Al cierre de la penúltima semana de 2025, la situación epidemiológica en Cuba registra un ascenso en la mortalidad y la incidencia de enfermedades transmitidas por vectores.
Según cifras oficiales, el número de fallecidos por arbovirosis ha ascendido a 55, con una prevalencia significativa de menores de edad entre las víctimas.
La situación comenzó a reportarse inicialmente en Cárdenas, Matanzas. E
l opositor exiliado Eduardo Pacheco denunció en redes sociales la presencia de cientos de miles de personas con cuadros de fiebre alta, inflamación facial y manchas cutáneas, señalando la falta de recursos para diagnósticos: “En este momento hay cientos de miles de personas enfermas (...) no hay para hacer un diagnóstico, no hay”.
A la par de estos reportes, ciudadanos y medios independientes documentaron a través de redes sociales una crisis de insalubridad nacional, caracterizada por la acumulación de desechos sólidos, salideros de agua y el vertimiento de aguas albañales.
En junio, informes de Martí Noticias indicaron la proliferación de roedores y mosquitos cerca de centros de salud y centros escolares en municipios de la capital como El Vedado, La Habana Vieja, Centro Habana y el Cerro.
En julio se detectó el primer brote de Chikungunya en Matanzas, provincia que se estableció como epicentro de la enfermedad. No fue hasta el mes de noviembre que el mandatario Miguel Díaz-Canel reconoció oficialmente la existencia de una epidemia de Dengue, Chikungunya y Oropouche.
A inicios de diciembre, el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) confirmaba 33 decesos. No obstante, la cifra actualizada a finales de mes sitúa las víctimas mortales en 55.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) ratificó que Cuba presenta la mayor incidencia de Chikungunya en el continente durante 2025, con una tasa de 183,043 casos por cada 100,000 habitantes, cifra que supera los registros de Brasil y el promedio de la región del Caribe.
Expertos han señalado reservas sobre estos datos, advirtiendo un posible subregistro debido a la escasez de reactivos y un sistema de diagnóstico basado principalmente en la vigilancia clínica ante la saturación de la atención primaria.
Para los pacientes que sobreviven al virus, la recuperación se ve afectada por la falta de insumos médicos.
Desde La Habana, la activista Lucinda González relató las indicaciones recibidas tras su diagnóstico: “El médico lo que me dijo que tomara bastante agua (...) Qué esperanza, más aquí en Cuba sin medicamentos, que estamos falta de vitaminas”.
Especialistas han advertido sobre las secuelas crónicas del Chikungunya, que incluyen dolores articulares persistentes.
Desde Holguín, Dámaso Fernández describió el impacto funcional de la enfermedad: “Ya empezaron las secuelas con dolores de cabeza, dolores en las articulaciones (...) la persona está limitada en un 80%”, para realizar actividades básicas como la búsqueda de alimentos.
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