Cuba enfrenta una variedad de problemas muy serios, pero “dado el control represivo de las autoridades sobre la sociedad, es poco probable que haya un cambio en el horizonte”, comentó el experto en asuntos latinoamericanos, Will Freeman, en un artículo de análisis publicado por el centro académico Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations), con sede en Nueva York.
El régimen comunista “se encuentra en su punto más débil en décadas” y los desafíos que enfrenta el país son muchos, señala el autor.
La economía está estancada, Venezuela ya no puede ayudar tanto con su petróleo, gobiernos de derecha en América Latina “pusieron fin a acuerdos de explotación en virtud de los cuales Cuba enviaba médicos al extranjero y obtenía la mayor parte de sus salarios”. Además, Estados Unidos mantiene en vigor sanciones y la suspensión de remesas adoptadas por la administración Trump.
Otro problema es que el sector turístico fue golpeado por la pandemia y no se ha recuperado. “Y aunque Cuba giró para permitir algunas formas de pequeñas empresas privadas en 2021, el progreso en reformas de mercado adicionales se ha estancado”, explicar Freeman.
Acerca de la gestión del gobernante Miguel Díaz-Canel, Freeman argumenta que “la mala gestión y la disfunción, ya agudas antes, han empeorado bajo su liderazgo”. Menciona, por ejemplo, que sus políticas produjeron “una de las devaluaciones monetarias más pronunciadas del mundo”, no ha podido controlar la inflación, y “supervisó una respuesta problemática a la pandemia, que reveló la fragilidad del sistema de salud de Cuba”.
Además, “la disfunción general ha intensificado el descontento ya generalizado”, pero el gobernante “no ha mostrado apetito por la liberalización política” y aprobó un código penal que “criminaliza aún más la disidencia”.
Según Freeman, ese descontento se vio el 11 de julio de 2021, y Díaz-Canel respondió encarcelando a manifestantes y restringiendo el acceso a Internet. También hubo protestas en octubre de 2022, después de que el huracán Ian “hundiera la deteriorada red eléctrica de Cuba”.
Al analizar el sentir del pueblo cubano, Freeman toma nota de la reducción en la participación en las elecciones. El 26 de marzo, “una proporción récord de cubanos, uno de cada cuatro, se abstuvo de votar o anuló o dejó en blanco sus papeletas: su única forma de votar contra el régimen”.
Sin embargo, "lo más notable fue que la participación general disminuyó un 10 por ciento en comparación con la última votación de la Asamblea Nacional en 2018”. También recuerda que hubo una alta abstención en el referéndum sobre el nuevo código de familia.
“Estas son señales de que los cubanos están cada vez más dispuestos a desafiar la presión para participar en la legitimación del régimen”, asevera Freeman.
Al concluir su análisis, Freeman pregunta ¿Es posible el cambio? Para el autor, no hay cambios en el horizonte porque incluso cuando hay protestas masivas y tasas de abstención récord, “el sistema represivo de partido único de Cuba cierra todas las rutas hacia el cambio”.
El resultado es que “los cubanos continúen votando con los pies (o sea emigrar) mientras buscan escapar del caos económico y la represión”.
Otro obstáculo al cambio "es la amplia red de inteligencia estatal de Cuba que impregna las instituciones locales y la sociedad civil, y la amenaza de largas sentencias de prisión por el activismo político”.
“Aún así, las múltiples crisis de la isla, junto con el cambio generacional sin precedentes en el poder de los fundadores del régimen a los hombres y mujeres de la generación de Díaz-Canel, podrían avivar aún más la inestabilidad y la disidencia”, concluye Freeman.
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