“Sabremos vencer cualquier reto en nuestro empeño de construir un socialismo próspero y sostenible”.
Así cerró Raúl Castro la segunda sesión de la Asamblea Nacional de Cuba en 2015. No era la primera vez que se mencionaba el término, pero viniendo del hombre que ocupa en Cuba todos los máximos cargos del Gobierno, el Estado y el partido gobernante (único legal) activó enseguida los reflejos condicionados de los propagandistas, y ha cobrado fuerza en artículos y entrevistas en las semanas que precedieron a la “magna reunión” (el VII Congreso del PCC que se inició este sábado).
Cierto que los calificativos “próspero y sostenible” por lo menos sugieren una realidad (virtual) socialista más esperanzadora que la de casas apuntaladas, precios exorbitantes, controles politicos y sociales desmesurados y falta de fe en el futuro que sigue provocando una oleada tras otra de “migrantes cubanos”.
Pero, si bien con Raúl Castro las cosas empezaron a moverse en Cuba,en comparación con el inmovilismo general del largo gobierno de su hermano, la lentitud y condicionamientos de las reformas raulistas sólo han producido prosperidad (según los estándares cubanos) para nichos de población, como ciertas categorías de cuentapropistas, artistas y deportistas internacionalmente cotizados, trabajadores del turismo y empresas mixtas,y receptores de remesas más allá del nivel de supervivencia.
El resto de los cubanos sigue inmerso en la angustia de multiplicar a como dé lugar un salario medio de 23 dólares mensuales para hacer frente a precios gravados hasta un 240 % en las tiendas por divisas y a otros en moneda nacional que no cesan de aumentar debido a la oferta insuficiente que caracteriza a las ineficientes economías centralizadas.
Cuentapropistas contra el techo
El pequeño sector privado, que fuera estimulado como un recurso para aligerar las infladas plantillas estatales, continúa topado (aporta apenas el 25% del PIB del país) por la desconfianza y las cortapisas de la clase gobernante, como si pudiera competir con sus lucrativos negocios en el turismo, la minería, el tabaco y la venta de artículos importados, entre otros.
En su blog Alejo3399 el periodista camagüeyano Alejandro Rodríguez se refiere al tema, bajo el título “Cuba: reformas económicas contra el techo”:
“Casi una década después de iniciadas las reformas, el ciudadano cubano no puede aún fundamentar ante las autoridades una idea propia de negocio: hay que elegir, en una lista de 200 divisiones, la más cercana a lo que se quiere, dejando demasiado margen al delito y al invento”.
(Acerca de esto el economista oficialista Omar Everleny Pérez Villanueva señalaba en una entrevista con la revista católica Palabra Nueva : “Es preferible una lista con las que el Estado no quiere aún aprobar, y dejar las demás a la iniciativa popular").
Acusando otros límites al trabajo por cuenta propia, Alejo3399 escribe:“Las personas naturales— que son la figura principal del actual modelo de trabajo por cuenta propia—, tampoco pueden realizar importaciones con carácter comercial, y en el mercado interno el desabastecimiento manda”.
“Y a las cooperativas urbanas, por otra parte— cuya personalidad jurídica otorga mayores chances de desarrollo— se accede a través de un sistema poco potable, ya por burocráticamente enmarañado o por secretamente reservado al puñado de elegidos, negocios modelo, que se integran a la línea que corresponde y pagan todo el salario a sus empleados cuando desfilan el Primero de Mayo”.
“Luego, es bastante fácil que el emprendimiento privado auténtico se haga un gran chichón en la cabeza al chocar contra el techo de las limitaciones legales"
Prosperidad sostenible y economía sostenible
Para que una eventual prosperidad del socialismo cubano sea sostenible se necesita primero que la economía crezca de manera sostenible. Pero incluso en la macroeconomía, dominada por el Estado en Cuba, principalmente a través de las empresas militares del grupo GAESA, el afán de control del gobierno lleva a una desesperante lentitud y condicionamientos.
En otra entrevista con Fernando Ravsberg para el diario español Público.es Pérez Villanueva considera que la economía cubana se encuentra en un círculo vicioso, y descarta un crecimiento significativo, a menos que inversores foráneos aporten unos 2.500 millones de dólares anuales.
“Quedó claro que por esfuerzo propio es imposible remontar las vías de crecimiento. El ahorro interno es pequeño, Cuba ha llegado ya a un grado tal de descapitalización de las industrias y los servicios que realmente es un círculo vicioso, no tienes recursos para invertir porque los destinas a consumir, dado que la ineficiencia impide producir muchos productos y hay que importarlos”, dijo el economista a Público.
“Si no se invierte en la economía cubana será imposible llegar a tasas de crecimiento superiores al 5% o 7%, para poder duplicar el Producto Interno Bruto (PIB) en 5 años. Con tasas del 2% como las actuales pasarán más de 20 años antes de poder duplicar el PIB”.
Estas inversiones, como ha explicado el economista cubanoamericano Carmelo Mesa-Lago, deben concentrarse en promover trabajos y exportaciones con valor agregado, que son los que tienen un efecto multiplicador en la economía, efecto que no producen las materias primas y los servicios profesionales de los que Cuba obtiene sus mayores ingresos en la actualidad.
La Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM) sería ideal para ello al propiciar una economía de maquiladoras (libre importación de materias primas, elaboración o ensamblaje, y reexportación con valor agregado).
Cuba promulgó una nueva Ley de Inversión Extranjera que ofrece incentivos como 8 años sin pagar impuestos, un tiempo límite máximo de 60 días para que los empresarios reciban respuesta de las autoridades cubanas; exención de aranceles de importación y posibilidad de 100 % de la propiedad si se invierte en la ZEDM. Sin embargo, pese a que con el deshielo EE.UU.-Cuba las ofertas de inversión en Mariel se han multiplicado, apenas un puñado de empresas han sido aprobadas.
John S. Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comercial Cuba-EEUU, dijo al New York Times en marzo pasado que había contado cerca de 500 visitas a Cuba de empresarios estadounidenses desde diciembre de 2014, y más de 140 visitas de representantes y funcionarios de Estados Unidos. Pero Kávulich señaló que, podía contar con sus dedos el número de acuerdos comerciales que habían alcanzado.
Y no sólo es recelo con los estadounidenses. El mes pasado el presidente de la Asociación de Empresarios Españoles en Cuba, Xulio Fontecha, dijo a El País en abril que a pesar de que varias decenas de empresas españolas han presentado sus proyectos en la Zona Especial de Desarrollo, son "muy escasas las aprobadas. Apenas dos o tres".
El porqué lo explicó, en un rapto de franqueza, una funcionaria del Ministerio de Comercio Exterior e Inversión Extranjera de la isla. En entrevista con el diario oficial Granma la directora de Inversión Extranjera del ministerio, Déborah Rivas, precisó que de los 200 negocios con capital foráneo que hay en el país, apenas 35 han sido aprobados bajo la nueva Ley de Inversión Extranjera que entró en vigor en 2014.
"El objetivo no es vender el país, no se trata de hacer cualquier proyecto que interese a cualquier inversionista extranjero. Se trata de atraer inversionistas cuyos proyectos concuerden con nuestra política pública. No estamos haciendo un proceso de privatización acelerada de la economía cubana", señaló Rivas.
Por ahora, la consigna del Congreso del PCC sigue siendo un oxímoron, como se llama en la sintaxis castellana a la combinación, en una misma estructura, de palabras o expresiones de significado opuesto: silencio atronador, instante eterno, socialismo próspero… y sostenible.