Enlaces de accesibilidad

OPINIÓN Nicaragua, elecciones para qué


El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, encabezan una manifestación en Managua. (AP/Alfredo Zuniga, Archivo)
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, encabezan una manifestación en Managua. (AP/Alfredo Zuniga, Archivo)

Para el electorado es desalentador participar en unas elecciones en las que el resultado esta previamente anunciado como todo parece indicar sucede en Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Cuba, donde la oposición y el votante, están plenamente limitados en sus derechos.

Hacer campaña electoral en un plano de igualdad bajo un régimen autoritario o una dictadura es una vana ilusión. Las autoridades electorales, así como las fuerzas armadas, están a la orden del partido gobernante y sobre los derechos de la oposición pende una guillotina, más despiadada que la legendaria espada de Damocles, que da igual que se llame, Movimiento al Socialismo, Frente Sandinista de Liberación Nacional, Partido Socialista Unido de Venezuela o Partido Comunista de Cuba, siempre están listas para la ejecución.

Las oportunidades de la oposición de realizar sus actividades son muy limitadas y las más de las veces si logran que el poder no las criminalice como ocurre bajo los regímenes castro chavista, es por la solidaridad internacional y la disposición a imponer sanciones a los transgresores de los países democráticos y organismos internacionales.

Nicaragua se apresta para una de las farsas electorales más colosales de su historia. Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, señalados de haber cometido numerosos crímenes contra la ciudadanía son los candidatos más visibles, aunque tal vez los más repudiados por el pueblo, ya que la dupla que lleva gobernando más de 25 años, tiene encarcelado a los siete aspirantes a la presidencia con mayores opciones.

Al gobernante nica no se le puede discutir su capacidad para conservar el poder, paralela a la de lograr pasar casi inadvertido para la mayoría de las instituciones defensoras de la democracia, los derechos humanos y prensa internacional.

El caudillo sandinista ha cometido todo tipo de tropelías y manipulados las reglas de la democracia, con particular impunidad. Él ha seguido las pautas de los “salvadores heroicos y sacrificados” que popularizó la revolución cubana a principio de la década del 60 – supuesta defensa de los pobres, aunque socializando la miseria- conducta que le ha beneficiado ampliamente.

Recordemos que llegó al poder a través de la violencia en una épica insurreccional que parecía contar con la mayoría del respaldo popular. La Revolución ya fue otra cosa, con el tiempo muchos de sus compañeros lo abandonaron porque no compartían sus intenciones y un importante sector de la población lo combatió con las armas en las manos y otra parte partió al exilio.

Su mandato entro en crisis porque la resistencia no cesaba, viéndose obligado a convocar a elecciones que perdió ante la señora Violeta Chamorro, una victoria que no habría sido reconocida en la actualidad por el gobernante sandinista, según su conducta presente.

En el gobierno los demócratas nicaragüenses actuaron como tales y no tomaron contra Ortega y sus partidarios las medidas punitivas a las que tenían derechos por los abusos y depredaciones del gobernante saliente y por el alto nivel de corrupción de su mandato.

Además, la estrecha alianza sostenida con la Cuba de Castro y la extinta Unión Soviética, pudo haber sido considerada una traición a la soberanía nacional. Ambos estados favorecieron con su intromisión la extensión del conflicto bélico, aparte de su injerencia constante en los asuntos internos de Nicaragua.

Daniel Ortega, aspirante a gobernante vitalicio del país centroamericano, tal y como lo fue su maestro Fidel Castro en Cuba y aspiró Hugo Chávez, ha sido el discípulo más aventajado del decano de los dictadores del hemisferio. Recurrió a la violencia como medio para conquistar el poder. Después, acudió a propuestas democráticas para continuar gobernando, en un intento por legitimar sus mandatos con farsas electorales.

Aunque algunos podrían comparar su estilo de ordenar, reprimir y matar con el de sus predecesores de la dinastía Somoza, es evidente que su forma de llegar al gobierno y aferrarse al mismo es una copia castro-chavista.

De Ortega y los Somoza se puede decir que son de un pájaro las dos alas, remedando a la poetisa boricua Lola Rodríguez de Tío. También se puede escribir que ambos reciben en el mismo corazón las críticas, vituperios y repudio de sus conciudadanos.

  • 16x9 Image

    Pedro Corzo

    Pedro Corzo, Santa Clara, 1943. Trabajó en Radio Martí desde 1998 hasta el 2021. Conferencista y escritor. Residió en Venezuela durante doce años y colaboró allí en varios medios de información.

    Es presentador del programa Opiniones de WLRN, Canal 17 y columnista de El Nuevo Herald. Ha producido varios documentales históricos, entre ellos Zapata, Boitel y Los Sin Derechos.

    Entre sus libros se cuentan Cuba, Cronología, Perfiles del Poder, La Porfía de la Razón, Guevara Anatomía de un Mito,  Cuba, Desplazados y Pueblos Cautivos y El Espionaje Cubano en Estados Unidos. 

    En mayo del 2017 recibió la Medalla de la Libertad que otorga el gobernador del estado de la Florida.

XS
SM
MD
LG