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Refugiadas cubanas protestan frente a oficina de la ONU en Trinidad y Tobago


Yaquelín Vera Morfa junto a su hija Laura
Yaquelín Vera Morfa junto a su hija Laura

El funcionario encargado de la ACNUR en ese país, Rubén Barbados, les atendió informalmente ya en la noche, y les reiteró que, de momento, no tiene solución para sus casos.

Una madre cubana y su hija de 11 años se amordazaron la boca y se ataron de manos este martes, frente al edificio de la Organización de Naciones Unidas, en Trinidad y Tobago, en señal de protesta ante la demora de esa institución para gestionar su traslado a un país que las acoja en condición de refugiadas políticas.

Yaquelín Vera Morfa junto a su hija Laura y su hija Laura tienen ya ese estatus, reconocido por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, pero Trinidad y Tobago no tiene legislación para refugiados, por lo que funciona solamente como un país de tránsito para personas en esa situación.

“Yo no quiero vivir de limosnas; yo no quiero vivir de nadie. Yo quiero trabajar y mantenerme; que mis hijos estudien”, dijo Yaquelín con voz desesperada a Martí Noticias.

Refugiada cubana en Trinidad y Tobago pide ayuda para comenzar vida en otro país
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A pesar de que las Naciones Unidas proveen protección y condiciones de vida básicas para personas amparadas por su programa de refugiados, Jaqueline ha llegado al límite de la desesperación. Los tropiezos y penurias que ha vivido en estos casi dos años de espera han hecho que ya no tema a nada, ni siquiera a la deportación a Cuba.

“Ya no podemos más. Es imposible vivir aquí. No podemos. No podemos”, insistió. “Que sea lo que Dios quiera”. Yaquelín teme que su espera se extienda aún más, como otros cubanos que llevan ya 4 años allí.

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Rumbo a Trinidad y Tobago, en busca de aire fresco

Yaquelín llegó junto a su hija a Trinidad y Tobago el 15 de septiembre de 2015, con visa de turista, y un día antes de que esta se venciera presentó su solicitud de refugio político, y le fue concedido.

Laura Pérez, de 11 años, hija de Yaquelín Vera.
Laura Pérez, de 11 años, hija de Yaquelín Vera.

“Si Cuba estuviera como Canadá o los Estados Unidos ningún cubano se va. Todavía estuviéramos viviendo allí. Todos se van por ese régimen, por esa dictadura que nos asfixia, que no tenemos derecho a nada”, dijo sobre sus motivos para solicitar el refugio.

Desde entonces, esperan por que un país cualquiera les abra las puertas para comenzar una nueva vida.

Gracias a gestiones de la ACNUR, Yaquelín consiguió trabajo en la cocina de una iglesia de Living Water Community, una organización asociada a la ACNUR, y trató de llevar una vida lo más cercana posible a lo normal.

Sus propios colegas de la iglesia le impulsaron a inscribir a su hija en la escuela, pero no tardaron en comenzar los problemas.

“La tuve que sacar porque esa niña fue discriminada, incluso golpeada. Estoy en un país donde hay mucha violencia. Yo cogí miedo y ellos mismos me dijeron: ‘Sácala de la escuela’, pero ya Laura lleva un año y ocho meses en este país y no ha podido ir a la escuela. Y así pasa con todos los otros niños de las otras familias”, apuntó.

Funcionario de la ACNUR: "Por el momento no hay solución"

A Jaqueline y a Laura se les unieron en la protesta otros cubanos que esperan por una respuesta a su petición de refugio. Esta no es la primera ocasión en que Yaquelín les da detalles de sus condiciones de vida a los funcionarios de Naciones Unidas, pero la respuesta sigue siendo la misma.

El funcionario encargado de la ACNUR en ese país, Rubén Barbados, les atendió informalmente ya en la noche, y les reiteró que, de momento, no tiene solución para sus casos.

