Representantes de la Asamblea de Cineastas Cubanos criticaron en un comunicado al Festival de Cine de La Habana por apartar, nuevamente y sin explicación alguna, las películas “Llamadas desde Moscú”, dirigida por Luis Alejandro Yero y “La Habana de Fito”, de Juan Pin Vilar.
Importantes figuras del cine y la crítica cinematográfica en Cuba, como Fernando Pérez, Deymi D‘Atri, Juan Antonio García Borrero, Ernesto Daranas, Rosa María Rodríguez, Luis Alberto García, Kiki Álvarez, Katherine T. Gavilán, Gustavo Arcos, Carla Valdés y Manuel A. Rodríguez Yong, apuntaron directamente al régimen de La Habana por permitir que la política interfiera "de una manera cada vez más explícita, en la independencia que debe caracterizar al Festival de Cine de La Habana, ratificándolo como una plataforma usada para cercenar, silenciar, amedrentar y excluir".
"La Asamblea reitera su frontal denuncia a este dañino "modus operandi". Hace un llamado de atención a la responsabilidad que en esto tiene nuestro Gobierno, empeñado en sostener a este grupo de funcionarios que destruye nuestro cine, nuestra cultura y vulnera los derechos de cada cubano", dice el texto.
“Llamadas desde Moscú”, el primer largometraje de Yero, que indaga en el mayor éxodo migratorio en la historia de Cuba, a través de cuatro jóvenes queer que emigran a Rusia, se ha presentado con éxito en prestigiosos certámenes del mundo, como el Festival Internacional de Berlín, el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, el MoMA´s Festival of International Nonfiction Film and Media, el Festival Internacional de Cine de Pristina, Kosovo y el Festival Internacional de Cine de Gijón, en España.
El Museo de Arte Moderno de Nueva York, MoMA, dijo que el filme de Yero es “potente” y que refleja como “la capital rusa es el sendero para cuatro cubanos que quisieron emigrar de la isla, hasta que la invasión de Rusia contra Ucrania puso en duda sus destinos”.
En entrevista con el portal Cine Latino, Yero explica que si bien en el documental se explora la posibilidad de que haya una guerra, no fue hasta tres días después de haber terminado la filmación que Vladimir Putin lanza la invasión Ucrania.
"Las consecuencias ante la inminente guerra fueron inmediatas: las tarjetas de crédito dejaron de funcionar, uno de los chicos pierde su trabajo de televentas, varias de las plataformas digitales que usan para comunicarse y expresarse dejan de funcionar en Rusia. Dos de ellos regresaron a Cuba", relató el director.
"Estuvimos a punto de quedar atrapados en Moscú", dijo el cubano.
El Festival Internacional de Cine de La Habana, lanzado en 1979 como Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano ha excluido también el filme “La Habana de Fito”.
El documental y su creador, Juan Pin Vilar, fueron víctimas de un acto de censura y de una exhibición no autorizada en la Televisión Cubana en el mes de junio, lo que generó numerosas protestas de los trabajadores del cine y de la comunidad artística en general.
Es un filme que aborda el impacto que el músico argentino Fito Páez, figura central del documental, causó entre artistas y jóvenes cubanos a través de sus múltiples presentaciones y viajes a la isla, y donde el célebre cantautor aborda temas agudos como el misterio en torno a la desaparición de Camilo Cienfuegos en octubre de 1959 y la aplicación sumaria de la pena de muerte contra tres jóvenes que secuestraron una lancha en La Habana en el 2003 con el fin de emigrar.
El comunicado de la Asamblea de Cineastas Cubanos se opone a la censura, la exclusión y la criminalización del disenso, así como a las presiones ejercidas por las autoridades para excluir las mencionadas obras.
“Como Asamblea, seguiremos trabajando por nuestro cine. Un cine transnacional, libre, diverso, complejo y profundamente comprometido con la dura realidad de nuestro pueblo”, subraya el texto publicado en Facebook con la etiqueta #NuestroCineSeráLibreONoSerá.
El texto íntegro del Grupo de Representantes de La Asamblea de Cineastas Cubanos:
La Asamblea de cineastas ha sido clara en sus propósitos y actuado con transparencia desde el inicio. Todos nuestros documentos y declaraciones tienen como punto central el rechazo a cualquier política que implique actos de censura y exclusión contra obras y autores, un perverso modelo que anula ese elemental derecho de cualquier ciudadano de disfrutar e interpretar esas obras por sí mismo.
Nuevamente el Festival de Cine de La Habana es el escenario propicio para que ese sostenido ejercicio de violencia institucional haga acto de presencia. El argumento de turno es que el país enfrenta una agresión en el campo de la cultura y el pensamiento. Se habla de políticas y obras artísticas colonizadoras, de la urgencia de establecer acciones contra las narrativas que intentan imponernos desde los grandes medios y centros de poder.
