"Lo que más a mí en estos momentos me preocupa es terminar de construir la habitación de mi hija mayor, que tiene previsto dar a luz a una niña a fines de febrero", confiesa Eduardo, jefe de almacén de una panadería al oeste de La Habana, sin dejar de conducir su incómodo y minúsculo Fiat fabricado en la Polonia comunista.
El auto, con cuarenta años de servicio, avanza por el carril derecho de la calle Infanta. Atrás van quedando el antiguo Estadio del Cerro, la funeraria Nacional y el hospital pediátrico de Centro Habana. Eduardo dribla los baches y evita confrontaciones con los choferes de ómnibus urbanos, “los verdaderos reyes de la selva vial habanera", asegura. Y con voz neutra detallas sus prioridades en la vida.
“Además de terminar el cuarto de mi hija y retocar la casa, quiero mantenerme como jefe de almacén en la panadería. Lo que ahí me busco es el sostén de mi familia. Y, claro, tener en la cartera cuatro pesos, pa’darme unos tragos con mis amigos y vacilar con una jevita joven de vez en cuando”, agrega.
El actual proceso electoral en Cuba y los vaticinios sobre el próximo presidente, son temas que a Eduardo no le interesan. “Asere, esa muela me resbala. ¿Qué va resolver el que venga? ¿Qué cosa han resuelto los delegados del barrio o la Asamblea del Poder Popular? Los cinco héroes (así le dicen a los espías) se jamaron varios años en el tanque (cárcel) en la yuma (Estados Unidos). Para el sistema cubano, eso debiera ser aval suficiente. Pero a mí, la verdad, no me importa ninguno de los cinco: ocupen el cargo que ocupen, no van a solucionar los problemas de la gente”.
Aunque académicos, especialistas y cubanólogos en el extranjero, así como medios de la Florida, siguen con lupa los protocolos oficiales de la hermética autocracia verde olivo -los cuales desembocarán en la elección del nuevo presidente de la República de Cuba-, las expectativas del cubano de a pie son extraordinariamente bajas.
Temo decepcionar a los lectores, pero en el círculo de personas donde me muevo, familiares, amigos y vecinos, no existe una pizca de optimismo al respecto. Todo lo contrario. Indiferencia pasmosa y pesimismo a granel.
Marta, ingeniera, dice en broma que esos temas le suben la presión arterial.
“Aquí opinar de política es coger lucha por gusto. Cuando entro a internet, veo en la prensa de Miami el seguimiento que le están dando al próximo presidente. Hacen análisis, confeccionan listas de posibles presidenciables y se exprimen los sesos sobre lo que pudiera acontecer en el futuro. ¿Tú quieres mi opinión? No va a pasar nada. Ellos (los del régimen) han tenido todo el tiempo del mundo para cuadrar la caja y no lo han hecho. Y no ha pasado nada, porque el pueblo sigue en su 'invento', tratando de sobrevivir, y no se rebela ni se rebelará, pues diseñaron un gobierno a la medida de sus intereses. Da igual que pongan a Mariela Castro, Gerardo Hernández, uno de los cinco espías, o Miguel Díaz-Canel. Todos buscarán perpetuar la revolución”.
En 2002, en respuesta a la recogida de firmas del Proyecto Varela, iniciativa llevada a cabo por el disidente Oswaldo Payá Sardiñas después de un remedo electoral, Fidel Castro decretó la “irrevocabilidad del socialismo en Cuba”, lo que quedó plasmado en la Constitución.
La displicencia y espíritu de zombi de un segmento amplio de los ciudadanos, no es óbice para que los cubanos no tengan sus propias ilusiones y deseen vivir en una nación moderna dónde se escuche al soberano, al pueblo.
Para Germán, jubilado que sobrevive recogiendo dinero en la ilegal bolita (lotería), “hablar de elecciones es un chiste de mal gusto, porque la mayoría de la población no podemos elegir directamente al presidente del país. Lo eligen 600 y pico de diputados, todos militantes del partido comunista, el único existente”.
