El jefe del Consejo de Seguridad de Rusia, Nicolai P. Patrushev, de visita en Cuba desde este martes, enfatizó en su diálogo con las autoridades del régimen en el tema de las temidas “revoluciones de colores”.
Evgueni Anoshin, portavoz del Consejo de Seguridad de Rusia, declaró a los medios rusos que Patrushev enfatizó que "las revoluciones de colores siguen siendo el principal instrumento de occidente para interferir en los asuntos de los estados soberanos, y las formas de su implementación están en constante evolución, lo que requiere una actualización continua de las contramedidas".
Raúl Castro, vestido de general, recibió al exjefe del Servicio Federal de Seguridad (FSB), quien por más de 10 años lleva las riendas de la seguridad de Rusia. Además del Primer Secretario General del PCC estuvieron presentes el designado Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel (con guayabera blanca), y el ministro del Interior, vicealmirante Julio César Gandarilla Bermejo.
La prensa rusa, citando al portavoz del Consejo, informó de varios temas tratados en las reuniones. Estos van desde la cooperación en el campo de la seguridad, seguridad informática, seguridad de las fronteras, cooperación técnico-militar, lucha antinarcótica hasta el terrorismo internacional, entre otros.
No faltaron elogios del espía ruso para Cuba, un gobierno que considera “socio estratégico y aliado confiable de Rusia en América Latina”.
Se firmó un “memorando de entendimiento y cooperación” entre el Consejo de Seguridad de Rusia y el MININT de Cuba, donde se prevé el intercambio “sobre temas de actualidad de seguridad internacional y regional, la consideración de posibles amenazas y la facilitación de contactos”.
La prensa cubana, en tres escuetos párrafos, informó del encuentro del espía ruso y general de ejército con la contraparte cubana.
Una completa delegación militar-policial
Hacía décadas que no pasaba por La Habana una delegación rusa con tantos altos funcionarios de los servicios de seguridad, policial y militar de Rusia.
Patrushev es considerado el más cercano colaborador de Putin en temas de seguridad. Ambos se iniciaron en el KGB a mediados de los setenta en Leningrado, y Patrushev sustituyó a Putin en 1999 al frente del Servicio Federal de Seguridad (FSB) de Rusia. En el cargo estuvo hasta el 2008 para ir a dirigir el Consejo de Seguridad, donde se define la política y estrategia del Kremlin. Los que allí se sientan provienen de las agencias de seguridad y el ejército, y son llamados siloviki.
El exjefe de la seguridad rusa ha visitado La Habana varias veces; primero en el 2008, junto a Igor Sechin, director general de Rosneft, y luego en noviembre del 2011. También se reunió con Raúl Castro durante la visita del exgobernante cubano a Rusia en julio de 2012, y en Moscú ha sido anfitrión del coronel Alejandro Castro Espín, con quien firmó acuerdos de cooperación.
Esta vez la comitiva rusa está integrada, además, por Alexander N. Venediktov y el coronel general Oleg V. Jramov, ambos vice secretarios del Consejo de Seguridad. Desde 1983 hasta el 2017, Jromov sirvió en la KGB, y después en el FSB (Servicio Federal de Seguridad), donde fue vicedirector desde el 2009 hasta el 2017.
También la integra el viceministro del Interior, general Igor N. Zubov, quien desde el 2012 ocupa ese cargo en ese ministerio; el jefe del Ejército ruso (tropas terrestres), general de ejército Oleg L. Salyukov, también jefe de la Guarnición de Moscú, y el subdirector de la Guardia Nacional de Rusia, y el teniente general de justicia Oleg A. Plojoi (inició su carrera en el KGB en 1988 y después pasó al FSB). Son ellos representantes de cada una de las estructuras de los siloviki.
Miedo ruso a los colores
El mismo presidente ruso Vladimir Putin ha considerado las protestas populares que han tenido lugar en el siglo XXI como una forma de “extremismo” y sugirió en el 2014, en una sesión del Consejo de Seguridad de Rusia, que estas “nunca sucederán en Rusia”. Acusa el gobernante ruso a los gobiernos de Occidente de ser los instigadores de esas protestas. El canciller ruso Serguei Lavrov y el de Defensa, Serguei Shoigu, han llamado a estas protestas una “nueva forma de guerra”.
Desde que en el 2000 las protestas populares sacaron del poder en Yugoslavia a Slobodan Milosevich, en Rusia han visto con recelo las manifestaciones de grupos o partidos opositores. El gobierno ruso considera que esos cambios (sobre todo en los países vecinos) podrían influenciar en la oposición al Kremlin y terminar por echarles del poder. De ahí una aversión sistemática a estos cambios democráticos.
En el 2003, en Georgia, la Revolución de las Rosas sacó del poder al excanciller soviético Eduard A. Shevarnadze; en el 2004, los ucranianos con su Revolución Naranja llevaron al poder al prooccidental Victor Yuschenkov, ultimando los cambios con el Euromaidan, en el 2014, que sacó del poder a Victor Yanukovich, quien vive hoy escondido en Rusia. En Kirguizia, en el 2005, vino la Revolución de los Tulipanes, que destronó al presidente pro ruso Askar Akayev, quien también recibió asilo en Rusia. En ese mismo año, en el Líbano, tuvo lugar la Revolución de los Cedros (o Revolución Verde), contra la ocupación siria. Cinco años después, el inicio de la Primavera Árabe, en el 2010, tuvo como detonante las protestas en Túnez, en diciembre de ese año.
No siempre estas protestas han sacado del poder a los gobernantes o han provocado un cambio del sistema político. En el 2006, las protestas no lograron destituir al gobernante bielorruso Alexander Lukashenko, ni la Revolución Azafrán acabó con la junta militar en Birmania en el 2007, ni la Verde, en Irán, en el 2008, con los Ayatolas.
Cuando en diciembre del 2011 comenzaron las protestas en Rusia por el fraude electoral en las elecciones a la Duma, y previo a la elección presidencial de Putin en el 2012, le llamaron Protestas Nevadas, por iniciar en el crudo invierno ruso.
En Hong Kong se les conoce como las Protestas de las Sombrillas, y en Argelia, la salida del gobernante Abelaziz Buteflika por las manifestaciones juveniles fue denominada como Revolución de la Sonrisa.
La prensa rusa considera que las protestas en Venezuela y Nicaragua de los últimos años son parte de un esfuerzo occidental para sacar del poder a Daniel Ortega y Nicolás Maduro. La Habana coordina ahora con Rusia la narrativa a seguir y ambos gobiernos sesionan en conjunto para tomar las “contramedidas” necesarias.