Pocas fechas marcan un antes y un después en la historia reciente. Este domingo se conmemora el vigésimo primer aniversario de los atentados terroristas de 2001.
Millones de personas recuerdan exactamente dónde estaban, y qué hacían. Fueron tales el impacto, la sorpresa, y el dolor, que está grabado de por vida en cada rincón de la mente.
La mañana era soleada y apacible como las lindas mañanas de la ciudad de los rascacielos. Un primer avión impactado en una de las torres del Centro Mundial de Comercio no hizo más que provocar el lamento de lo que se creía un terrible accidente.
Aún quedaba la combinación de seguridad e inocencia que sentía el pueblo americano. Se presumía que una nación fuerte que impone respeto, siempre deja a los enemigos poderosos afuera, gritando desde lejos. Pero ese 11 de septiembre no sería así.
El plan elaborado y llevado a cabo por Osama Bin Laden y sus secuaces de Al Qaeda funcionó. Estados Unidos cayó herido de espanto y muerte. Casi tres mil personas perdieron la vida entre las Torres, el Pentágono y el desastre de Pennsylvania.
A 21 años de esos ataques terroristas se llora aún a los desaparecidos. Un mausoleo imponente y silencioso queda en el lugar de las torres con cada uno de los nombres de las víctimas. Como respuesta Estados Unidos emprendió la guerra al terrorismo. Una razón lo avala, nunca se debe olvidar una ignominia.
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