Es verano en La Habana y la brisa de la madrugada se corta con ráfagas de un calor tenso, casi insoportable. Es el 13 de julio de 1994. Son las 3 de la mañana y aunque en el Malecón hay quienes festejan, sin saber, la ciudad duerme, como de costumbre embriagada de sudor y resignación, mientras 72 cubanos se persignan antes de lanzarse al mar. Saben qué buscan. Pero no saben qué encontrarán esa madrugada.
Luego de varias maniobras para intentar no ser atrapados por la policía, ni delatados por informantes voluntarios, echan a andar el remolcador 13 de Marzo, de la Empresa de Servicios Marítimos del Ministerio de Transporte, con el que sueñan llegar a La Florida. Pero la esperanza, ese fantasma que como una eterna niebla envuelve a los cubanos, de pronto se tambalea, se difumina, se vuelve escalofrío, afrenta.
Congresista Mario Díaz-Balart por el aniversario 24 del remolcador 13 de marzo
Declaración del Congresista Mario Díaz-Balart por el aniversario 24 del hundimiento del remolcador 13 de marzo
“Hoy, marcamos veinticuatro años desde que el régimen en Cuba atacó brutalmente y asesinó a docenas de hombres, mujeres y niños que intentaban escapar de la isla esclavizada. Mientras sus seres queridos todavía lloran su pérdida, nosotros debemos continuar exigiendo que los autores de la masacre sean llevados ante la justicia por sus crímenes.
“Lamentablemente, el pueblo cubano sigue sufriendo a manos del asesino régimen en Cuba. Arrestos arbitrarios, encarcelamientos, golpizas y otras formas de opresión persisten en la isla. Miles han intentado el peligroso viaje a través del estrecho de Florida, eligiendo arriesgarse a perecer en el mar en lugar de languidecer otro día en la tiranía.
“Al recordar a las víctimas y rezar por sus seres queridos, también debemos fortalecer nuestra solidaridad con el pueblo cubano que lucha por la libertad para que la dictadura despiadada de Cuba no pueda apagar ninguna otra vida inocente.”
Apenas salen del puerto de La Habana, ven que hay dos barcos con las luces apagadas. Continúan la fuga. Descubren que los barcos les persiguen. No saben si los que bailan y beben en el muro del Malecón se dan cuenta de lo que sucede. Navegan lo más rápido que pueden. Se aferran a la fe, lo único que les queda, pero a los 45 minutos de haber zarpado, a unas siete millas de las costas de la isla, en un sitio conocido como La poceta, donde ya no hay testigos, otros dos barcos embisten al 13 de marzo, y el fantasma adquiere rostro de tragedia.
Polargo 2, perteneciente también a la Empresa de Servicios Marítimos, bloquea por delante al viejo remolcador, y Polargo 5 lo embiste por detrás, partiéndole la popa, buscando hundirlo. Las otras embarcaciones les lanzan fuertes chorros de agua a presión a los que están en cubierta.
Las mujeres y los niños gritan, suplican que paren, que los van a hundir, que tienen niños cargados en sus brazos. Pero los atacantes, todos vestidos de civil, no escuchan, no quieren escuchar, están programados para únicamente escuchar la orden de hundir del barco apenas se alejara de la costa y antes de llegar a aguas internacionales. Cumplen la orden. Asesinan fríamente a 41 personas, entre ellos 10 menores de edad. De las 72 personas, 31 logran sobrevivir. Desde entonces sus vidas no han sido las mismas.
Comisión Interamericana de Derechos Humanos
Aunque las autoridades cubanas declaran que se trató de un accidente por culpa de gente sin escrúpulos alentados por el imperialismo yanqui, en un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), confeccionado a partir de testimonios de sobrevivientes, aflora todo lo contrario.
El texto relata que varias personas murieron porque se vieron obligadas a refugiarse en el cuarto de máquinas por la fuerte presión de los chorros de agua que les lanzaron. Y precisa que, a pesar de los gritos y las súplicas, los tripulantes de los cuatro barcos estatales no les prestaron auxilio. Al contrario, los ahogaron a consciencia.
Lanchas de las tropas guarda fronteras rescataron a los 31 sobrevivientes. Según la CIDH, primero los condujeron al puesto de guardacostas del pueblo de Jaimanitas, luego a Villa Marista, el temido cuartel general de la policía política. Las mujeres y los niños fueron liberados primero. Los hombres permanecieron detenidos. Todos quedaron marcados para siempre. Pero más que quedar en una lista negra de contrarrevolucionarios, traidores a la patria o culpables de tratar de escapar del paraíso comunista, las marcas que no desaparecerán son las de la muerte.
Los familiares de los ahogados pidieron al gobierno recuperar los cuerpos del fondo del mar. Pero les respondieron que "no contaban con buzos especializados para rescatar los cadáveres". La revolución no podía exhibir 41 asesinados por los gendarmes de la revolución. Las revoluciones no tienen asesinatos, sólo pequeños errores, accidentes.
