Funcionarios de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) de México autorizaron vuelos de la línea Global Air, -dueño de un avión que se estrelló hace un mes en Cuba-, pese a conocer graves irregularidades en sus aeronaves, informó El Diario de México.
El medio dijo que Alexandro Argudín Le Roy, actual director del Aeropuerto de Toluca, recibió como titular de la DGAC un expediente en octubre de 2013, donde se señalaban anomalías con las que operaban las aeronaves de la empresa. Aún así permitió su operación.
El diario señala también a Miguel Peláez Lira, quien sucedió a Argudín como titular de la DGAC de enero de 2016 a abril de 2018, y fue el último funcionario que en noviembre de 2017 dio por buena una verificación de seguridad del Boeing 737-200 matrícula XA-UHZ, de Global Air, siniestrado en La Habana.
Los funcionarios archivaron las denuncias, según El Diario, que aseguró además que Peláez avaló su navegabilidad y mantenimiento, y cinco meses después pasó a ser el titular del AICM.
Resultado: el viernes 18, el Boeing XA-UHZ rentado por Cubana de Aviación se estrelló con 113 personas a bordo en las cercanías del aeropuerto José Martí de la capital isleña. Sólo hubo una sobreviviente.
El precio de desestimar denuncias y advertencias
Marco Aurelio Hernández Carmona, quien llegó a pilotear esa nave en decenas de ocasiones, fue quien hizo saber a Argudín las graves condiciones con las que volaban esa y otras aeronaves de la empresa Damojh, propietaria de Global Air, en una denuncia de hechos ante la oficina de Argudín el 14 de octubre de 2013.
En decenas de ocasiones, -dijo-, voló esos aviones con sobrepeso. En la ruta Ciudad Juárez-Cancún "se hicieron vuelos con 112 mil libras arriba de los permisible", escribió Hernández.
Manuel Rodríguez Campo, el dueño de Damojh, detalló Hernández en el escrito, obligaba a los pilotos a alterar las bitácoras de vuelo.
"El 13 de julio de 2013", señala la denuncia, "transporté 125 pasajeros de los cuales 120 eran adultos y 5 niños presentando un sobrepeso, reportándose siempre 62 pasajeros".
Rodríguez Campo adquiría refacciones usadas de otros aviones en desuso y obligaba a pilotos a volar horas de más.
Mariana Montaño, una sobrecargo que trabajó 5 años con Damojh y que voló en varias ocasiones en el Boeing 737-200 accidentado, resume: "solo nos quedaba persignarnos cada vez que subíamos".
"El avión carecía de botiquín, las máscaras de oxígeno no alcanzaban para todos los pasajeros, los tanques de oxígeno estaban caducos, y bajo los asientos no había chalecos salvavidas suficientes", dijo.
Dede 2013, Mirna Díaz, una exsobrecargo de la empresa, documentó con imágenes diversas irregularidades en los aviones, entre ellos el Boeing 737-2000 con matrícula XA-UHZ que dejó 112 muertos.
En dos correos electrónicos, Díaz envió el material a Edna González, entonces inspectora de la DGAC, que incluyó fotografías de la manera en la que trabajadores realizaban de manera irregular la recarga de combustible al avión siniestrado.
"A Edna, me la jalé de la inspección para explicarle la situación y presentarle mi queja de modo personal. Ella me proporcionó su tarjeta. Yo le envié dos correos electrónicos donde le mando las fotografías de la recarga de combustible (de forma manual y sobre el ala del aeronave) y otra sobre el derrame de agua en el baño en los aterrizajes y despegues. No me atreví a poner más porque no tuve respuesta", enfatizó.
En entrevista con Reforma, sostuvo que los dos aviones en los que ella trabajo, el de matrícula XA-UHZ y otro estaban igual de dañados.
"Sería maravilloso que revisaran a todos los aviones para que terminen de horrorizarse, porque parece que lo que he dicho es poco. No es nada exagerado con la realidad", expresó.
Algunas de las anomalías más graves que observó fue que se viajaba con sobrepeso, volaban sin agua por tres días, no llevaban balsas salva vidas ni el equipo completo de salvamento.
Relató que, además, la mayoría del personal trabajaba bajo abusos laborales, que incluían dormir y comer en el avión durante días.
La exempleada, quien trabajó de 2013 a 2016 para la compañía, expuso que después de su denuncia fue amenazada con quitarle la licencia de sobrecargo si seguía hablando de las condiciones en las que las aeronaves prestaban su servicio.
"No perdí la licencia, pero trabajo no me volvieron a dar", reprochó Díaz.
Aseguró que en Global Air se rumoraba que las empresas hermanas Meigas Aviation Services, Easy Sky y Sudamericana de Aviación sobornaban anualmente a las autoridades de México, para que no se realizaran las inspecciones.
"Las inspecciones se realizaban en la oficina. Eran muy sínicos. Las inspecciones se deberían realizar en el avión, pero en los tres años que trabajé yo jamás vi al inspector arriba de un avión", dijo.
Díaz denunció también una serie de abusos laborales, pues para un empleado de Global Air las anomalías comenzaban desde que firmaban su contrato.
Recordó que en el documento se mencionaba que ganaban 150 pesos por horas de vuelo, pero en realidad recibían 134 pesos.
"Las plataformas, la espera, no valían nada. Pagar un taxi para llegar al aeropuerto a las 3:00 horas a la oficina no cuesta 134 pesos; era un abuso".
Enfatizó que entre compañeros siempre estaban en competencia para ganar más horas de vuelo que les garantizara un sueldo estable, el cual a veces no les pagaban o se les retenía por semanas.
De Celaya o Toluca a Cuba, dijo, recibía un sueldo de 660 pesos y 400 pesos de viáticos, que era improbable que se los proporcionaran.
"No sabemos, ¿qué pasa con las prestaciones?, ¿qué pasa con el sindicato? ¿Por qué pasaron las normas?, ¿dónde han estado por todo este tiempo?", cuestionó.
(Con reporte de El Diario)