Las Naciones Unidas han invitado a todos los que vivimos en este planeta a participar este lunes en el Día Internacional de la Juventud, cuyo tema central este año es “La emigración de los jóvenes: empujando el desarrollo”.
La ONU propone desarrollar actividades en torno a las diversas aristas de este tema , y uno de los subtemas que sugiere es “¿Qué papel puede jugar la juventud en la diáspora en la promoción del desarrollo en su país y en el extranjero?”.
Una Cuba abierta y democrática tendría un formidable aliado en su diáspora, y especialmente en sus jóvenes.
La juventud cubana en la el exilio tiene dos fuertes componentes de cubanía: los jóvenes que llegan cada año a radicarse en el exterior, sobre todo en EE.UU, convencidos de que en su país no pueden hacer realidad sus sueños y proyectos; y los jóvenes cubanoamericanos, tal vez un caso excepcional de preservación de las tradiciones, creencias y costumbres de sus padres en el melting pot americano que todo lo funde.
Una de las razones es que Miami, pese al arribo de otras comunidades importantes en los últimos años, sigue siendo “Cuba del Norte”. Todavía los cubanos siguen en mayoría en esta ciudad, adonde, como ha señalado Carlos Alberto Montaner, se trajeron todo su establishment: médicos, abogados, chefs de cocina, etc. De ahí que no necesitaran de manera tan vital integrarse al modo de vida estadounidense.
En la revista cultural oficialista La Jiribilla la investigadora Ana Celia Perera observa que, “diferentes factores han confluido para que Miami sea un espacio relevante en la lucha por la conservación de la identidad cultural cubana más allá de las fronteras de la Isla. Tradiciones, costumbres y aspectos de la cultura cubana en general han sido reconstruidos en este contexto como modo de preservación, continuidad y sentido de pertenencia a una comunidad que se ha propuesto no perder sus vínculos con el pasado”.
Perera destaca que los cubanos no sólo son mayoría, sino que tienen “una fuerte influencia política y económica que les permite ubicarse en posición ventajosa con respecto a otros grupos de emigrados”, y admite que “la mayoría de los cubanos en Miami se sienten orgullosos de su origen y no vacilan en demostrar sus vínculos con la cultura cubana”.
Al respecto, la sección Yahoo Respuestas del portal Yahoo! hizo la siguiente pregunta: “¿Son los jóvenes cubanos en el exilio continuadores de las tradiciones cubanas?”
He aquí algunas respuestas:
Mari
“Si mi familia no hubiese tenido problemas políticos jamas hubiéramos salido de Cuba. Para mis bisabuelos y abuelos que vinieron de Europa a fines del siglo XIX, Cuba era el mejor país del mundo y lleno de oportunidades. Es verdad, que ahora no es la sombra de lo que ellos conocieron pero no obstante les he inculcado a mis niños el amor a lo cubano. Mis hijos son unos típicos gringuitos y solo mitad cubanos, no hablan mucho español, pero quieren aprenderlo, les gusta ir a Miami, les encanta la comida cubana, la malta, la materva, toman cafe con leche desde niños, para asombro de los americanos, dicen que son exiliados cubanos y odian a los tiranosaurios de Cuba . Así que nuestros genes son fuertes”.
Jotaviz
“si hay exiliados y si hay deportados y unos cuantos barrigones que salen a buscar comida que no les da la revolución, en cuanto a los jóvenes por supuesto es muy personal : mientras en NY y Miami bailábamos salsa con Celia Cruz , Tito Puente y Chirino, la juventud cubana bailaba rock y baladas. El sabor criollo de la patria se aprecia más en la distancia”.
Esta última apreciación denota el mecanismo de defensa en que se convierte la nacionalidad original mientras se van superando los naturales fracasos del proceso de integración a una nueva sociedad y cultura. En un viejo filme del fallecido cineasta y fundador del portal Encuentro en la Red Jesús Díaz, sobre la primera vista a Cuba de la brigada Antonio Maceo, uno de los entrevistados lo define apropiadamente como “un abrigo”.