Los crímenes de la revolución siempre son accidentes
Casi un año después, el Ministerio del Interior (MININT), hizo un comunicado oficial donde dice que las "investigaciones realizadas por las autoridades [cubanas] correspondientes con relación a los hechos ocurridos en la madrugada del 13 de julio [de 1994], en los cuales un barco-remolcador perteneciente a la Empresa de Servicios Marítimos del Ministerio de Transporte se hundió siete millas al norte del puerto de `La Habana', han revelado que el naufragio tuvo lugar debido a una colisión entre dicho remolcador y otro de la misma empresa que trataba de capturarlo".
El informe oficialista dice que "existía un reporte sobre el remolcador que indicaba la presencia de agujeros" y que "los autores de las acciones tenían conocimiento de ello e irresponsablemente no repararon la embarcación antes de continuar con el escape".
"En el intento de detener el robo, tres embarcaciones de la Empresa de Servicios Marítimos del Ministerio de Transportes (MITRANS) trataron de interceptar el remolcador. Así fue como tuvo lugar el desafortunado accidente que causó el hundimiento del barco-remolcador [13 de Marzo]. Dos unidades de los guardacostas que se encontraban patrullando la zona cerca del lugar de los hechos, acudieron inmediatamente junto a las tres embarcaciones MITRANS en una operación de rescate para salvar a las víctimas del naufragio", arguye el Estado cubano.
"Una vez más, este desafortunado incidente demuestra como elementos inescrupulosos arriesgan las vidas de muchas personas, incluyendo mujeres y niños, en el deseo de emigrar ilegalmente de nuestro país para ser recibidos en calidad de héroes por los Estados Unidos, a pesar de que las autoridades americanas --como todos sabemos-- les niegan las visas para viajar de una manera normal", concluye el MININT.
Testimonios de los sobrevivientes
Aunque el régimen cubano ha intentado adulterar los hechos y culpabilizar a las víctimas, los sobrevivientes han contado lo sucedido.
Arquímedes Lebrigio dijo que cuando zarpó el barco, él se "encontraba en la zona baja del mismo y pudo constatar que no hacía agua por ninguna parte" y "cuando subió a cubierta observó que eran embestidos por la proa y popa".
Jeanette Hernández Gutiérrez relató que vio "dos remolcadores apagados, en la boca de la Bahía. Ellos nos dejaron salir, pero después empiezan los chorros de las mangueras de agua, eran constantes, los chorros no nos los quitaban sabiendo que iban niños. Cuando estábamos a siete millas, nosotros vemos que ellos aceleran y se nos ponen al lado y como ya no se veían las costas cubanas, empiezan a darnos bandazos. Cogemos miedo por los niños, no por nosotros porque si hubiéramos sido nosotros no nos importa, pero eran niños, y niños de cinco meses en adelante. Levantamos los niños y ellos lo ven y empezamos a gritarles que por favor no hagan eso y ellos no hacen caso. En ningún momento nos dijeron con el altavoz que paráramos ni nada (...) Nos dejan salir de la bahía y nos atacan a siete millas, donde no hay testigos".
María Victoria García Suarez señaló que "en eso vemos que vienen dos remolcadores de bombero atrás de nosotros", "se pegan a los lados y entonces empiezan a tirarnos agua". "Entonces seguimos y les decíamos que no nos hicieran daño, que llevábamos niños allí y les enseñamos los niños y ellos seguían tirando agua". "Después vimos dos [barcos] más, como a siete millas, se pusieron uno por cada lado: uno al frente, otro por detrás y uno de cada lado" y "entonces, los cuatro empezaron a tirarnos agua y uno de los buques agarró a chocarnos (...) Nosotros les dijimos que nos salvaran, que nos subieran, que había niños, y lo que hacían era reírse".
Según Hernández Gutiérrez, el remolcador "más grande se nos sube en popa y nos parte la mitad del barco de la parte de atrás. Entonces, en ese momento por poco caen dos hombres al agua, entre ellos mi esposo (Raúl). El barco queda a la deriva porque al patrón, que se llamaba Fidencio Ramel, lo tumban con los chorros de presión de agua. Él desapareció, así inesperadamente y cuando Raúl, a quien le están asumiendo toda la responsabilidad, ve que estamos a la deriva, sube y va corriendo para allá arriba. Él tenía noción de cómo se manejaba. Entonces con su noción, él trata de ayudarnos de salvarnos, porque ya el barco tenía tanta agua por los chorros de presión porque lo tiraban directamente a la bodega, directamente allí, a la cara de los niños. Los niños inclusive tenían que bajar la cara, porque eso no es fácil respirarlo ni tragarlo".
