Tres meses después de la visita a Cuba del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el eco de sus principales actividades en la isla todavía repercute en el seno de la sociedad cubana, en el gobierno comunista que la rige, y en sus opositores.
Promocionada desde un principio como “histórica” por la propaganda oficial, recibida con reacciones contradictorias entre los opositores, y con esperanzas de mejoras económicas entre la población, el balance de la visita de Obama es todavía una interrogación abierta.
"Su visita representará un avance en la mejora de las relaciones", aseguró desde la Cancillería cubana, Josefina Vidal, la encargada de las negociaciones con Estados Unidos cuando se divulgó la noticia de la visita.
Desde el principio la Casa Blanca insistía en que la visita buscaba avanzar "los lazos comerciales y personales que puedan mejorar el bienestar del pueblo cubano" y expresar su apoyo a los derechos humanos.
"¡Obama, en Cuba no ha cambiado nada!", gritó Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, cuando horas antes de la llegada del Presidente estadounidense a La Habana, el grupo de mujeres opositoras eran fuertemente reprimidas ese domingo, como de costumbre.
Dos días después, Soler, y otros once opositores eran recibidos por Obama para escuchar sus opiniones.
Al margen de las reuniones protocolares públicas y las conversaciones políticas privadas, la visita de Obama tuvo tres claros momentos que podrían apuntarse en su columna de créditos: Su discurso en el Gran Teatro de La Habana, la conferencia de prensa conjunta con el general-presidente Raúl Castro y su encuentro con Pánfilo, el popular comediante cubano.
La conversación telefónica entre “el verdadero Obama” y “el verdadero Pánfilo” primero, y el sketch televisivo protagonizado después, entre ambos, junto a los comediantes Chequera y Facundo, fue algo que muchos cubanos nunca imaginaron ver.
Y es que cinco décadas y media de dirigentes y funcionarios demasiado solemnes, alejados de la sencillez cotidiana del ciudadano común, generan en el imaginario popular una imagen deificada de sus gobernantes.
Sentado en torno a una simple mesa de dominó, en mangas de camisa y corbata suelta, Obama le propinó un golpe a los gestos adustos y al dramatismo gubernamental del castrismo.
“Se ha calculado que el video ha sido visto hasta el momento en la Web más de 2,3 millones de veces, por gente en EE.UU. y en Cuba. Algunos lo han descrito como el primer video viral cubano. Eso es aún más notable si se considera que muy pocos cubanos - sólo el cinco por ciento, según estimaciones - tienen acceso a Internet. Una vez que fue transmitido por la televisión estatal, el video llegó a casi todos los hogares cubanos”, escribió en sitio web de la Casa Blanca,Terry Szuplat, Asistente Especial del Presidente y Director Principal de Redacción de Discursos en el Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU.
La visita de Obama sirvió para que Raúl Castro participara, por primera vez desde que llegó al poder hace diez años, en un conferencia de prensa, ante corresponsales extranjeros y los empleados de la prensa oficial.
La pésima oratoria de Raúl, unida a su pobre desempeño ante los medios, por falta de habilidad o de costumbre, evidenció mucho más las diferencias de ambos, ante el dominio de Obama en tales circunstancias.
Mientras Obama respondió sonriente, con fluidez y claridad las preguntas, el general-presidente transmitía la imagen de un anciano vacilante, que se irritó visiblemente cuando el reportero de la cadena CNN, Jim Acosta, le preguntó por la existencia de presos políticos en Cuba.
"Enséñame la lista. Si hay esos presos políticos, antes de que llegue la noche van a estar sueltos", respondió molesto.
Más de una lista, con datos precisos, salieron a la luz pública a las pocas horas. Todavía esos presos políticos esperan por la noche en que la dictadura comunista los libere, como prometió Raúl Castro.
Quizás el impacto más trascendente de la visita de Obama haya que buscarlo en su discurso del Gran Teatro, difundido en directo por la televisión nacional.
