El flujo migratorio no cesa por el llamado Tapón del Darién, la selva de 266 kilómetros que conecta a Colombia con Panamá por el sur, devenida camino para migrantes irregulares que, desde Suramérica, intentan atravesar América Central, llegar a México y de ahí alcanzar la frontera con Estados Unidos, el país de destino.
No pocos la llaman la Ruta de la Muerte por los peligros que entraña, desde fieras y serpientes venenosas hasta ríos caudalosos y bandas de asaltantes de camino y criminales sin escrúpulos.
La mayoría son haitianos, les siguen cubanos y venezolanos. A estos se suman los extracontinentales de África y Asia, lo que hace desbordar este movimiento irregular.
Como parte de la Operación Flujo Controlado, el gobierno de Panamá provee asistencia humanitaria y moviliza diariamente a cientos de personas a Estaciones de Recepción Migratoria (ERM) en Bajo Chiquito, Lajas Blancas y San Vicente, provincia Darién, y en Chiriquí, provincia, Los Planes.
De acuerdo con estadísticas del Servicio Nacional de Migración de Panamá, más de 91.300 migrantes atravesaron este año El Darién desde Colombia.
Según la Defensoría del Pueblo de Panamá, una de cada cinco personas que cruza el Tapón de Darién es menor de edad y, de esa cifra, el 80 por ciento tiene entre 0 y 5 años de edad.
La misma fuente indicó que se han registrado 19 nacimientos en las estaciones receptoras este año, así como el tránsito de alrededor de 400 embarazadas.
En una encuesta realizada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), entre 732 migrantes que llegaron a las ERM en la frontera con Colombia, 43 por ciento dijo que su país de residencia habitual era Chile, y 20 por ciento que era Brasil. Solamente 14 por ciento dijo residir en Haití.
La OIM forma parte del Sistema de Naciones Unidas y desde 1951 promueve una migración ordenada, con 174 Estados miembros y presencia en más de 100 países.
Pero son desgarradoras y habituales las noticias de violaciones, vejámenes a niñas y mujeres migrantes, restos humanos en el camino, asaltos y las muertes de migrantes en circunstancias distintas (tragados por la crecida de ríos, caídas por barrancos y hasta fallecimiento súbito).
Pocas veces las historias tienen un desenlace como la de la cubana Elmis y el haitiano Samuel, ambos migrantes flechados por cupido en la larga y peligrosa travesía desde Brasil. Una historia de amor publicada en febrero pasado por el diario Panamá América, de la pluma del colega Luis Ávila.
Cuenta la historia que los dos llegaron por separado a Brasil, desde donde emprendieron el peligroso viaje. Cómplices en el amor, atravesaron Perú, Ecuador, Colombia y la selva hasta llegar al Darién panameño.
Amenazados con armas de fuego, los delincuentes les robaron 100 dólares en las cercanías del campamento. También les tocó ver de cerca a migrantes muertos.
Elmis dijo a Ávila que dejó a toda su familia en Cuba, incluyendo a su pequeña hija, junto a su madre. Sin embargo, añadió que su sueño es llegar a Estados Unidos para establecerse y, por qué no, tener una familia junto con su amado Samuel.
"Nosotros tenemos la esperanza de poder alcanzar la tan anhelada meta, que es llegar a nuestro destino final en los Estados Unidos, para luego tratar de llevarnos a nuestras familias. Sabemos que no será fácil lograrlo, pero no es imposible conseguirlo", indicó la pareja que, como bien describe el entrevistador, “conoció el amor migrando hacia un mejor futuro”.