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Cubanos viven en México una alternativa a su sueño americano


Cubanos hacen fila en la puerta de entrada a Estados Unidos en Nuevo Laredo. (Archivo)
Cubanos hacen fila en la puerta de entrada a Estados Unidos en Nuevo Laredo. (Archivo)

Un buen número de cubanos que quedaron atrapados en México, cuando Barack Obama canceló la política de "pies secos-pies mojados" en enero de 2017, se han establecido en el país azteca, aunque sin renunciar a sus sueños de viajar un día a Estados Unidos.

El diario Tampa Times publicó este miércoles un extenso reportaje sobre el tema, firmado por la periodista Laura Morel, que cita como ejemplo a tres de los 1.200 cubanos que llegaron a la frontera mexicana con Estados Unidos, sólo horas antes de la cancelación de una política que mantuvo abierta durante años las puertas estadounidenses para cualquier cubano que tocara en ellas.

“Para el gobierno de Estados Unidos esa política de décadas fue una movida para normalizar las relaciones con su vecino comunista. Pero para los cubanos en México, ha significado un fracaso. El Rio Grande y la política los divide del sueño americano”, destaca el reportaje.

El relato del Tampa Times narra la odisea de Lourdes Lisett de la Torre, Joel Arroyo Blancart y Yudalmis Quesada, quienes en un principio enfrentaron su frustración viviendo en parques públicos de Nuevo Laredo, protestando frente al puente Las Américas que separa en esa ciudad la frontera de México y Estados Unidos y alimentando la esperanza de que el nuevo presidente, Donald Trump, revertiría la medida de Obama y abriría de nuevo sus puertas a los cubanos.

De la Torre llegó a ese puente sólo con una mochila a sus espaldas y un teléfono celular. Atrás dejó atrás a su madre y a su país. Una hija y una nieta esperaban por ella en Houston, explica el reportaje.

Su familia en Houston, que había emigrado a Estados Unidos dos años antes, todavía la espera, aunque ya la han visitado en México. Mientras tanto, a siete cuadras de la frontera, De la Torre abrió El Cubanito, un pequeño restaurante donde sirve frijoles negros, arroz amarillo y fricasé de pollo. Ahora está casada con un mexicano, que fue cliente de su cocina.

Joel Arroyo Blancart, de 34 años, atravesó 10 países y llegó a la frontera tras recorrer 3.800 millas. Era taxista en la ciudad de Bayamo y soñaba en convertirse en chofer de rastra, como sus primos que viven en Oregón.

Al final se casó con una estadounidense que vive en Nuevo Laredo, porque ella, al igual que muchos otros ciudadanos de EEUU, tiene familia en México. Está solicitando la residencia permanente en ese país.

El sueño americano de Yudalmis Quesada y su esposo se convirtió en una estancia permanente en México, que les concedió asilo político. Quesada pasa las horas en Nuevo Laredo arreglando las uñas de sus clientes.

Las vicisitudes afrontadas por estos tres cubanos no es diferente a la de miles de sus compatriotas que salieron de la isla hacia la frontera sur de Estados Unidos.

El Tampa Times añade a su reportaje lo que puede ser una novedad para sus lectores: las distintas etapas del éxodo cubano cuyas primeras oleadas comenzaron a principios de la década del 60. El éxodo de Camarioca, los Vuelos de la Libertad, el Mariel y la Crisis de los Balseros de 1994.

Durante años los cubanos que llegaban a Estados Unidos solo tenían que mostrar su pasaporte o pruebas de su nacionalidad. Ahora las cosas han cambiado. Los cubanos tienen que ponerse en la misma cola que el resto de personas que solicitan asilo político en este país, bajo una de las cinco categorías de persecución para obtener asilo: raza, religión, nacional, miembro de organizaciones sociales y políticas.

“Si ellos pasan la entrevista por “miedo creíble”, pueden ser liberados y tienen que solicitar el asilo. De lo contrario, son deportados”, afirma el reportaje.

(Escrito por Pablo Alfonso, sobre un reportaje del Tampa Times)

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