Si las primeras oleadas de inmigrantes cubanos estaban compuestas principalmente por familias de adultos con sus hijos y otros seres queridos, las más recientes, del éxodo del Mariel acá, han estado integradas por jóvenes, en muchos casos solteros.
El mecanismo casi reflejo para ellos de rechazar conceptos como patria, bandera o nación, asociados en Cuba al Estado comunista y sus líderes, se revierte al enfrentarse a un medio que al menos en los primeros años les resulta hostil. Puede que allá prefirieran ir al concierto de una banda de rock extranjera, pero aquí se pelan por tocar base con la patria (o lo mejor de ella) asistiendo a uno de Pablo Milanés. Y no dudan en mantener contactos regulares con sus familares en la isla vía teléfono o correo electrónico, ni en viajar allá para compartir con ellos, pasar juntos un buen rato y ayudarles económicamente.
En cuanto a los jóvenes cubanoamericanos, puede que muy pocos puedan responder a todas las preguntas de un examen de cubanía más bien enfocado en la Cuba republicana que circula por las redes:
1. ¿A que hora mataron a Lola? 2. ¿Que le pasó a Chacumbele? 3. ¿Que le pasa al niño que no llora? 4. ¿Que le sigue a: "Ae, Ae, Ae, La. . . "? 5. ¿Que quiere el bobo de la yuca? …etcétera, etcétera.
Pero de seguro que tampoco dejarían el examen en blanco.
No por gusto un joven profesional cubano de clase media alta, entre 20 y 40 años no es un Yuppie (acrónimo estadounidense para "young urban professional", joven profesional urbano ) sino un YUCA (Young Upscale Cuban American, joven cubanoamericano en ascenso social).
Si bien son eficientes, independientes y se matan trabajando hasta desde el auto como sus similares americanos, son bilingües y biculturales, se mueven con igual soltura en el mundo americano y en el cubano transplantado. Tienen al menos un par de guayaberas en el closet, toman cafecito cubano y almuerzan en restaurantes de cocina cubana gourmet. Y como dice Perera “se sienten orgullosos de su origen y no vacilan en demostrar sus vínculos con la cultura cubana”.
Y es que el amor a una Cuba que no recuerdan, o recuerdan apenas, ha sido uno de los valores que les inculcaron sus padres, uno tan fundamental y sagrado como los principios morales o el respeto a sus mayores , como bien ilustra esta historia anónima sobre un niño cubano que tenía que escribir en la escuela una composición:
“Cuba es una palabra SAGRADA. Es la palabra que más yo he oído en mi vida. Creo que las primeras palabras que oí al salir del vientre de mi madre fueron las de mi abuelo gritando: ‘¡Que viva, llegó al mundo otro cubano!’”.
“Cuba es una palabra que, cuando el noticiero la menciona, yo sé que me tengo que quedar calladito, porque si no me callo, tengo que oír a toda la familia regañándome y diciéndome: ‘¡Cállese la boca, muchacho, que están hablando de Cuba!”.
“ Y si es en la televisión americana que mencionan la palabra ‘QUIUBA’, ya yo sé que tengo que atender y estar listo para traducir, porque el abuelo inmediatamente, como un resorte, me va a preguntar: ‘A ver, a ver, ¿qué están diciendo de Cuba, mijo?’”.
“Pero a mi alrededor Cuba no es una palabra. Cuba es como un credo, como una religión”.
“Tal parece que todos en mi casa tienen a Cuba en un altar. Cuba es una obsesión”.
“Yo me imagino que hasta el agua bendita de las iglesias debe de provenir de algún río de Cuba”.
“Con lo fuerte que es mi abuelo, y con lo mucho que me ha repetido en mi vida que ‘los hombres no lloran’, yo lo he visto llorar a él algunas veces mientras me hablaba de Cuba”.
“Cuba es como una sombra que me sigue a todas partes. Cuba está en las conversaciones, en las discusiones, en las fiestas, en los velorios, en los periódicos que lee mi abuelo, en forma de islita en una cadenita que me regaló mi abuelita, y hasta en la fiesta de quince años de mi hermana”.
