Con 19 años y aquejado de diabetes, el joven cubano Osmel Adrián Rubio Santos malamente sobrevive en Bielorrusia en un apartamento compartido con otros extranjeros sin papeles.
“Tengo que pagar ocho dólares diarios por derecho a una litera. Todas las mañanas, el dueño llega a mi cama y me dice “yienqui, yienqui”, que es dinero en bielorruso”, dijo a Radio Televisión Martí, Rubio Santos, natural de El Cotorro, en La Habana.
El más joven de los huelguistas de San Isidro
Su nombre apareció en los medios de prensa independientes en la isla y en el extranjero como el más joven de los activistas que se declararon en huelga en la sede del Movimiento San Isidro, en la calle Damas, en la Habana Vieja, en noviembre de 2020.
A los tres días de ayuno, tuvo que abandonar el ayuno por problemas de salud.
“En marzo de 2021, la Seguridad del Estado comenzó a hostigarme, a mí y a mi familia, incluso amenazaron con meter en la cárcel a mi mamá. Le tomaron una declaración sin presencia de un abogado a mi hermana, de 11 años, una niña. Y mi salud cada día más deteriorada”, dijo.
Cuando las manifestaciones del 11 de julio, el joven se encontraba en su vivienda bajo fuerte operativo policial.
“En mi caso, me estaba vigilando una patrulla de la Seguridad del Estado. Me habían amenazado que no saliera, que me iban a meter en la cárcel, que me iba a pasar lo mismo que a mis amiguitos (Luis Manuel Otero Alcántara y Maikel Castillo “El Osorbo”)”, relató el adolescente que entonces contaba 18 años.
Un viaje sin regreso
Fue entonces que decidió salir del país y, el 4 de agosto de 2021, viajó a Moscú. Rusia era el único país que tenía venta de boletos en aquellos días por la situación epidemiológica.
“En aduana e inmigración me dijeron, olvídate de tu entrada”.
Sin más impedimento que la referida advertencia, abordó la aeronave que al día siguiente aterrizó en la capital rusa.
Con 200 dólares y calzando botas de trabajo llegó a Moscú. Entre la carrera de taxi que costó 20 dólares y 140 dólares que pagó por un mes de alquiler compartido con otras seis personas, más un par de zapatos que compró por 40 dólares, consumió casi todo su capital.
Pasó ocho meses laborando en la construcción, limpiando tiendas en jornadas de 10 y 12 horas de trabajo, al tiempo que permanecía oculto porque su permiso de estancia en el país había caducado.
“Las autoridades rusas le están tumbando las puertas a los cubanos para llevárselos a los centros de detención y deportarlos a Cuba”, comentó. Y ese fue el escenario que no soportó más.
A monte traviesa rumbo a Bielorrusia
En vano intentó abordar un tren con destino a Bielorrusia. Sin documentos no podía salir fuera del territorio ruso. Ni corto, ni perezoso, tomó un taxi hasta la frontera con Bielorrusia.
“Cuando me entregué a las autoridades de Bielorrusia me dicen que no, que Bielorrusia no, y me amenazaron con meterme preso y deportarme”.
Con una inmensa carga de desesperanza caminó hasta una tienda cercana donde pudo cargar su teléfono. Tomó un descanso y después de revisar el “GPS”, optó por la vía irregular.
“Decidí coger el monte, me pasé dos días en el bosque solo, con un poquito de azúcar que me traje desde Moscú, unas galletitas y un poco de agua, puesto que yo padezco de azúcar baja. Así llegué”, relató.
Con la ayuda de otros cubanos consiguió un espacio en el apartamento desde donde concedió esta entrevista a Radio Televisión Martí por WhatsApp.
“Yo no quiero llegar a España, no quiero llegar a un lugar determinado. Mi meta es un destino seguro donde pueda pedir asilo político, pueda trabajar, tener un salario mensual, rehabilitar mi vida como joven que soy, pues solamente tengo 19 años, y mi salud se ve más deteriorada cada día”, indicó Adrián, que producto de la diabetes y el estrés padece de llagas en la boca, hinchazón en los pies y problemas circulatorios.
“Siéndole sincero, hermano, yo quiero llegar, aunque sea a Angola”.
Durante la huelga "fuimos libres en Cuba”
En medio del relato de las vicisitudes y de una vida que se torna insostenible, hace una pausa cuando habla del Movimiento San Isidro y el plantón del que fue partícipe.
“Es algo que marcó mi vida. Miro las fotos con melancolía porque fue un momento que vivimos con tanto amor, enfrentándonos a una cruel dictadura. Muchos tipos de personas conviviendo, practicando la democracia. Esos días fuimos libres en Cuba”, recordó con tristeza, mientras mencionaba los nombres de Otero Alcántara y El Osorbo, hoy presos en espera de juicio.
“De buen corazón, hoy se encuentran en las mazmorras de la dictadura, no merecen estar encarcelados. Maykel tiene una niña chiquita, están enfermos los dos”, dijo.
Entre llanto y arrepentimiento
Confiesa que llora todas las noches. Echa de menos a su mamá y a su abuelita octogenaria.
“Hay momentos en que me he arrepentido de haber salido de Cuba, pero no puedo regresar. Mi vida corre peligro en caso de que ellos me dejaran entrar. Lo mismo puedo tener un accidente, que puedo enfrentarme a cualquier situación mala para mi salud, para mi integridad física y personal”, señaló.
Una amiga, que reside en España, se encarga de enviarle el dinero del alquiler y no sabe hasta cuándo. De no ser así, estaría desamparado en la calle, presa de los agentes de inmigración.
El joven cubano apela a las organizaciones humanitarias, grupos caritativos, para que lo ayuden. Pero, hasta el momento, no ve la luz del día, y no deja de orar por su salud y que la diabetes le permita avanzar.
“No es fácil, es terrible lo que estoy pasando”, resumió.