Una lucha contemporánea entre David y el gigante Goliat. Así resume su historia Michel Villand, pionero de la inversión francesa en Cuba y que llegó a ser socio de Fidel Castro, y que ha escrito sobre su fallida aventura empresarial en la isla y sobre la forma en que plantó cara al sistema castrista, informa EFE.
Este empresario, que actualmente reside en el municipio granadino de Montefrío (sur de España), presenta en el libro "Mi socio Fidel Castro. Cuba, un desvío en el paraíso" -escrito junto al periodista Francis Matéo- un personal análisis sobre el régimen económico y la vida en la isla a partir de su experiencia con una industria panificadora y pastelera.
Escrito "sin odio, sin espíritu de revancha ni de venganza", como recoge en la obra -disponible desde el lunes en toda España -, Villand pretende ser "fiel" a la realidad de un inversor extranjero en Cuba y poner de manifiesto la "montaña de dificultades" que padeció en este periplo.
"Fundar una empresa mixta en Cuba para una pequeña o mediana empresa extranjera es lo mismo que ponerse una soga al cuello", relata este empresario, que montó dos fábricas de pan –una inaugurada por el propio Fidel en 1997- y hasta trece tiendas para la venta directa al consumidor bajo la marca "Pain de Paris".
"Fidel sabía que habíamos tenido el coraje de invertir en Cuba pese a la Ley Helms-Burton", recuerda a Efe, al tiempo que señala que esta norma prohíbe a los extranjeros que invierten en la isla trabajar en los Estados Unidos.
Pese a ello, no fueron los norteamericanos los que impidieron que el proyecto fructificara, al cabo de unos años -con una empresa que funcionaba "muy bien"- el Estado decidió unilateralmente y sin compensación alguna quedarse con el negocio: "En un país comunista no aceptan que un capitalista pueda vender bajo su mando, tú no puedes ganar", explica.
Fue entonces cuando este empresario, junto a sus socios, decidió plantear un verdadero pulso al régimen cubano tras advertirles a sus dirigentes de que llevarían ante la Corte de Arbitraje Internacional de Londres el que consideraban un auténtico atropello.
"Sabíamos que la relación de fuerzas con el Estado cubano no nos era favorable, era David contra Goliat", relata este autor, a quien, según afirma, intentaron "comprar", sufrió presiones y que llegó incluso a ser "agredido" físicamente en plena calle.
El libro, escrito directamente en español, amplía con más detalles, más "aventuras" y anécdotas, una versión previa en francés en la ya que trató de sintetizar su historia.
"Es mi verdad, cuento lo que he vivido, estaba dentro del sistema, con Castro, pero yo vivía con el pueblo", asegura el empresario francés, que ha apostillado que cuando Fidel cayó enfermo aprovecharon para "botarles" de la isla porque "jamás habían caído en la corrupción" y fueron firmes frente a la dictadura.
La obra pretende también servir de aprendizaje: "Muchos empresarios de buena fe que se van para Cuba, Corea del Norte o China no tienen la menor idea de lo que arriesgarán allá. Van con su dinero, con todo su entusiasmo, y las barreras son tales que, si no eres del tamaño de una multinacional, nunca puedes ganar".
El libro es también un homenaje a Cuba, al aire perfumado de canela y tabaco en La Habana y a su pueblo, en una crisis continua desde hace décadas y que sigue, a pesar de todo, viviendo de manera "optimista y alegre".
Este empresario, que actualmente reside en el municipio granadino de Montefrío (sur de España), presenta en el libro "Mi socio Fidel Castro. Cuba, un desvío en el paraíso" -escrito junto al periodista Francis Matéo- un personal análisis sobre el régimen económico y la vida en la isla a partir de su experiencia con una industria panificadora y pastelera.
Escrito "sin odio, sin espíritu de revancha ni de venganza", como recoge en la obra -disponible desde el lunes en toda España -, Villand pretende ser "fiel" a la realidad de un inversor extranjero en Cuba y poner de manifiesto la "montaña de dificultades" que padeció en este periplo.
"Fundar una empresa mixta en Cuba para una pequeña o mediana empresa extranjera es lo mismo que ponerse una soga al cuello", relata este empresario, que montó dos fábricas de pan –una inaugurada por el propio Fidel en 1997- y hasta trece tiendas para la venta directa al consumidor bajo la marca "Pain de Paris".
"Fidel sabía que habíamos tenido el coraje de invertir en Cuba pese a la Ley Helms-Burton", recuerda a Efe, al tiempo que señala que esta norma prohíbe a los extranjeros que invierten en la isla trabajar en los Estados Unidos.
Pese a ello, no fueron los norteamericanos los que impidieron que el proyecto fructificara, al cabo de unos años -con una empresa que funcionaba "muy bien"- el Estado decidió unilateralmente y sin compensación alguna quedarse con el negocio: "En un país comunista no aceptan que un capitalista pueda vender bajo su mando, tú no puedes ganar", explica.
Fue entonces cuando este empresario, junto a sus socios, decidió plantear un verdadero pulso al régimen cubano tras advertirles a sus dirigentes de que llevarían ante la Corte de Arbitraje Internacional de Londres el que consideraban un auténtico atropello.
"Sabíamos que la relación de fuerzas con el Estado cubano no nos era favorable, era David contra Goliat", relata este autor, a quien, según afirma, intentaron "comprar", sufrió presiones y que llegó incluso a ser "agredido" físicamente en plena calle.
El libro, escrito directamente en español, amplía con más detalles, más "aventuras" y anécdotas, una versión previa en francés en la ya que trató de sintetizar su historia.
"Es mi verdad, cuento lo que he vivido, estaba dentro del sistema, con Castro, pero yo vivía con el pueblo", asegura el empresario francés, que ha apostillado que cuando Fidel cayó enfermo aprovecharon para "botarles" de la isla porque "jamás habían caído en la corrupción" y fueron firmes frente a la dictadura.
La obra pretende también servir de aprendizaje: "Muchos empresarios de buena fe que se van para Cuba, Corea del Norte o China no tienen la menor idea de lo que arriesgarán allá. Van con su dinero, con todo su entusiasmo, y las barreras son tales que, si no eres del tamaño de una multinacional, nunca puedes ganar".
El libro es también un homenaje a Cuba, al aire perfumado de canela y tabaco en La Habana y a su pueblo, en una crisis continua desde hace décadas y que sigue, a pesar de todo, viviendo de manera "optimista y alegre".