“Tener la sangre cubana, esa que tanto mi abuelo me dice que yo tengo, es muy bueno, porque me permite ir a McDonald’s y a Burger King, y después llegar a la casa y comerme unas croquetas y un batido de mamey, puedo disfrutar de la música de aquí y al mismo tiempo me encanta cuando oigo a Celia Cruz diciendo: ‘¡Azúcaaaaaa!”
“ Mis compañeros de colegio tienen una sola patria, yo tengo dos: la mía y la de mis abuelos”.
“Ellos tienen sus héroes nacionales, yo tengo los míos y los de mis abuelos. Es más, mis compañeros de colegio no tienen el privilegio de saber quiénes fueron José Martí, Antonio Maceo o Máximo Gómez. Y yo sí sé quiénes fueron porque mi abuelo me lo ha enseñado”.
“¿Qué dónde está Cuba? Si alguien me lo pregunta, yo le señalaré con el dedo índice el pecho de mi abuelo. Olvídense del mapamundi”.
“Ahí está Cuba, ¡en el corazón de mi abuelo! Pero mi abuelo y yo no siempre estamos de acuerdo en lo que es Cuba…”
“Para mí Cuba es José Canseco y para él es Orestes Miñoso; para mí Cuba es Andy García y para él es César Romero; para mí Cuba es Gloria Estefan y para él es Olga Guillot; para mí Cuba es Willy Chirino y para él Barbarito Diez”.
“Para mí Cuba es ‘ la Salsa’. Para él Cuba es rumba y guanguancó”.
“Cuba, según el mapa de este colegio, está en el Caribe, pero la verdad es que Cuba está en mi hogar”.
“Cuba está dentro del refrigerador de mi casa. Cuba está en el patio de mi casa, en las matas de aguacate y de guayaba que sembró mi abuelo”.
“Cuba está en el almuerzo que me prepara mi mamá y en el café que cuela mi abuela”.
“ Y no sé la calificación que recibiré por esta composición pero no me importa. Yo estoy contento porque estoy seguro de que mi abuelito, con lágrimas en sus ojos, me dará una A”.
“ Y el abuelo, sonriente y orgulloso, le responde: ‘No, no voy a llorar. Y no solamente te doy una A, sino que te doy un abrazo y un beso ‘¡Domitila, vieja, ven acá para que escuches lo que escribió MI NIETO!’”.
La ONU propone desarrollar actividades en torno a las diversas aristas de este tema , y uno de los subtemas que sugiere es “¿Qué papel puede jugar la juventud en la diáspora en la promoción del desarrollo en su país y en el extranjero?”.
Una Cuba abierta y democrática tendría un formidable aliado en su diáspora, y especialmente en sus jóvenes.
La juventud cubana en la el exilio tiene dos fuertes componentes de cubanía: los jóvenes que llegan cada año a radicarse en el exterior, sobre todo en EE.UU, convencidos de que en su país no pueden hacer realidad sus sueños y proyectos; y los jóvenes cubanoamericanos, tal vez un caso excepcional de preservación de las tradiciones, creencias y costumbres de sus padres en el melting pot americano que todo lo funde.
Una de las razones es que Miami, pese al arribo de otras comunidades importantes en los últimos años, sigue siendo “Cuba del Norte”. Todavía los cubanos siguen en mayoría en esta ciudad, adonde, como ha señalado Carlos Alberto Montaner, se trajeron todo su establishment: médicos, abogados, chefs de cocina, etc. De ahí que no necesitaran de manera tan vital integrarse al modo de vida estadounidense.
En la revista cultural oficialista La Jiribilla la investigadora Ana Celia Perera observa que, “diferentes factores han confluido para que Miami sea un espacio relevante en la lucha por la conservación de la identidad cultural cubana más allá de las fronteras de la Isla. Tradiciones, costumbres y aspectos de la cultura cubana en general han sido reconstruidos en este contexto como modo de preservación, continuidad y sentido de pertenencia a una comunidad que se ha propuesto no perder sus vínculos con el pasado”.
Perera destaca que los cubanos no sólo son mayoría, sino que tienen “una fuerte influencia política y económica que les permite ubicarse en posición ventajosa con respecto a otros grupos de emigrados”, y admite que “la mayoría de los cubanos en Miami se sienten orgullosos de su origen y no vacilan en demostrar sus vínculos con la cultura cubana”.
