Flores, velas, retratos, se van acumulando alrededor de una piedra. No es cualquier piedra, es la Solovetsky que, traída desde el lejano archipiélago Solovki, en el mar Blanco -asentamiento de uno de los Gulag más aterradores de esta oscura etapa de la historia- se halla ubicada en la Plaza Liubianka, frente a lo que fuera la sede del tristemente célebre cuartel de la KGB.
Durante horas, con una temperatura rayando el bajo cero, los ciudadanos han aguardado su momento de participar en la ceremonia conocida como “La recuperación de los nombres”, en la que combaten la natural tendencia al olvido que padecemos los seres humanos.
Uno tras otro, los nombres de los “purgados” durante el estalinismo se van desgranando como las cuentas de un rosario, quizá, el rosario más largo de la historia.
Según Memorial, un movimiento cívico creado para estos fines en 1992, se calcula que alrededor de doce millones de seres humanos fueron víctimas de las purgas estalinistas. Solamente durante la etapa llamada del Gran Terror, entre 1937 y 1938, del millón seiscientas mil personas represaliadas, setecientas mil fueron pasadas por las armas frente a los pelotones de fusilamiento.
Con la paciencia que nace de ese sentimiento de responsabilidad y la necesidad de evitar que hechos como éstos se repitan, los moscovitas desgranan los nombres de esas víctimas, desconocidas e ignoradas hasta hace apenas diez años, cuando se inauguró este ritual de reconocimiento y respeto.
Memorial, publicó integramente las casi 12 horas de lectura de los hombres de los desaparecidos, aclarando en su nota que quedaron nombres por ser leídos.