¿Pero de cuál guerra cultural estamos hablando? ¿Acaso se puede enfrentar un proceso de colonización sin una real emancipación cultural, social y política de los individuos y de la sociedad en que vivimos? ¿Acaso es posible descolonizar sin respeto a nuestros derechos y libertades básicas, imponiendo un solo punto de vista, pretendiendo que los artistas y ciudadanos acepten sin chistar las disposiciones emitidas de forma autoritaria desde el poder?
No aceptamos que nuestra sociedad se siga desmembrando por la incapacidad para aceptar el disenso, la diferencia, el miedo a discutir ideas y por la falta de voluntad para trabajar por encontrar puntos de consenso, de convivencia y de respeto a los otros. Si se está contra el pensamiento único y los monopolios de la información, se tiene que estar también en contra de cualquier política que refrende internamente una sola manera de entender la cultura, la identidad, la política, el pasado o el futuro de la nación.
No se puede luchar contra el dogma de los medios imponiendo otro. No se puede ser anticolonial prohibiendo películas y obras artísticas realizadas por nuestros creadores. No se puede hablar en nombre del pueblo si no se es capaz de escuchar y responder el clamor de ese pueblo. No se puede alertar del peligro de una sola lectura de la Historia proponiendo como única narrativa la que es escrita desde el poder.
Por eso nuestra Asamblea entiende que cualquier simulacro de guerra cultural enunciado en este momento no tiene otro fin que el de dividirnos como gremio, radicalizando a una parte del mismo para luego criminalizarlo políticamente. Se pretende eludir así el verdadero problema de fondo: nuestra exigencia a una discusión horizontal sobre la censura y la exclusión en el cine cubano. Hoy se hace más obvio que nunca lo obsoleto de ese modelo de acción que tan gran grave daño ha causado a nuestra cultura y vida cívica en general.
Hemos denunciado cómo desde el Ministerio de Cultura varios altos funcionarios llevan largo tiempo controlando, censurando y, en muchos casos, amenazando a los artistas que deciden expresarse de forma crítica sobre los problemas que nos asedian. Ahí está la principal causa del brutal éxodo de nuestro gremio, sumado a esa estampida en la que se desangra la nación. No son los artistas, ni los cineastas, los responsables de la dura realidad en que vivimos. No son sus obras las que imponen un pensamiento único. El cine no impone, el que impone es el poder.
Por eso no aceptaremos la criminalización de la Asamblea ni de los cineastas, mucho menos el intento de separarnos de la nación a la que pertenecemos. El cine cubano que se hace dentro y fuera de Cuba no le pertenece a una institución ni a un grupo de funcionarios.
De forma irrespetuosa e irresponsable estos burócratas de la cultura han emitido calificativos denigrantes hacia los artistas y cineastas que conforman nuestra comunidad. Hay historias de vida, entrega y sacrificio por la cultura de la nación que son despreciados. Gestos reiterados que demuestran la impunidad con la que estos funcionarios son aceptados y legitimados en su servicio mientras continúan ejerciendo una política cultural excluyente, vejatoria, irresponsable.
Quienes sostienen esa política reductora son las mismas fuerzas que finalmente han logrado controlar de manera directa el ICAIC, empeñadas en montar un simulacro de participación que ignora la voluntad de todo un gremio. Esas mismas fuerzas son las que interfieren, de una manera cada vez más explícita, en la independencia que debe caracterizar al Festival de Cine de La Habana, ratificándolo como una plataforma usada para cercenar, silenciar, amedrentar y excluir.
Dos películas cubanas (“Llamadas desde Moscú”, dirigida por Luis Alejandro Yero y “La Habana de Fito”, de Juan Pin Vilar) han sido nuevamente apartadas del concurso y de otras secciones sin explicación. Hemos sabido que el Comité de Selección del Festival, conformado por prestigiosos especialistas que han dedicado toda una vida a consolidar el prestigio de este Festival, ha sido nuevamente presionado para excluir a estas obras de su curaduría del evento.
La Asamblea reitera su frontal denuncia a este dañino "modus operandi". Hace un llamado de atención a la responsabilidad que en esto tiene nuestro Gobierno, empeñado en sostener a este grupo de funcionarios que destruye nuestro cine, nuestra cultura y vulnera los derechos de cada cubano.
Los cineastas cubanos tenemos muy claros los principios que refrendamos: No a la censura, no a la exclusión, no a la criminalización del disenso. Como Asamblea, seguiremos trabajando por nuestro cine. Un cine transnacional, libre, diverso, complejo y profundamente comprometido con la dura realidad de nuestro pueblo.
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