Durante años, los más grandes dictadores del mundo han prometido reformas que sólamente quedaron en palabras o documentos. Precisamente, un artículo publicado en la revista digital "The Daily Beast" hace referencia a estos gobernantes.
En la publicación que analiza las violentas y dictatoriales acciones del líder norcoreano Kim Jon Un, el periodista Michael Moyniham, pone la dictadura cubana como el mejor ejemplo de aquellos gobiernos que prometen reformas todos los años y nunca los cumplen. En el caso cubano esta situación data desde 1959.
Moyniham, hace una cronología de publicaciones sobre este tema y empieza en 1984, cuando la agencia de noticias Prensa Asociada (AP), con entusiasmo publicaba que "los visitantes de la Habana... notan un candor nuevo en la prensa — abierta a críticas sobre las improductivas fábricas, el pobre servicio en los restaurantes y problemas similares".
Luego en 1990, AP reportó que, con el colapso de la Unión Soviética, Cuba estaba dando su "primer indicio de hacer algunas reformas". En 1993, la AP dijo otra vez que Cuba estaba "abriendo su economía con nuevas reformas," mientras la "nación se alejaba del socialismo".
En 1994, el Washington Post publicó que las nuevas reformas "mejorarían la economía de Cuba," mientras "los apagones disminuyen [y] el turismo revive". En el 2008, el New York Times también publico que Raúl Castro estaba "empujando Cuba hacia las reformas". Y en el 2012, los normalmente sobrios editorialistas de la revista "The Economist" se sumaron a esta corriente publicando: "Bajo Raúl Castro, Cuba ha comenzado el viaje hacia el capitalismo."
Tras este recuento, Michael Moyniham precisa que con todas estas reformas uno podría asumir que a estas alturas, Cuba se habría transformado en una copia tropical de Noruega. "Pero las 'reformas' de Raul Castro han sido tan impresionantes como las de Gadafi o de Mugabe (Ellos nunca incluyeron elecciones, no?), sin embargo, aún no se puede evitar los emocionados avisos de prensa sobre los cambios en marcha en Castroville.", puntualiza.
La referencia sigue sobre un comentario publicado el domingo pasado, en el "New York Times" donde se dice que en "la prensa de Cuba, calles y salas" había "destellos de apertura a la crítica". Esta nueva apertura al parecer duraría dos días. Porque el martes, AP reportó que "agentes del gobierno cubano... habían detenidos unos 20 disidentes que participaban de una marcha por el día internacional de los derechos humanos, parando la manifestación antes de comenzar." Y una semana después, AP lanzó más agua, con el siguiente titular: "Raúl Castro lanza severa advertencia a empresarios".
El periodista culmina el escrito diciendo que por razones que siempre lo confundirán, Cuba tiene y siempre tendrá un dedicado grupo de viajeros y tontos aduladores; que creen que impidiro el desarrollo de libres elecciones y libertad de prensa es el precio que se debe pagar para mantener un sistema de salud universal, carente y deficiente.
Los tiranos no cambian de rayas
Al inicio de esta publicación Michael Moyniham se centra en un análisis sobre el gobierno de Kim Jong Un, a quien lo considera un "chico tonto y tirano". Tras analizar algunos detalles bibliográficos de Kim Jong, el periodista se hace la pregunta: ¿Dónde estamos ahora con el reformismo coreano del norte, a dos años de gobierno de Kim Jong Un?
Las sorprendentes purgas públicas de cuadros de alto rango del partido; los familiares de los purgados, en verdadera moda Soviética, son llevados al campo; cualquier imagen del purgado se extrae digitalmente de videos y fotos; y en un momento de verdadera locura orwelliana, el régimen también borró cada noticia escrita antes de octubre de los archivos de la Agencia de noticias estatal.
Según Moyniham, no es ninguna sorpresa que Kim Jong Un continúe el legado de su padre y su abuelo —no hay signos de reforma a la vista- porque hemos jugado este juego un millón de veces antes.
"El mundo fue prometido hace mucho tiempo que el matón zimbabuense Robert Mugabe sería un gran reformador. (En 1983, la revista Christian Science Monitor le dijo a sus lectores que la pequeña pero económicamente productiva comunidad blanca, que una vez temía subida de Mugabe al poder, ahora lo respetaba y admiraba)", afirma.