No hay dudas que su contenido político ideológico, marcando con moderación y exactitud, las diferencias de la democracia con el régimen comunista, sacó de balance a la nomenclatura del Partido y del Gobierno.
Fue otro golpe directo a los esquemas tradicionales de un único discurso, repetido durante medio siglo a media docena de generaciones de cubanos.
También una sutil exhortación al cambio de rumbo político, expresada apenas tres semanas antes de que el Partido Comunista de Cuba inaugurará su Séptimo Congreso y que, a fin de cuentas, concluyó con más penas y ninguna gloria.
Pronunciado ante un público seleccionado por las autoridades, el discurso de Obama fue interrumpido 32 veces por aplausos que sobrepasaron los límites de la mera cortesía para rayar en el entusiasmo aprobatorio.
Ni tardo ni perezoso el contraataque ideológico llegó al otro día desde los máximos órganos oficiales del Partido y la Juventud Comunista.
‘¿Obama en el Gran Teatro o el gran teatro de Obama en La Habana?’, se preguntaba el diario Juventud Rebelde en un comentario. Granma imprimía en sus páginas otra pregunta: ¿No debía acaso pedir perdón, en nombre del Estado que representa, a todos los cubanos?”.
Como de costumbre Fidel Castro abrió el grifo de las críticas en una irónica reflexión titulada El hermano Obama. El “compañero Fidel” revivió laureles destacando su “deber elemental de responder al discurso de Obama en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso”.
A Castro le molestó en especial el llamado de Obama a olvidar el pasado y mirar juntos el futuro. Tal idea, podría haber provocado un infarto colectivo a quienes lo escucharon, dijo Castro, quien repasó de nuevo el largo rosario de conflictos entre Estados Unidos y Cuba, reclamando honor y gloria.
“Advierto además que somos capaces de producir los alimentos y las riquezas materiales que necesitamos con el esfuerzo y la inteligencia de nuestro pueblo. No necesitamos que el imperio nos regale nada”, concluyó asumiendo que hablaba (escribía) en nombre de todos.
La visita de Obama confirmó lo acordado con Raúl Castro en diciembre de 2014 para convertir décadas de enfrentamientos con ofertas comerciales de telecomunicaciones, servicios de líneas aéreas regulares, una mayor cooperación en la aplicación de la ley, la protección del medio ambiente y varios otros temas.
Es cierto que cada uno de esos aspectos se desarrollan progresivamente desde entonces, pero también es cierto que el gobierno parece haber regresado, quizás atemorizado, a una retórica ideológica más ortodoxa.
Hasta ahora la dictadura comunista cubana se ha beneficiado con la flexibilización de los viajes de estadounidenses a Cuba, pero para la mayoría de los cubanos las carencias cotidianas continúan siendo más o menos las mismas de los últimos años.
Mientras Obama paseaba por las calles de La Habana, miles de cubanos en su mayoría jóvenes, abarrotaban las líneas fronterizas de Costa Rica, Panamá y Colombia.
Aunque Estados Unidos ha reiterado que no hay planes para eliminar la Ley de Ajuste, los cubanos continúan escapando de la isla en busca de un futuro mejor. Las cifras de emigrantes cubanos que cruzan la frontera o llegan a las costas de la Florida, alcanzan índices récords.
Por ahora los cubanos todavía tienen esperanzas de que una mejor relación con Estados Unidos, repercuta de manera positiva en la alimentación, el transporte, las comunicaciones, el agua y la libertad de poseer negocios privados, pero si esas expectativas no se materializan a mediano plazo, la esperanza puede alimentar una grave frustración colectiva.
Quizás es el momento de recordar ahora, en este balance, el optimismo expresado por Ben Rhodes, vice asesor de Seguridad Nacional del presidente, cuando se reunió con periodistas independientes en La Habana.
"Las transformaciones económicas de calado y de corte político van a llegar. Esta nueva política va en la línea de empoderar al pueblo cubano. No será un camino fácil. Son políticas que no se verán en corto plazo", dijo Rhodes.