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Los campesinos huyen de la corrupción en Cuba


Un grupo de campesinos en campos sembrados de arroz que se encuentran junto a sus viviendas en Cuba.
Un grupo de campesinos en campos sembrados de arroz que se encuentran junto a sus viviendas en Cuba.

Campesinos acusan a funcionarios de la Agricultura de corrupción e impedir que vendan libremente el producto de sus cosechas.

Los campesinos en Cuba arrastran con los caprichos del tiempo para sus malas cosechas, la falta de insumos en el país y, encima, con la imposición con la que la burocracia los quiere amarrar a la tierra baldía.

Varios de estos labriegos fueron entrevistados en el poblado de Buenaventura, provincia Holguín; un equipo de realización de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) fue a recoger sus opiniones y ha salido este rosario de calamidades.

Ramón Ortega García no quiso asociarse a las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS), cree que es una estafa y que los campesinos no necesitan intermediarios. "En resumidas cuentas, ellos dijeron que ni nos vendían ni nos compraban". El trabalenguas que intenta explicar este noble guajiro se basa en que las referidas cooperativas se erigieron como el ente que hace los contratos entre los campesinos y el gobierno, pero ni les vende materiales de trabajo ni les compran las cosechas.

"Estábamos de acuerdo en contratar con el Estado, siempre y cuando nos dieran margen a discutir los precios. Siempre nos quieren comprar (las cosechas) a un precio, pero lo que nos venden (fertilizantes, herramientas, etc.) es a diez o doce veces por encima de lo que nos pagan por nuestros productos", señaló Ortega.

Roberto Driggs Batista vive en el barrio Ojo de Agua, de la misma localidad de Buenaventura. Roberto es un hombre que espera por la justicia. Él vive de la ganadería.

"Hace cuatro o cinco años me han robado un lote de ganado y el Estado desde esa fecha quedó en pagarme, y no me han pagado", indica el campesino, que asegura que los ladrones fueron juzgados, cumplieron prisión, pero "a mí no me han pagado ninguna vaca" y encima fue multado "porque yo soy el culpable de que me las roben, y me meten (multan) con 300 pesos", señala contrariado Driggs.

La malanga, la burocracia y la corrupción

Pedro Díaz Batista quería ver sus sembrados desde lejos, apreciar cómo la flora embellece una finca o cómo las malangas se empinan por encima de las hortalizas, pero solo fue un sueño. Se hizo campesino independiente porque no pasó de la puerta en la oficina de un funcionario de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), según relata frente a cámara.

"Yo traté de dar viajes a los mercados, y fui a ver al presidente de los campesinos, me pidió que tenía que pagarle un papel para representar lo que yo llevaba, pero si me cogía la policía, no podía enseñar los documentos", indica asombrado.

Díaz Batista se hizo campesino independiente y, aunque ha tenido varios tropiezos con las autoridades, inspectores y el mismo Gobierno, no cree que vaya a regresar a ninguna organización que le regule lo que vende o compra. "He viajado a algunos lugares a llevar mercancía, me han decomisado por no llevar papeles, se cogen la mercancía y no me pagan nada y todo eso se lo coge el estado. Yo me retiré de la base campesina por tanta corrupción y tanta mentira", finalizó.

Suiberto Batista no entiende los entresijos de la burocracia, cree al final el asunto no pasa de ser una estafa. "Que alguien me diga por qué si yo lo que quiero es vender los productos, ellos se tienen que meter en todo", se pregunta totalmente desconcertado.

"Es un robo, uno no debiera ni pensar en cómo los comunistas estos quieren avasallar a uno", concluye.

Erlán Driggs Batista describe a la denominada Base campesina junto a los inspectores como 'perros de presa'. Son los que venden los permisos para vender y los mismos que ordenan esconderlos ante esos funcionarios autoritarios, comenta.

"Te venden un papel (permiso) pero vale según la lejanía del mercado: si estás en la provincia vale cien pesos, si te vas alejando hacia Camagüey, vale quinientos, y si vas a La Habana, vale mil pesos. Lo están haciendo todos, desde los dirigentes en Buenaventura hasta que yo mismo, que lo hacía en los años 90", finalizó Erlán.

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