En la publicación que analiza las violentas y dictatoriales acciones del líder norcoreano Kim Jon Un, el periodista Michael Moyniham, pone la dictadura cubana como el mejor ejemplo de aquellos gobiernos que prometen reformas todos los años y nunca los cumplen. En el caso cubano esta situación data desde 1959.
Moyniham, hace una cronología de publicaciones sobre este tema y empieza en 1984, cuando la agencia de noticias Prensa Asociada (AP), con entusiasmo publicaba que "los visitantes de la Habana... notan un candor nuevo en la prensa — abierta a críticas sobre las improductivas fábricas, el pobre servicio en los restaurantes y problemas similares".
Luego en 1990, AP reportó que, con el colapso de la Unión Soviética, Cuba estaba dando su "primer indicio de hacer algunas reformas". En 1993, la AP dijo otra vez que Cuba estaba "abriendo su economía con nuevas reformas," mientras la "nación se alejaba del socialismo".
En 1994, el Washington Post publicó que las nuevas reformas "mejorarían la economía de Cuba," mientras "los apagones disminuyen [y] el turismo revive". En el 2008, el New York Times también publico que Raúl Castro estaba "empujando Cuba hacia las reformas". Y en el 2012, los normalmente sobrios editorialistas de la revista "The Economist" se sumaron a esta corriente publicando: "Bajo Raúl Castro, Cuba ha comenzado el viaje hacia el capitalismo."
Tras este recuento, Michael Moyniham precisa que con todas estas reformas uno podría asumir que a estas alturas, Cuba se habría transformado en una copia tropical de Noruega. "Pero las 'reformas' de Raul Castro han sido tan impresionantes como las de Gadafi o de Mugabe (Ellos nunca incluyeron elecciones, no?), sin embargo, aún no se puede evitar los emocionados avisos de prensa sobre los cambios en marcha en Castroville.", puntualiza.
La referencia sigue sobre un comentario publicado el domingo pasado, en el "New York Times" donde se dice que en "la prensa de Cuba, calles y salas" había "destellos de apertura a la crítica". Esta nueva apertura al parecer duraría dos días. Porque el martes, AP reportó que "agentes del gobierno cubano... habían detenidos unos 20 disidentes que participaban de una marcha por el día internacional de los derechos humanos, parando la manifestación antes de comenzar." Y una semana después, AP lanzó más agua, con el siguiente titular: "Raúl Castro lanza severa advertencia a empresarios".
El periodista culmina el escrito diciendo que por razones que siempre lo confundirán, Cuba tiene y siempre tendrá un dedicado grupo de viajeros y tontos aduladores; que creen que impidiro el desarrollo de libres elecciones y libertad de prensa es el precio que se debe pagar para mantener un sistema de salud universal, carente y deficiente.
Los tiranos no cambian de rayas
Al inicio de esta publicación Michael Moyniham se centra en un análisis sobre el gobierno de Kim Jong Un, a quien lo considera un "chico tonto y tirano". Tras analizar algunos detalles bibliográficos de Kim Jong, el periodista se hace la pregunta: ¿Dónde estamos ahora con el reformismo coreano del norte, a dos años de gobierno de Kim Jong Un?
Las sorprendentes purgas públicas de cuadros de alto rango del partido; los familiares de los purgados, en verdadera moda Soviética, son llevados al campo; cualquier imagen del purgado se extrae digitalmente de videos y fotos; y en un momento de verdadera locura orwelliana, el régimen también borró cada noticia escrita antes de octubre de los archivos de la Agencia de noticias estatal.
Según Moyniham, no es ninguna sorpresa que Kim Jong Un continúe el legado de su padre y su abuelo —no hay signos de reforma a la vista- porque hemos jugado este juego un millón de veces antes.
"El mundo fue prometido hace mucho tiempo que el matón zimbabuense Robert Mugabe sería un gran reformador. (En 1983, la revista Christian Science Monitor le dijo a sus lectores que la pequeña pero económicamente productiva comunidad blanca, que una vez temía subida de Mugabe al poder, ahora lo respetaba y admiraba)", afirma.