Grupo de cubanos en protesta por las demoras de la ACNUR en responder sus solicitudes de asilo
Grupo de cubanos en protesta por las demoras de la ACNUR en responder sus solicitudes de asilo


Aunque los manifestantes se retiraron del lugar, insistieron en regresar a continuar la protesta al día siguiente. Yaquelín decidió ir más allá y comenzó una huelga de hambre.

“Hay muchas emociones. Mañana vamos a hablar con ella”, dijo a Martí Noticias Rochelle Makhid, la responsable de Living Water Community. “Ella tiene que entender que no tenemos más poder que el Estado y estos procesos demoran mucho. Hay muchas personas en la misma situación y estamos luchando para todo el mundo; no para una persona, para una nacionalidad.”

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Makhid explicó que la ausencia de una legislación que acepte refugiados en el país limita la actuación de Living Water y de la ACNUR, y les hace dependientes del nivel de protección que el Estado desee otorgar a estas personas.

Hasta ahora el Gobierno coincide en no deportarlos o detenerlos, salvo que constituyan un riesgo para la seguridad nacional. Pero su situación es tratada caso por caso, y el reasentamiento depende de la cantidad de refugiados que acepten países como Estados Unidos o Canadá, y del perfil que prioricen. Su criterio principal es el grado de vulnerabilidad de estas personas.

Su vida en Trinidad y Tobago: bajos salarios y discriminación

Trece de estos manifestantes frente a la ACNUR viven junto a Yaquelín y su familia. Al verlos desamparados, los ha acogido en su hogar.

“Yo he tenido que recoger cubanos y traerlos para aquí, para mi casa, que es chiquitica, y decirles tírense para el piso ahí, porque no tengo corazón para dejarlos en la calle”, contó Yaquelín.

La mayoría de estos cubanos no tiene permiso de trabajo, y ni siquiera el estatus de refugiados lo garantiza. Sobreviven gracias a trabajos informales, que en numerosas ocasiones los han hecho víctimas de personas inescrupulosas.

“Cuando terminan [un trabajo] la mujer le dice: ‘Váyanse porque les voy a llamar a Emigración’. Y con lágrimas en los ojos --porque no podemos hacer nada, no podemos protestar-- tenemos que salir”, detalló la cubana.

El alquiler de una vivienda y la comida son particularmente caros en Trinidad y Tobago, apuntó Yaquelín, y no por su condición de refugiada los precios cambian para ella. La ACNUR les entrega un cartucho con víveres mensualmente, pero apenas remedia su escasez.

“Lo agradecemos, pero con eso no se puede vivir”, aseguró Yaquelín.

Algunos menores incluso han comenzado a trabajar para ayudar a sus padres a pagar el alquiler y otros gastos de vida.

Otra situación que les hace la vida más difícil es la discriminación que padecen a manos de los locales.

“Según el programa de refugiados de Trinidad y Tobago, dan muchos derechos, cuyos derechos los cubanos no los han visto. Sáquennos de aquí, si tú sabes que aquí no nos quieren. No quieren latinos, nos escupen. Ellos no nos quieren porque son muy racistas”, dijo la cubana.

Mientras pasan las horas sin ingerir alimento, Yaquelín ruega para que alguien se conduela con su caso, tal vez Canadá, del que ha escuchado que está recibiendo gran número de refugiados en los últimos tiempos.

En junio de 2016, Martí Noticias recibió reportes de que unos 300 cubanos sobreviven en Trinidad y Tobago, estas dos islas del Mar Caribe, al noreste de Venezuela, a donde llegaron con las facilidades de una visa libre y el sueño con llegar a Estados Unidos.

La eliminación de la política de "pies secos/pies mojados" a inicios de este año cambió sus planes.

La funcionaria de Living Water Community confirmó la cifra, pero explicó que solo manejan las estadísticas de los últimos seis meses de 2016.

(Redactado por Lizandra Díaz Blanco, con la colaboración de Ricardo Quintana)

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