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La historia incompleta: 5 mitos sembrados sobre los sucesos del Moncada


Foto fue tomada en el vivac de Santiago de Cuba, el 1 de agosto de 1953, horas después que los rebeldes se entregaron en la finca de Manuel "Lelín" Leizán Montero. De izquierda de a derecha, Fidel Castro, Eduardo Montano Benítez, soldado Rafael Morales Gros (con rifle Springfield), Juan Almeida, Armando Mestre, Oscar Alcalde, José Suárez Blanco, Francisco González Hernández y Mario Chanes de Armas.
Foto fue tomada en el vivac de Santiago de Cuba, el 1 de agosto de 1953, horas después que los rebeldes se entregaron en la finca de Manuel "Lelín" Leizán Montero. De izquierda de a derecha, Fidel Castro, Eduardo Montano Benítez, soldado Rafael Morales Gros (con rifle Springfield), Juan Almeida, Armando Mestre, Oscar Alcalde, José Suárez Blanco, Francisco González Hernández y Mario Chanes de Armas.

La historia escrita sobre los ataques a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y "Carlos Manuel de Céspedes", en Bayamo, el 26 de julio de 1953, está sembrada aún de múltiples inexactitudes y zonas de silencio que durante años se impusieron en las versiones difundidas por el régimen cubano.

La historiografía oficialista ha acopiado testimonios, documentos e interpretaciones para afincar la leyenda de Fidel Castro, evitando cualquier discrepancia que pueda socavar el carácter mesiánico de su liderazgo en la acción armada. Sin embargo, la voz de los que estuvieron en el bando opuesto, o de quienes fueron sus compañeros en la acción, pero luego se apartaron de sus ideas, lo confrontaron o apostaron por un camino diferente, suele ser desoída a la hora de marcar las conmemoraciones y el juicio histórico acerca de aquella escaramuza bélica.

Estas viñetas sobre los acontecimientos ocurridos hace 65 años en el oriente del país son apenas una aproximación a las otras verdades del Moncada que no cuentan en los mitos configurados desde la historia oficial.

El grueso de la información utilizada pertenece al libro The Moncada Attack: Birth of the Cuban Revolution (El ataque al Moncada: nacimiento de la revolución cubana), publicado por el historiador cubanoamericano Antonio Rafael de la Cova en 2007, así como de datos obtenidos en entrevistas con Orlando Castro García, asaltante del cuartel de Bayamo.

El Moncada constituye el único ataque a un cuartel de regimiento en la historia de Cuba.

El libro de De la Cova, un exiliado que abandonó Cuba en 1961, resume 31 años de investigación, que incluyó 115 entrevistas con participantes en los sucesos: 14 asaltantes, 47 militares y policías y 54 civiles, políticos, abogados de la defensa y otros protagonistas. También 132 libros y documentos producidos por editoriales cubanas forman parte también de las referencias bibliográficas del volumen, que aún aguarda por una edición en español.

1-Las versiones de tortura contra los prisioneros del Moncada:

Aunque un número considerable de asaltantes hechos prisioneros fueron masacrados horas después del ataque, no hay evidencia de que se produjeran actos de tortura contra ellos. Para De la Cova, "la tortura de los rebeldes capturados es uno de los mitos del Moncada''. La historiografía oficial sobre los sucesos del Moncada no ha aportado pruebas sobre actos de tortura. Todas las evidencias apuntan a que los primeros 35 prisioneros fueron ejecutados de inmediato en el campo de tiro del cuartel, entre 8 y 11 de la mañana del 26 de julio, luego de sacarles confesiones en los interrogatorios, pero ni médicos, ni funerarios, ni las fotos obtenidas años después indican que los cuerpos de los fallecidos mostraban signos de haber sido vejados. Los doctores Eric Juan Pita y Rolando Pérez Saínz de la Peña, que se hallaban en el Hospital Militar de Santiago de Cuba, y Manuel Bartolomé, dueño de la funeraria que recogió los cadáveres de todos los rebeldes, coincidieron en que no había señales de tortura.

Los médicos forenses de Santiago de Cuba, conformaban un equipo de primer nivel profesional y eran reconocidos por su ética y actitud cívica: Manuel Prieto Aragón, Carlos Padrón Ferrer, José Ramón Cabrales Arjona y Alipio Rodríguez López; no indicaron señales de tortura en sus reportes sobre los cadáveres, los cuales aparecen publicados por la periodista oficialista Marta Rojas en su libro El juicio del Moncada.

En el juicio de la Causa 37 de 1955 no se cohibió a ningún testigo ni se impidió el testimonio de nadie, como confirma la propia Marta Rojas en su libro. Fidel Castro y Haydée Santamaría testificaron ampliamente, pero ni ellos, ni los demás encausados, hicieron acusaciones de tortura a los presos.

El entonces teniente Jesús Yánez Pelletier, quien protegió la vida de Castro, consideró que no hubo necesidad de torturar a los prisioneros para obtener información inmediata, pues todos confesaron y colaboraron en los interrogatorios.

2 - El ensañamiento macabro contra Abel Santamaría:

Abel Santamaría, asaltante del Hospital Civil "Saturnino Lora", aledaño al Cuartel Moncada, apareció muerto en la Granjita Siboney. En la narrativa oficial, la muerte de Abel, que figuraba con segundo jefe del movimiento insurreccional, ha sido presentada como un hecho macabro: torturado por las fuerzas militares, que le habrían sacado los ojos para mostrárselos luego a su hermana Haydée en la prisión. El funerario Manuel Bartolomé, entrevistado en 1993, dijo que no vio ningún cadáver al que le faltaran los ojos, ni con signos de tortura. Refiriéndose al equipo de cuatro médicos forenses de Santiago de Cuba, declaró: " Si cualquiera de esos cuatro individuos (...) hubieran visto algo, no me cabe la menor duda, que lo hubieran publicado".

