En una pequeña parcela de tierra en las afueras de La Habana, una empresa familiar cubana produce harina sin gluten a partir de plátano, coco y yuca, prefiriendo estos productos locales a los costosos ingredientes importados, a medida que los cubanos buscan alternativas innovadoras como solución a la crisis alimentaria.
Cuba compra en el exterior la mayor parte de los alimentos que consume, pero los ingresos se han desplomado tras la pandemia, obstaculizados por las sanciones de Estados Unidos y el tambaleante turismo, que alguna vez fue un pilar de la economía en la isla del Caribe.
Esto ha llevado a buscar alternativas como las del diseñador y agricultor Gabriel Pérez, de 38 años.
"Hay una crisis, eso es innegable", dijo Pérez, quien vendió un pequeño restaurante en La Habana y su casa para establecerse en una reducida parcela de cultivo en las afueras de La Habana.
"Pero en Cuba (la crisis) está también asociada a la poca cultura de los alimentos que tenemos a mano", añadió al señalar que los cubanos prefieren el arroz, el cerdo y los frijoles.
Nacido a mediados de 2020, su negocio familiar Bacoretto se dedica a secar, moler la yuca, el arroz, el plátano y el coco para convertirlo en harina orgánica, preferida por los consumidores intolerantes al gluten.
Los subproductos se utilizan para elaborar aceite de coco, fibras de coco para hacer sogas y productos fermentados con las mismas frutas para realizar dulces, panes, galleticas (...), dijo Pérez a Reuters.
Bacoretto es un proyecto pequeño y especializado que comercializa sus productos principalmente en La Habana.
Pérez, que ha batallado por encontrar financiamiento en un país con problemas de liquidez, ha aprovechado la decisión del Estado para su negocio tras décadas de prohibición a la empresa privada desde poco después de la revolución Fidel Castro en 1959.
"Para ser rentable se necesita aumentar la capacidad tecnológica, se necesitan mejores maquinarias (...) las materias primas se secan al sol y se muelen con batidoras no industriales", afirmó.
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