Seis días después del fracasado ataque al Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, el jefe de los asaltantes en fuga, Fidel Castro, fue capturado en las primeras estribaciones de la Sierra Maestra; por el Barrio de Sevilla en El Caney.
Lo sorprendió una patrulla al mando del teniente Pedro Sarría, junto a siete de sus seguidores, dormidos en una choza, en la mañana del 1ro.de agosto de 1953.
Con Fidel Castro integraban el grupo Oscar Alcalde, Armando Mestre , Eduardo Montano, Francisco González, Pepe Suárez, Mario Chanes de Armas y Juan Almeida Bosque.
La captura de los fugitivos se produjo en medio de una intensa campaña liderada por monseñor, Enrique Pérez Serantes, Arzobispo de Santiago de Cuba, para que se respetaran sus vidas.
Desde La Habana, el Cardenal Manuel Arteaga, hacía gestiones en el mismo sentido ante el dictador Fulgencio Batista, para que suspendiera la represión desatada en la capital oriental por el coronel, Alberto del Río Chaviano, jefe de la fortaleza atacada el 26 de julio.
“Gustoso me brindo a ir en busca de los fugitivos que atacaron el Cuartel Moncada en la mañana del domingo pasado, y agradezco mucho a Ud. las facilidades que me dé para lograr el noble propósito que Ud. y a mí nos anima en este caso”, escribió Pérez Serantes en una carta dirigida al coronel Chaviano.
“Asimismo agradezco las garantías que a los fugitivos y a mí nos brinde Ud. para llevar a vías de hecho nobilísimo fin de que aquellos depongan las armas y vuelvan a la normalidad, llevando la tranquilidad a sus desolados hogares y a toda familia cubana, que está sufriendo preocupada por la suerte de esos muchachos y por la tranquilidad de la República”, agregó. La Voz de la Iglesia en Cuba, pág 19
La respuesta del coronel Chaviano a esa solicitud, que no aparece consignada en ningún documento conocido hasta ahora, fue al parecer positiva a juzgar por la carta pastoral Paz a los muertos, publicada por Monseñor Pérez Serantes el 29 de julio.
“Ha de haber piedad cristiana para los vencidos, hechas las diligencias conducentes, podemos asegurar a nuestro amado pueblo que estos justos anhelos se han de ver plenamente cumplidos”, expresó el Arzobispo y anunció en el mismo documento: “Tenemos la promesa personal y formal del Jefe del Ejército de esta Región, y confiamos en su pundonor militar y en su palabra de caballero, lo mismo que confiamos en los servidores de la Patria a sus órdenes, añadía el Arzobispo".
Una vez publicada su declaración Monseñor Pérez Serantes participó personalmente en la búsqueda de Castro, junto al dirigente de la Acción Católica, Enrique Canto y al periodista católico Juan Emilio Friguls Ferrer, redactor de catolicismo del Diario de la Marina.
Friguls, quien se quedó en Cuba trabajando en los medios oficiales y murió en La Habana el 8 de agosto de 2007, a los 88 años, narró así esa experiencia en una entrevista concedida a Juventud Rebelde.
“Entre sus momentos inolvidables, nos confesó también haber presenciado la presentación de Fidel Castro en el Vivac de Santiago de Cuba, días después del asalto al Moncada. Fue como enviado personal del Cardenal Arteaga y formó parte de la comisión presidida por Monseñor Enrique Pérez Serantes, arzobispo de Santiago de Cuba, para buscar a los participantes en las acciones del 26 de Julio".
Friguls contó que en aquella ocasión iba en un jeep con Serantes y otras personas, y se cruzó con el camión donde el teniente Sarría llevaba preso a Fidel, protegiéndolo del interés de asesinarlo que tenían otros oficiales del ejército.
Relatos imprecisos de la captura de Castro, recogidos por el imaginario popular y citados por cronistas, sin referencias concretas, aseguran que éste se entregó personalmente a Monseñor Pérez Serantes, quien lo presentó a las autoridades.
Otros aseguran que Castro se salvó no sólo por el pacto alcanzado por la Iglesia con Batista, sino porque el jefe insurgente era entonces yerno de Rafael Díaz Balart, ministro de Transporte y cuñado de su hijo, del mismo nombre, que ocupaba el cargo de viceministro del Interior de Batista, Rafael Díaz-Balart Gutiérrez.
Durante los poco más de dos años que duró la insurgencia guerrillera, el Arzobispo de Santiago, alzó en varias ocasiones su voz para denunciar la represión y abogar por la paz, en defensa de la democracia.
Su abierta simpatía por la reconquista de los derechos ciudadanos explica por qué en el acto celebrado el 1ro. de enero de 1959 en Santiago de Cuba, para escuchar por primera vez a Castro, fuera el primero en hacer uso de la palabra, desde uno de los balcones del Ayuntamiento ubicado frente a la Catedral Primada de Cuba, en el parque Céspedes.
Allí lo recibió con un fuerte abrazo el comandante Húbert Matos.
Pérez Serantes calificó a Castro como “hombre de dotes excepcionales”, en su Carta Circular Vida Nueva, fechada el 3 de enero, escrita con un tono cargado de optimismo.
"Sobre las cenizas del régimen desaparecido otro se va a levantar, pero éste no debe ser igual al primero, pues si tal cosa sucediera no hubiera habido razón para que éste fuere demolido…Tenemos, pues, derecho a demandar un orden de cosas enteramente nuevo, una República de estructura diferente y mejor."
"Queremos y esperamos una República netamente democrática, en la que todos los ciudadanos puedan disfrutar a plenitud la riqueza de los derechos humanos, una República en la que, sin nivelar a todos los hombres totalmente, porque esto es imposible, se sientan todos tratados con dignidad, propia del ser humano".
Sus esperanzas se vieron frustradas poco tiempo después, cuando Castro cambió el rumbo del nacionalismo democrático de la revolución, hacia el comunismo marxista leninista que todavía domina en la isla.
El Arzobispo, denunció airadamente ese camino en una docena de pastorales, hasta que murió en Santiago de Cuba el 18 de abril de 1968, reducido al silencio.