Al respecto, la sección Yahoo Respuestas del portal Yahoo! hizo la siguiente pregunta: “¿Son los jóvenes cubanos en el exilio continuadores de las tradiciones cubanas?”
He aquí algunas respuestas:
Mari
“Si mi familia no hubiese tenido problemas políticos jamas hubiéramos salido de Cuba. Para mis bisabuelos y abuelos que vinieron de Europa a fines del siglo XIX, Cuba era el mejor país del mundo y lleno de oportunidades. Es verdad, que ahora no es la sombra de lo que ellos conocieron pero no obstante les he inculcado a mis niños el amor a lo cubano. Mis hijos son unos típicos gringuitos y solo mitad cubanos, no hablan mucho español, pero quieren aprenderlo, les gusta ir a Miami, les encanta la comida cubana, la malta, la materva, toman cafe con leche desde niños, para asombro de los americanos, dicen que son exiliados cubanos y odian a los tiranosaurios de Cuba . Así que nuestros genes son fuertes”.
Jotaviz
“si hay exiliados y si hay deportados y unos cuantos barrigones que salen a buscar comida que no les da la revolución, en cuanto a los jóvenes por supuesto es muy personal : mientras en NY y Miami bailábamos salsa con Celia Cruz , Tito Puente y Chirino, la juventud cubana bailaba rock y baladas. El sabor criollo de la patria se aprecia más en la distancia”.
Esta última apreciación denota el mecanismo de defensa en que se convierte la nacionalidad original mientras se van superando los naturales fracasos del proceso de integración a una nueva sociedad y cultura. En un viejo filme del fallecido cineasta y fundador del portal Encuentro en la Red Jesús Díaz, sobre la primera vista a Cuba de la brigada Antonio Maceo, uno de los entrevistados lo define apropiadamente como “un abrigo”.
Si las primeras oleadas de inmigrantes cubanos estaban compuestas principalmente por familias de adultos con sus hijos y otros seres queridos, las más recientes, del éxodo del Mariel acá, han estado integradas por jóvenes, en muchos casos solteros.
El mecanismo casi reflejo para ellos de rechazar conceptos como patria, bandera o nación, asociados en Cuba al Estado comunista y sus líderes, se revierte al enfrentarse a un medio que al menos en los primeros años les resulta hostil. Puede que allá prefirieran ir al concierto de una banda de rock extranjera, pero aquí se pelan por tocar base con la patria (o lo mejor de ella) asistiendo a uno de Pablo Milanés. Y no dudan en mantener contactos regulares con sus familares en la isla vía teléfono o correo electrónico, ni en viajar allá para compartir con ellos, pasar juntos un buen rato y ayudarles económicamente.
En cuanto a los jóvenes cubanoamericanos, puede que muy pocos puedan responder a todas las preguntas de un examen de cubanía más bien enfocado en la Cuba republicana que circula por las redes:
1. ¿A que hora mataron a Lola? 2. ¿Que le pasó a Chacumbele? 3. ¿Que le pasa al niño que no llora? 4. ¿Que le sigue a: "Ae, Ae, Ae, La. . . "? 5. ¿Que quiere el bobo de la yuca? …etcétera, etcétera.
Pero de seguro que tampoco dejarían el examen en blanco.
No por gusto un joven profesional cubano de clase media alta, entre 20 y 40 años no es un Yuppie (acrónimo estadounidense para "young urban professional", joven profesional urbano ) sino un YUCA (Young Upscale Cuban American, joven cubanoamericano en ascenso social).
Si bien son eficientes, independientes y se matan trabajando hasta desde el auto como sus similares americanos, son bilingües y biculturales, se mueven con igual soltura en el mundo americano y en el cubano transplantado. Tienen al menos un par de guayaberas en el closet, toman cafecito cubano y almuerzan en restaurantes de cocina cubana gourmet. Y como dice Perera “se sienten orgullosos de su origen y no vacilan en demostrar sus vínculos con la cultura cubana”.