El 11 de marzo, la ciudadanía solo ratificará a los 605 candidatos a diputados a la IX Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular y cuyos nombres ya han sido divulgados. Luego, esos diputados elegirán un nuevo presidente.
Los 605 diputados fueron propuestos en las Asambleas Municipales del Poder Popular celebradas el 21 de enero. En las 'elecciones generales' que tendrán lugar el domingo 11 de marzo, alrededor de 8 millones de cubanos deben ratificarlos. Y el jueves 19 de abril, ya constituida la Asamblea Nacional, los 605 diputados serán los encargados de elegir al jefe del Consejo de Estado y otros altos cargos.
Según se ha publicado, un 40.6 por ciento de los 605 diputados son negros o mestizos; más del 86 por ciento ha cursado estudios superiores; 53.22 por ciento son mujeres; 13,2 por ciento tiene entre 18 y 35 años y el promedio total de edad de los diputados es de 49 años. Pero dar una mano de pintura oscura, convocar a un mayor número de mujeres y mostrar un retoque juvenil, no democratiza al legislativo criollo.
Raúl Modesto Castro Ruz, presumiblemente, mantendrá su cargo de primer secretario del Partido Comunista y aunque él dijo que solo se podrían ocupar cargos estatales hasta los 75 años (Castro II cumple 87 años el 3 de junio), un grupo de ancianos denominados ‘líderes históricos’, se mantienen en la lista de candidatos a diputados, como José Ramón Fernández, nacido en 1923, Faure Chomón (1929), Antonio Lussón (1930), Ramiro Valdés (1932), José Ramón Balaguer (1932), Joaquín Quintas Solá (1938), Ramón Espinosa (1939) y Leopoldo Cintra Frías (1941), entre otros.
“En la isla, la gente no confía en su parlamento. Desde que en 1976 se constituyó la primera Asamblea Nacional (la I Legislatura, 1976-1981, tuvo como presidente a Blas Roca, vicepresidente a Raúl Roa y secretario a José Arañaburu), todas las votaciones han sido unánimes. Los parlamentarios no hablan a camisa quitá de los verdaderos problemas ni de las aspiraciones del pueblo. Son unos bufones”, comenta Luis, taxista particular.
El culebrón electoral cubano está diseñado para el exterior. Una oleada de análisis, opiniones y pronósticos genera cintillos de prensa y expectativas en Estados Unidos y la Unión Europa, zonas geográficas donde en el futuro no muy lejano, el régimen aspira a mantener o crear alianzas primordiales.
La intención es vender hipotéticas reformas económicas, sin ceder en los principios políticos de un gobierno autocrático. La principal estrategia del relevo presidencial es tratar de invisibilizar el apellido Castro y negociar el desmontaje del embargo con el Congreso estadounidense ofreciendo posibilidades de inversiones y comercio.
Obsérvese que el coronel Alejandro Castro Espín, el típico policía malo, no se encuentra entre los candidatos a diputados. Optaron por elegir a su hermana Mariela, una especie de cara liberal de la revolución cubana.
"El juego es mantener a un Castro manejando los hilos, pero dentro de las alcantarillas del poder. En el exterior, las quinielas son variadas. Pero quienes conocen bien la realidad cubana, saben que si algo ha caracterizado al castrismo es que jamás improvisa y nunca deja los cabos sin atar", afirma un ex profesor universitario de ciencias políticas.
Hasta que se demuestre lo contrario, todo indica que Miguel Díaz-Canel será el próximo presidente, designado a dedo por Raúl Castro y la cúpula militar. Lo interesante será conocer hasta dónde llegará su autonomía.
Podría ser un calco de Dmitri Medvedev en Rusia. O de Osvaldo Dorticós, quien tras la renuncia de Manuel Urrutia, ejerció como Presidente de Cuba del 17 de julio de 1959 al 2 de diciembre de 1976. Un mandatario que ni pintaba ni daba color.