El cineasta cubano Pavel Giroud abogó por una Ley de Cine y aseguró que el cine independiente de la isla está devolviendo el interés del mundo “en nuestro cine, porque trae consigo nuevas historias, nuevas maneras de abordarlas y otras vías de defenderlas y expandirlas”.
En entrevista con Gustavo Arcos Fernández-Britto para el sitio Cuba Posible, Giroud señaló que desde los años 90 del pasado siglo casi toda la filmografía cubana está realizada bajo el régimen de coproducción, pero en un proceso controlado por la industria oficial, y que en los años recientes es habitual encontrar películas “independientes” dirigidas por cubanos, pero con técnicos, artistas e importantes ayudas financieras llegadas de otras latitudes.
"Esas coproducciones -que poblaron el cine cubano de gallegos y había que explicar en la película qué hacía ahí metido- de las cuales nos agotamos, a la vez mantuvieron la industria a flote: le dio empleo a mucha gente. ¿De qué manera podemos financiar las películas los independientes?", subrayó el cineasta.
Giroud se refirió a una película suya que resultó incómoda al oficialismo: “Yo estoy seguro que el Ministro de Cultura no me iba a dar una bolsa llena de billetes para hacer El Acompañante; tampoco quiero hacer cine así, como si fuese un narcotraficante. Quiero entrar a los canales lícitos de financiación y es lo que se ha hecho no solo con mi película, muchas más lo han hecho también", señaló.
"Yo tuve ayuda de fondos en Francia, Venezuela y Colombia (que es, a mi juicio, el país de Latinoamérica que mejor trabaja a nivel institucional). Han hecho mucho por su cine y eso se ha revertido en la calidad y expansión de sus películas", acotó el cineasta.
"Mi película fue rodada en Cuba, editada en París, corregida de luz y color en San Antonio de los Baños, el doblaje realizado en La Habana, el post de sonido en Medellín, y “masterizada” en Madrid. ¿Por qué? Porque muchos de esos países que contribuyen a la financiación de la película, tienen como norma que parte de esos fondos beneficien a los suyos, y es lógico. Eso no la hace menos cubana y, a la vez, se beneficia porque expande su rango de acción, la hace menos doméstica. Sin embargo, lo que más trabajo nos costó fue certificarla como cubana, porque durante mucho tiempo nos fue bloqueado ese derecho desde Cuba. Ello es producto de la carencia de una Ley de Cine que establezca esos requisitos”, explicó Giroud.
En respuesta a la problemática de que las salas de cine en Cuba pertenecen al Estado cubano, y que el ICAIC es la institución que se encarga de programar o decidir cómo, cuándo y dónde se exhiben los filmes, Giroud lanzó una interrogante:
“¿Por qué crees que hemos gritado por una Ley de Cine? No solo ha sido para la regularización de la producción. En la propuesta en que trabajamos, la distribución era un punto de los más importantes. Si una sola empresa privada internacional asume los roles que tiene el ICAIC (producción, ventas, distribución y exhibición), es acusada de monopolio. No se puede crear un circuito independiente de exhibición, porque no hay ley que lo regule. Y no solo eso, no hay una ley que regule la actividad cinematográfica en general", argumentó.
En su opinión, "esta pudiera ser una industria generadora de empleo y, por ende, de impuestos y también de lo mejor de todo: de prestigio al país. Ahora mismo quien más pierde sin una Ley de Cine es el Estado cubano. Ese control de contenido que tuvo alguna vez, no volverá a tenerlo jamás. Podrán minimizar la difusión en los medios, podrán hacer que sus medios denigren la obra, podrán no exhibirla, pero el control creativo ya no está en sus manos. De hecho, la única manera de gestar cierto control, o al menos un monitoreo, es regulando la actividad”.