Y es que el amor a una Cuba que no recuerdan, o recuerdan apenas, ha sido uno de los valores que les inculcaron sus padres, uno tan fundamental y sagrado como los principios morales o el respeto a sus mayores , como bien ilustra esta historia anónima sobre un niño cubano que tenía que escribir en la escuela una composición:
“Cuba es una palabra SAGRADA. Es la palabra que más yo he oído en mi vida. Creo que las primeras palabras que oí al salir del vientre de mi madre fueron las de mi abuelo gritando: ‘¡Que viva, llegó al mundo otro cubano!’”.
“Cuba es una palabra que, cuando el noticiero la menciona, yo sé que me tengo que quedar calladito, porque si no me callo, tengo que oír a toda la familia regañándome y diciéndome: ‘¡Cállese la boca, muchacho, que están hablando de Cuba!”.
“ Y si es en la televisión americana que mencionan la palabra ‘QUIUBA’, ya yo sé que tengo que atender y estar listo para traducir, porque el abuelo inmediatamente, como un resorte, me va a preguntar: ‘A ver, a ver, ¿qué están diciendo de Cuba, mijo?’”.
“Pero a mi alrededor Cuba no es una palabra. Cuba es como un credo, como una religión”.
“Tal parece que todos en mi casa tienen a Cuba en un altar. Cuba es una obsesión”.
“Yo me imagino que hasta el agua bendita de las iglesias debe de provenir de algún río de Cuba”.
“Con lo fuerte que es mi abuelo, y con lo mucho que me ha repetido en mi vida que ‘los hombres no lloran’, yo lo he visto llorar a él algunas veces mientras me hablaba de Cuba”.
“Cuba es como una sombra que me sigue a todas partes. Cuba está en las conversaciones, en las discusiones, en las fiestas, en los velorios, en los periódicos que lee mi abuelo, en forma de islita en una cadenita que me regaló mi abuelita, y hasta en la fiesta de quince años de mi hermana”.
“Tener la sangre cubana, esa que tanto mi abuelo me dice que yo tengo, es muy bueno, porque me permite ir a McDonald’s y a Burger King, y después llegar a la casa y comerme unas croquetas y un batido de mamey, puedo disfrutar de la música de aquí y al mismo tiempo me encanta cuando oigo a Celia Cruz diciendo: ‘¡Azúcaaaaaa!”
“ Mis compañeros de colegio tienen una sola patria, yo tengo dos: la mía y la de mis abuelos”.
“Ellos tienen sus héroes nacionales, yo tengo los míos y los de mis abuelos. Es más, mis compañeros de colegio no tienen el privilegio de saber quiénes fueron José Martí, Antonio Maceo o Máximo Gómez. Y yo sí sé quiénes fueron porque mi abuelo me lo ha enseñado”.
“¿Qué dónde está Cuba? Si alguien me lo pregunta, yo le señalaré con el dedo índice el pecho de mi abuelo. Olvídense del mapamundi”.
“Ahí está Cuba, ¡en el corazón de mi abuelo! Pero mi abuelo y yo no siempre estamos de acuerdo en lo que es Cuba…”
“Para mí Cuba es José Canseco y para él es Orestes Miñoso; para mí Cuba es Andy García y para él es César Romero; para mí Cuba es Gloria Estefan y para él es Olga Guillot; para mí Cuba es Willy Chirino y para él Barbarito Diez”.
“Para mí Cuba es ‘ la Salsa’. Para él Cuba es rumba y guanguancó”.
“Cuba, según el mapa de este colegio, está en el Caribe, pero la verdad es que Cuba está en mi hogar”.
“Cuba está dentro del refrigerador de mi casa. Cuba está en el patio de mi casa, en las matas de aguacate y de guayaba que sembró mi abuelo”.
“Cuba está en el almuerzo que me prepara mi mamá y en el café que cuela mi abuela”.
“ Y no sé la calificación que recibiré por esta composición pero no me importa. Yo estoy contento porque estoy seguro de que mi abuelito, con lágrimas en sus ojos, me dará una A”.
“ Y el abuelo, sonriente y orgulloso, le responde: ‘No, no voy a llorar. Y no solamente te doy una A, sino que te doy un abrazo y un beso ‘¡Domitila, vieja, ven acá para que escuches lo que escribió MI NIETO!’”.