Putin repitió con Obama el mismo error que Nikita S. Jruschev cometió con John F. Kennedy en la Cumbre de Viena, Austria, en 1961.
En cuanto cae la popularidad, Putin se quita la camisa, pilotea un avión, se monta en un submarino o dispara un misil.
Putin considera a la Iglesia Ortodoxa Rusa el socio natural del Estado ruso y saca a los comisarios del ejército para poner capellanes.
Hace años que el opositor encabeza una campaña contra la corrupción y es el creador de la página digital RosPil o Serrucho Ruso.
Mucho antes de Snowden, espías, diplomáticos, militares, científicos relacionados con las esferas de defensa, y hasta sacerdotes católicos han querido tener el amparo del Kremlin.
La comparación que hizo Putin ofendió a los disidentes soviéticos, que hoy día en Rusia continúan denunciando las violaciones a los derechos humanos.
Los pedidos con los que llegó a Moscú, sus discursos, promesas, entrevistas en la televisión y la saga de su avión al partir lo catapultaron al nivel de publicidad y excentricismo que tenía Hugo Chávez.
Estados Unidos insiste en que Snowden debe ser entregado, mientras el ex empleados de la NSA sigue buscando vías para llegar a Quito.
Occidente ha logrado en las últimas décadas, con fuertes razones monetarias, obtener el apoyo político de Moscú pero no fue así en esta ocasión.
En muchas ciudades de Estados Unidos RT supera en audiencia a la BBC, como televisoras extranjeras.
Liudmila Alexandrovna toma ahora su apellido de soltera Shkrebneva y la ex aeromoza de Aeroflot seguirá, como ya viene haciendo hace años, lejos de las cámaras y los lentes.
RT, la maquinaria propagandística de televisión creada por Vladimir V. Putin ha fichado a una estrella retirada para que se convierta en su imagen en los Estados Unidos.
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