Ocho meses no han sido suficientes para que la empresa estatal empleadora en el sector del turismo contrate a Yasmani, 23 años, un negro de casi seis pies que perfila su inglés en una academia privada de La Habana y ha gastado tiempo y dinero aprendiendo los secretos del golf en un club al sur de la ciudad.
Hace casi un año, en una noche de copas y reguetón, Yasmani, graduado de turismo, conoció a un empresario británico que pretende hacer negocios en Cuba en el sector del ocio de alto estándar.
“¿Conoces el golf?, me preguntó el hombre. Le dije que recordaba haber leído algo sobre Tiger Wood, poco más. ‘Trata de conocer el deporte, con tu dominio del inglés y la preparación que tienes, quizás te pueda conseguir un trabajo como caddy,’ me respondió’”, expresa Yasmani sentado en el portal de su casa.
El régimen verde olivo sepultó al golf tachándolo de aristocrático. Una mañana cualquiera de 1960, Fidel Castro y Ernesto Guevara planearon una partida de golf en un campo de 18 hoyos del Country Club, en el antiguo Havana Biltmore, con la intención de hacer una parodia de los partidos de golf que en Estados Unidos jugaban Eisenhower y Nixon.
Cinco décadas y media después, Raúl Castro, designado a dedo por su hermano, entre sus estrategias maestras para desarrollar el país tiene la construcción de campos de golf en resorts de lujos exclusivos para turistas con chequeras que se aproximen a los seis ceros.
En Cuba, los practicantes del golf no llegan al centenar. La mayoría son hijos de funcionarios de la burguesía comunista hechizados por la alta costura, el bon vivant y los lujos consumistas. Mientras sus padres hablan con la boca apretada del proletariado, ellos viven a todo trapo como un magnate de Wall Street.
Pero a Yasmani eso poco le importa. “Me han comentado algunos socios que un día de trabajo como caddy deja un baro largo”, presume el joven que no pierde las esperanzas de ser contratado por una empleadora estatal.
La autocracia criolla no le presta atención a las voces ciudadanas que alertan sobre los riesgos ambientales ni las estrategias ecológicas para mantener unos terrenos que son súper derrochadores de agua.
En 2013, la compañía británica Esencia Hotels and Resorts y la cubana Palmares pactaron la creación de una empresa mixta, Habana Resort, para el desarrollo de campos de golf.
El Club Carbonera, de 18 hoyos, a unos 15 kilómetros de Varadero y valorado en unos 350 millones de dólares, fue presentado como la primera iniciativa de esta asociación, mientras se negocian proyectos similares con inversiones de China, España, Vietnam y Rusia.
Guy Chartier, presidente de Wilton Properties, confirmó en febrero pasado, que la entidad prevé iniciar en Jibacoa, a 60 kilómetros al este de La Habana, un megaproyecto con una inversión de 1.400 millones de dólares para construir edificios y un hotel de lujo, rodeado por siete playas, campos de golf y de tenis, un centro ecuestre y un 'pueblo' para artistas.
La empresa catalana Urbas, a pesar de que en 2015 tuvo pérdidas de 4.2 millones de dólares, entrará en el desarrollo de un gran proyecto turístico e inmobiliario en Cuba, que comprende la construcción de hoteles de lujo y campos de golf, entre otras instalaciones, en la ciudad de Cienfuegos, tras adquirir el 30% de Caribbean Resort and Golf, con opción de compra de hasta el 70% restante, reportó Europa Press.
El macro complejo está proyectado sobre una superficie de entre 1.600 y 1.800 hectáreas de la península Rancho Luna-Pasacaballos. En concreto, se plantea la construcción de una marina deportiva, seis campos de golf, seis hoteles cinco estrellas, tres aparthoteles, 1.500 villas y 3.000 apartamentos, cuyo desarrollo se acometería a través de la empresa mixta, de capital privado y estatal, Cubagolf, cuyo segundo socio es la española Caribbean Resort and Golf.
Estas opciones de capitalismo, al igual que el desfile de Chanel, los Festivales Habanos o el arribo de cruceros a distintos puertos de la Isla, solo pueden verlas los cubanos de a pie en la distancia y tras barreras custodiadas por policías o agentes de seguridad.
En Cuba se viene implementando una versión bicéfala: lo peor del socialismo marxista imbricado con un capitalismo primitivo de corte africano.
Para el consumo interno, junto a la propaganda ideológica de que hay que tener cuidado con el imperialismo, la promesa engañosa de un socialismo próspero y sostenible. Mientras, los cubanos comunes observan tras las vidrieras los precios exorbitantes en moneda dura de televisores LED y otros electrodomésticos.
Josué, taxista de la línea Palma-Parque la Fraternidad, lo tiene claro. “Esto es capitalismo hace rato. Pero solo para unos pocos. Los otros que se j...”, señala, esquivando los numerosos baches en la calzada habanera de Diez de Octubre.
Pero Yasmani, el aspirante a caddy, intenta salvarse y entrar al club del capitalismo. Aunque sea cargando los palos.