El preso político Armando Trujillo González fue liberado este lunes tras cumplir completa su sanción de tres años de privación de libertad.
“Me acusaron de robar con fuerza, en un basurero, un kilogramo de lata, tres cabillas y un pedazo de níquel. Me condenaron a tres años de prisión. Fui conducido a la cárcel de máxima seguridad de Agüica, en Matanzas. Entré con 289 libras y salí con 170 . Es como si hubiera salido de un campo de concentración”, dijo el exprisionero en conversación con Radio Televisión Martí.
Según una investigación de la organización Cuban Prisoners Defenders, la Causa 189/2018 del Tribunal Municipal Popular de Jovellanos está basada y fabricada en un “largo expediente de maltrato y persecución de un defensor de los derechos humanos”.
El proceso celebrado contra el opositor, residente en el poblado matancero de Pedro Betancourt, estuvo marcado por la “inobservancia total de las normas internacionales relativas al derecho a un juicio imparcial”.
"Vivíamos 18 internos amontonados en un cubículo sin luz eléctrica, donde había filtraciones de aguas albañales. Mi destacamento estaba ubicado a 20 metros de una pollera. El olor nauseabundo que se desprendía, permanentemente, te daba deseos de vomitar”.
“La comida que daban era insuficiente, toda cabía en un vaso de agua desechable. Sin embargo, obligaban a los reclusos a botar la que les llevaban sus familiares. No se les permitía entrarla a las celdas”.
“Se me negó asistencia médica. No había medicamentos, ni los más simples como un ibuprofeno, o una duralgina, o un jarabe anticatarral. Estuve, por los tres años, pidiendo unos espejuelos que nunca llegaron. Dicen que los establecimientos penales no tienen presupuesto para eso”, aseveró Trujillo.
El 16 de febrero, Cuban Prisoners Defenders alertó sobre los "graves riesgos por torturas y extorsión" que sufría en la cárcel Trujillo González. En un informe jurídico del caso, que fue enviado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Naciones Unidas y la Unión Europea, la entidad afirmó que "se ha violado toda la legislación de Cuba" durante su proceso y exigió su liberación.
Las autoridades penitenciarias incitaban a presos de máxima peligrosidad a violentar al activista.
“Sufrí una paliza de comunes, instigados por los guardias o la Seguridad del Estado. Lo hacen para ganarse el favor de la policía. Los premian con comida o con un pabellón de tres horas, una visita”, señaló Trujillo.
Asimismo, relató que él y el resto de los penados padecieron malos tratos físicos y psicológicos por parte de los oficiales y personal de la cárcel.
“En una ocasión, recibí puñetazos en la cara del primer teniente Dunieski. Fui testigo de golpizas salvajes. En una de ellas, el carcelero estuvo golpeando al reo por 36 minutos. Fui testigo del suicidio de otros tres reclusos que se ahorcaron para escapar de las humillaciones”.
“Nunca permitieron que ni mis amigos, ni mi pastor, me visitaran en las fechas en las que me correspondía. Nunca permitieron que recibiera una jaba de comida porque decían que era ayuda de la contrarrevolución, de la mafia miamense. Nunca tuve derecho a entrevista con una psicóloga, ni a pabellón, a la biblioteca. Estuve privado del teléfono por 9 meses”, denunció.
“Cada 35 días recibía la visita del capitán Yunier y del mayor Lorenzo [de la policía política]. Iban a burlarse de mí o a tratar de comprarme con trabajo y colaboración”.
Estando encarcelado trascendió que la Seguridad del Estado le propuso excarcelarlo si grababa un video de arrepentimiento.