"Yo tenía presentimiento de que nos iban a matar, porque si no hubieran parado. Raúl para la máquina y cuando ellos ven que se detiene, no perdonaron eso, ni respetaron que Raúl hizo eso. Nos hundieron de la siguiente forma: el remolcador que nos parte la popa se pone por adelante y se sube en proa y la parte. Toda la gente que estaba en la bodega, éramos alrededor de setenta y dos personas. La mayoría niños y mujeres. Los que menos se murieron fueron hombres, pero qué no hicieron esos hombres pues para salvar a esa gente también. Mucha gente de la que iba arriba, cuando sucede este desastre que nos hundimos, flota, pero estos remolcadores se echan para atrás, desaparecen de allí por unos metros, pero no nos tiran ni salvavidas, no nos brindan ningún tipo de ayuda. Inclusive un solo remolcador tiraba los salvavidas y lejos de nosotros para que no los cogiéramos (...) Salimos a buscar al otro niño, pero cuando vamos a salir, yo siento que cuando me van a sacar del barco, el niño, el otro niño, el que falleció, me tenía el pie abrazado (...) y cuando me sacan que lo voy a coger se desprendió el tennis y todo se fue, no lo pude coger; eso fue terrible. Entonces cuando yo vi a mi cuñado que sale con Sergito, el niño más chiquito, ya sentí un alivio porque por lo menos uno me quedó. Entonces lo cogí y nos quedamos con él", recuerda la sobreviviente en uno de los más conmovedores testimonios de los crímenes castristas.
El Estado cubano, responsable
La CIDH, considera que "el Estado de Cuba es responsable de la violación del derecho a la vida (artículo I de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre).
A juicio de la CIDH, "los daños producidos como consecuencia de los actos ilícitos cometidos por el Estado cubano son los siguientes: a) el daño físico irreparable, consistente en la muerte de las 41 personas que naufragaron en el remolcador 13 de Marzo; b) el daño moral y sicológico causado a los familiares de las víctimas y sobrevivientes, consistente en el sufrimiento emocional por la pérdida de los seres queridos, el trauma resultante de los hechos, y la imposibilidad de recuperar los cadáveres para darles una adecuada sepultura, todo ello sumado al conocimiento de que no se les ha hecho justicia, es decir que la muerte ocasionada por funcionarios estatales cubanos se mantiene impune; y c) el daño material, consistente en el lucro cesante y daño emergente".
Hoy se cumplen 24 años de este crimen que permanece impune.
Las víctimas mortales y los sobrevivientes
Los fallecidos fueron: Leonardo Notario Góngora (de 27 años), Marta Tacoronte Vega (36), Caridad Leyva Tacoronte (36), Yausel Eugenio Pérez Tacoronte (11), Mayulis Méndez Tacoronte (17), Odalys Muñoz García (21), Pilar Almanza Romero (30), Yaser Perodín Almanza (11), Manuel Sánchez Callol (58), Juliana Enríquez Carrasana (23), Helen Martínez Enríquez (6 meses), Reynaldo Marrero (45), Joel García Suárez (24), Juan Mario Gutiérrez García (10), Ernesto Alfonso Joureiro (25), Amado González Raíces (50), Lázaro Borges Priel (34), Liset Álvarez Guerra (24), Yisel Borges Álvarez (4), Guillermo Cruz Martínez (46), Fidelio Ramel Prieto-Hernández (51), Rosa María Alcalde Preig (47), Yaltamira Anaya Carrasco (22), José Carlos Nicole Anaya (3), María Carrasco Anaya (44), Julia Caridad Ruiz Blanco (35), Ángel René Abreu Ruíz (3), Jorge Arquímides Lebrijio Flores (28), Eduardo Suárez Esquivel (39), Elicer Suárez Plascencia, Omar Rodríguez Suárez (33), Miralis Fernández Rodríguez (28), Cindy Rodríguez Fernández (2), José Gregorio Balmaceda Castillo (24), Rigoberto Feut González (31), Midalis Sanabria Cabrera (19) y cuatro víctimas más que no pudieron ser identificadas.
Los que lograron sobrevivir son: Mayda Tacoronte Verga (años 28), Milena Labrada Tacoronte (3), Román Lugo Martínez (30), Daysi Martínez Findore (26), Tacney Estévez Martínez (3), Susana Rojas Martínez (8), Raúl Muñoz García (23), Janette Hernández Gutiérrez (19), Modesto Almanza Romero (28), Frank González Vásquez (21), Daniel González Hernández (21), Sergio Perodín Pérez (38), Sergio Perodín Almanza (7), Gustavo Guillermo Martínez Gutiérrez (38), Yandi Gustavo Martínez Hidalgo (9), José Fabián Valdés (17), Eugenio Fuentes Díaz (36), Juan Gustavo Bargaza del Pino (42), Juan Fidel González Salinas (42), Reynaldo Marrero Canarana (16), Daniel Prieto Suárez (22), Iván Prieto Suárez (26), Jorge Luis Cuba Suárez (23), María Victoria García Suárez (28), Arquímides Venancio Lebrijio Gamboa (52), Yaussany Tuero Sierra (20), Pedro Francisco Garijo Galego (31), Julio César Domínguez Alcalde (33), Armando Morales Piloto (38), Juan Bernardo Varela Amaro y Jorge Alberto Hernández Ávila (33).
(Con información de la CIDH)