital semilla" —capital inicial—, explicó la revista Palabra Nueva, del Arzobispado de La Habana.
Dos de los proyectos, un taller de tres meses y una diplomatura de dos años son administradas por la Compañía de Jesús y los Hermanos La Salle; mientras que otro curso de un mes está gestionado por el propio Arzobispado de La Habana.
La forma de ingresar a las clases depende de cada iniciativa, por ejemplo en el diplomado que avala la Universidad de La Salle en México se debe rendir un examen, explicó la publicación, que no especificó la cantidad de personas matriculadas para cada uno.
Según AP, el curso "está pensado para enseñar a las personas a conducir un negocio de una manera elemental. Ofrecemos, por lo tanto, conocimientos básicos, pero necesarios, para adaptar el proyecto a nuestro país", comentó Jorge Mandilego, director de CubaEmprende del Arzobispado, que comenzó sus talleres a mediados de 2012.
Mandilego indicó que se imparten cuatro módulos -uno por semana- con temas que van desde la necesidad de tolerar las frustraciones, pasando por conceptos de mercadeo, hasta técnicas de contabilidad y tributos.
"Al final de todos los encuentros, de acuerdo con la metodología utilizada, el estudiante debe entregar su plan de negocio al 70% de cumplimiento", expresó Mandilego.
En cuanto a las congregaciones, los jesuitas llevan adelante un taller de dos frecuencias semanales "dirigido a resolver o aminorar un problema objetivo, enfocado a la realidad cubana", explicó uno de sus responsables, Carlos Ramón Pedroso.
"Asisten personas de todo tipo, profesionales o no, católicos o no, sólo importa su interés por desarrollar a conciencia un proyecto", agregó.
Los hermanos de La Salle desarrollan en su diplomado siete módulos que incluyen temas más elaborados como gestión de capital humano y negociación o ventas.
La revista advirtió que ninguno de los tres cursos "busca desplazar algún empuje similar que, con igual propósito, se realice desde instituciones estatales".
En Cuba no existe la educación privada y la escuela es pública, gratuita y obligatoria desde el triunfo de la revolución en la década de los 60. Durante las últimas décadas la Iglesia Católica pidió acceso al sector pero las autoridades rechazaron sistemáticamente la demanda.
Desde 2010 el presidente Raúl Castro comenzó un proceso de apertura económica a formas de gestión privadas de pequeños emprendedores o cooperativas, antes impensable en medio de un panorama donde el 80% del empleo es estatal. También entregó tierras ociosas en usufructo a productores particulares, destrabó el mercado de bienes raíces y la compra venta de autos y actualizó la política crediticia.
Sin embargo, Palabra Nueva reportó que los responsables de sus talleres encontraron limitaciones para sus incubadoras como la falta de acceso a la publicidad —muy limitada en Cuba— o a un mercado mayorista.