La prestigiosa revista británica The Economist comenta esta semana el anuncio del gobierno cubano de su nueva política para incrementar la presencia del golf en la isla con una noticia aparentemente no relacionada: la celebración de juicio de un empresario extranjero detenido hace casi dos años por corrupción.
Sarkis Yacoubian, un canadiense de origen armenio que dirigía una firma de transportación y comercio en Cuba es el primero, –dice—en comparecer ante los tribunales tras haber estado preso desde julio de 2011 en la “notoria Villa Marista”, donde aparentemente admitió haber dado sobornos a empleados estatales. “Algunos funcionarios recibieron billetes de $10 dólares o una cena—agrega—Al menos uno, $50 mil, dólares”.
The Economist precisa que las confesiones de Yacoubian dieron lugar a más arrestos, el de su socio empresarial Cy Tokmakjian, y un mes más tarde fue detenido también Amado Fahkre, de Coral Capital, un fondo británico con propiedades e inversiones de arte en la isla. Al año siguiente, añade, también le sucedió lo miso a Stephen Purvis, funcionario ejecutivo de esa firma. Ahora, tras haber estado encarcelados casi dos años sin cargos, “en una movida que podría ser precursora de su liberación, ellos están a punto de ir a juicio”.
Muchos otros inversionistas extranjeros se fueron de la isla tras la ola represiva, indica, y los que se quedaron se han quejado de que se ha hecho mucho más difícil reunirse con funcionarios cubanos. Pero ¿qué relación tiene con eso que La Habana haya decidido abrirle las puertas al golf, un deporte que Fidel Castro tachó de pasatiempo “burgués”?
Según la revista, “al anunciar las nuevas inversiones en (campos de) golf al mismo tiempo que pone fin al limbo legal en que se hallaban extranjeros encarcelados, Raúl (Castro) puede estar indicando que una vez más la isla está abierta a hacer negocios”.
La publicación cita a un diplomático occidental en Cuba para quien los juicios y una actitud más relajada hacia las inversiones (para construir campos de golf) son parte del mismo proceso. “Luego de dos años de indecisión, algo está sucediendo”, señaló.
A la pegunta de por qué “un pasatiempo frívolo de la burguesía de pronto se le permite a los revolucionarios”, The Economist responde que incluso los más cercanos a la cúpula del gobierno han caído en brazos de los placeres de Occidente, y menciona el hecho de que Antronio Castro, uno de los hijos de Fidel Castro, ganó un torneo de golf el mes pasado.
La razón, aclara es “la necesidad de atraer más turistas” y explica que el año pasado la isla sólo atrajo a 2 millones 800 mil visitantes, cuando su pequeña vecina República Dominicana fue visitada por 4 millones 600 mil turistas extranjeros.
Además, apunta, la inestable política regional hace “más crucial” para Cuba elevar los ingresos del turismo, dado que los esfuerzos por encontrar petróleo en el mar se han esfumado para La Habana, y aunque el presidente venezolano Nicolás Maduro haya jurado lealtad a Castro, es menos popular en su país de lo que fue Hugo Chávez, y Venezuela se hunde en una crisis económica.
Sarkis Yacoubian, un canadiense de origen armenio que dirigía una firma de transportación y comercio en Cuba es el primero, –dice—en comparecer ante los tribunales tras haber estado preso desde julio de 2011 en la “notoria Villa Marista”, donde aparentemente admitió haber dado sobornos a empleados estatales. “Algunos funcionarios recibieron billetes de $10 dólares o una cena—agrega—Al menos uno, $50 mil, dólares”.
The Economist precisa que las confesiones de Yacoubian dieron lugar a más arrestos, el de su socio empresarial Cy Tokmakjian, y un mes más tarde fue detenido también Amado Fahkre, de Coral Capital, un fondo británico con propiedades e inversiones de arte en la isla. Al año siguiente, añade, también le sucedió lo miso a Stephen Purvis, funcionario ejecutivo de esa firma. Ahora, tras haber estado encarcelados casi dos años sin cargos, “en una movida que podría ser precursora de su liberación, ellos están a punto de ir a juicio”.
Muchos otros inversionistas extranjeros se fueron de la isla tras la ola represiva, indica, y los que se quedaron se han quejado de que se ha hecho mucho más difícil reunirse con funcionarios cubanos. Pero ¿qué relación tiene con eso que La Habana haya decidido abrirle las puertas al golf, un deporte que Fidel Castro tachó de pasatiempo “burgués”?
Según la revista, “al anunciar las nuevas inversiones en (campos de) golf al mismo tiempo que pone fin al limbo legal en que se hallaban extranjeros encarcelados, Raúl (Castro) puede estar indicando que una vez más la isla está abierta a hacer negocios”.
La publicación cita a un diplomático occidental en Cuba para quien los juicios y una actitud más relajada hacia las inversiones (para construir campos de golf) son parte del mismo proceso. “Luego de dos años de indecisión, algo está sucediendo”, señaló.
A la pegunta de por qué “un pasatiempo frívolo de la burguesía de pronto se le permite a los revolucionarios”, The Economist responde que incluso los más cercanos a la cúpula del gobierno han caído en brazos de los placeres de Occidente, y menciona el hecho de que Antronio Castro, uno de los hijos de Fidel Castro, ganó un torneo de golf el mes pasado.
La razón, aclara es “la necesidad de atraer más turistas” y explica que el año pasado la isla sólo atrajo a 2 millones 800 mil visitantes, cuando su pequeña vecina República Dominicana fue visitada por 4 millones 600 mil turistas extranjeros.
Además, apunta, la inestable política regional hace “más crucial” para Cuba elevar los ingresos del turismo, dado que los esfuerzos por encontrar petróleo en el mar se han esfumado para La Habana, y aunque el presidente venezolano Nicolás Maduro haya jurado lealtad a Castro, es menos popular en su país de lo que fue Hugo Chávez, y Venezuela se hunde en una crisis económica.