Más de $6 millones es el saldo encubierto de un derrumbe provocado por la orgía desaforada de negligencias combinadas. Así describen el suceso mejor guardado por el Ministerio de Salud Pública de Cuba durante este año 2015. Aquí les explico, aunque no quiero agobiarlos con tanto lenguaje científico.
Las fotos muestran el proceso constructivo de una ultramoderna unidad Ciclotrón que, dentro del perímetro habanero del hospital CIMEQ (Centro de Investigaciones Médico Quirúrgircas), sería destinada para el servicio de la docencia y la investigación.
La planta, que al derrumbarse por negligentes violaciones del reglamento constructivo para este tipo de instalaciones dejó pérdidas aún no reveladas por las autoridades cubanas, incluía una unidad para producir radionucleidos de uso médico, un laboratorio de radiofarmacia para producir y almacenar radiofármacos y varios módulos de síntesis química.
El Ciclotrón es un acelerador de partículas que produce un radioisótopo de corta vida que, incorporado a la glocusa, es inyectado en el torrente sanguíneo y, a través de la medicina nuclear ofrece diagnóstico por imagen; las células cancerígenas absorben rápidamente esta sustancia y emiten una radiación que permite localizarlas con un tomógrafo por emisión de positrones.
Con su próxima inauguración que, por supuesto, ya no se realizará (al menos con la urgencia planificada), Cuba planeaba colocarse a la vanguardia mundial en cuanto a diagnóstico médico por imagentología nuclear molecular.
Dicho de otra manera, es una técnica avanzada, segura e indolora, mediante la cual se hace posible detectar oportunamente los procesos patológicos antes de que se manifiesten los primeros síntomas de cualquier enfermedad.
Por ejemplo; permite determinar el cáncer primario y metástasis, tumores residuales y recidivas tumorales; posibilita caracterizar y cuantificar el metabolismo miocárdico, el flujo sanguíneo, la existencia de tejido vivo en áreas de infarto y, además, permite el diagnóstico de Parkinson, Alzheimer, Epilepsia, tumores cerebrales benignos, enfermedades congénitas, degenerativas y psicosis orgánicas y/o funcionales tales como la esquizofrenia.
Vale aclarar que este modelo de equipos y pruebas generan radioactividad y, como corresponde, existen tratados internacionales diseñados para regular las normas constructivas que garantizan la seguridad básica de este tipo de instalaciones y aseguran la protección contra los peligros derivados de las radiaciones.
Lo lógico, lo conexo, es que todos los centros que procesan materiales que contienen radionucleidos, deben regirse por un único reglamento; sólo que en Cuba, en los predios del CIMEQ, se violaron.
Según reglas universales, la construcción de esta sofisticada planta, demanda –debido a sus características– planchas de acero con micra específico, hormigón reglamentario y materiales especiales que, por seguir irresponsables criterios de ahorro e innovación, sugeridos y autorizados por miembros de una larga cadena de mando que nunca serán sancionados, no fueron utilizados, o sí, pero no como es debido, y el edificio colapsó.
No obstante el aspaviento armado por el imprevisto que atrajo la atención de muchos, las autoridades locales, negligentes pero precavidas, con extrema indolencia, optaron por relegar el suceso enarbolando el manido refrán "Mucho más se perdió en la Guerra", y por revisar, escudriñaron, hasta la fatiga, los teléfonos celulares de trabajadores y testigos presenciales para –como les explicaron– evitar que imágenes no autorizadas saltaran a los medios y redes sociales.