El Servicio de Inteligencia Militar (SIM) del régimen batistiano tomó fotos a todos los rebeldes muertos, cada uno junto a un fusil. Cuando en 1959 las fuerzas revolucionarias tomaron el poder y ocuparon los archivos del SIM, debieron obtener la foto de Abel, pero nunca se ha publicado la foto de su cadáver. Se han publicado por lo menos una docena de fotos similares de combatientes muertos, como la de Fernando Chenard Piña, con una escopeta encima de su cuerpo y una piedra sobre su pecho, sujetando el papel con el número de identificación. Pero nunca la de Abel.

El sitio oficialista Ecured dice que Abel “fue salvajemente torturado”, pero no menciona que le arrancaron los ojos. No obstante, la leyenda negra sobre el sangriento hecho prosigue en el imaginario nacional. Una gala cultural dedicada al Moncada y transmitida el pasado miércoles por la Televisión Cubana, presentó la declamación de un poema donde se mencionaban "los ojos de Abel".

3- De extravíos y deserciones rumbo al Moncada:

La deserción más connotada entre los asaltantes del Moncada ha pasado a la historia oficial como extravío por desconocimiento del entorno urbano de Santiago de Cuba. Sin embargo, todo indica a que obedeció a una acción intencional de Ernesto Tizol, quien conducía el séptimo carro de la caravana de 16 que salió de la granjita Siboney y dobló por Avenida Las Américas en lugar de continuar por la Avenida Victoriano Garzón.

En realidad, Tizol no pudo equivocarse. Había manejado otras veces por Santiago de Cuba, fue a la gasolinera que poseía el dueño de la granjita Siboney, José Vázquez Rojas, a tramitar el arriendo, y sabía bien que para llegar al Moncada tenía que pasar por esa gasolinera, ubicada en la intersección de la Avenida Garzón con la Avenida Céspedes, pero dobló antes por Avenida Las Américas y enrumbó hacia Alturas de Quintero. Iban por allí cuando sonaron los primeros disparos. Al parecer fue un acto de cobardía en el momento crucial, después de haberse alistado en la misión por pura aventura. Tizol era cuñado de Raúl Martínez Ararás, quien dirigió las acciones en el Cuartel de Bayamo. Se entregó finalmente por sentido de culpabilidad el 31 de julio y fue sentenciado a 13 años de cárcel en el juicio del Moncada.

En total fueron 12 los desertores antes de los combates, incluidos el jefe de la célula del movimiento en Marianao, Hugo Camejo, quien escapó con Andrés García y Pedro Véliz.

4 - Raúl Castro no hizo disparos en el asalto al Palacio de Justicia:

La noche del 24 de julio el asaltante José Luis Tasende llamó a su amigo cercano y padrino de su hija, Raúl Castro, para ponerlo al tanto de los planes del Moncada. Salieron juntos a la estación de ferrocarril y allí abordaron el tren a Santiago. Por la mañana Tasende le reveló los detalles del ataque a Raúl Castro, quien anotaría en su diario: “Se me paralizó el estómago”. Ya en la granjita Siboney fue asignado a la acción del Palacio de Justicia. En la acción, Raúl Castro rompió con un culatazo de pistola la cerradura de la puerta que llevaba a la azotea del local, pero al ocuparla se toparon con un muro de cinco pies de alto que impedía prácticamente hacer fuego contra el cuartel. Al concentrarse contra el Palacio de Justicia el fuego de una ametralladora 50 montada en el Club de Oficial, la resistencia era inútil. El jefe del grupo asaltante, Léster Rodríguez, ordenó la retirada. Raúl Castro terminó retirándose sin haber disparado un solo tiro. Fue capturado en las afueras de Santiago de Cuba. Lo entrevista Vicente Camps y descubre su verdadera identidad. Le fue practicada la prueba de la parafina y se comprobó que no había disparado arma alguna.

5 - Los desmarcados de la órbita de Fidel Castro:

De los 99 rebeldes sobrevivientes de las acciones del 26 de julio, 27 rompieron con Fidel Castro y sus planes revolucionarios posteriores al Moncada. De los 82 expedicionarios del yate Granma, en 1956, solo 20 eran sobrevivientes de las operaciones del 26 de julio. Algunos de los participantes en las acciones se desmarcaron radicalmente de la órbita castrista, sin participación posterior en actividades políticas. Otros tomaron opciones no violentas de intervención en la vida política del país.

El testimonio de Martínez Ararás indica que la convivencia diaria en la cárcel hizo a varios compañeros de causa decepcionarse de Fidel Castro, al comprobar los rasgos de su personalidad y la manera autoritaria con que quería conducir los eventos dentro de la prisión. El asaltante Eduardo Montano, condenado a 10 años, rompió con Castro desde la misma prisión.

Tras la amnistía de 1955, Orlando Castro García, asaltante del cuartel de Bayamo, escribió un memorando pidiéndole a Fidel Castro una dirección colegiada para fijar las posiciones democráticas del Movimiento "26 de Julio", lo cual insultó al líder y terminó por distanciar a combatientes que tenían otro enfoque sobre el camino a seguir. Castro García dice que incluso algunos que respaldaron el memorando, como Ciro Redondo, se sumaron a la expedición del Granma y las luchas de la Sierra por un sentido de unidad en el enfrentamiento al régimen de Batista.

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