Medio siglo después de que Washington rompió relaciones con Cuba, la misión de siete pisos de Estados Unidos se yergue sobre el bulevar marítimo del Malecón en La Habana como una de las representaciones diplomáticas más grandes en el país.
Guardias cubanos vigilan a intervalos breves en la calle, y miles de isleños hacen fila cada año para tratar de obtener una codiciada visa.
Repentinamente, la reluciente Sección de Intereses de Estados Unidos se encamina a convertirse en una presencia aún más importante en Cuba debido a que ambos países negocian la primera fase de su histórica distensión, lo que transformaría el complejo en una embajada que refleje las esperanzas del gobierno del presidente Barack Obama de lograr nueva influencia en la isla.
Roberta Jacobson, secretaria de Estado adjunta para asuntos del hemisferio occidental, será que se sepa la funcionaria de mayor jerarquía del gobierno estadounidense en visitar Cuba después de varias décadas cuando acuda el mes próximo para las conversaciones anuales sobre migración, que ahora también estarán enfocadas en los detalles de reestablecer relaciones diplomáticas plenas.
Se prevé que las conversaciones abarcarán el incremento de personal en las secciones de intereses de ambos países y permitir que los diplomáticos viajen fuera de sus capitales respectivas sin tener que solicitar permiso.
Como parte de la reapertura de la embajada se están tomando medidas simbólicas tales como izar la bandera estadounidense en el Malecón.
"Abrir una embajada es un gesto simbólico, pero los símbolos son verdaderamente importantes", dijo John Caulfield, que fue jefe de la Sección de Intereses de 2011 a 2014, por vía telefónica desde Jacksonville, Florida, donde se jubiló.
"Este es un símbolo bastante potente por parte de nuestro presidente de que queremos tener una relación más normal con Cuba a pesar de que tenemos las diferencias evidentes", añadió.
La sección de intereses de Cuba es una majestuosa finca en el vecindario Adams Morgan de Washington. Y también se encamina a convertirse en una embajada en forma.
Los diplomáticos dijeron en privado que Washington espera incrementar su personal en La Habana, que en la actualidad es de unos 50 estadounidenses y 300 cubanos, ya que se espera que más viajeros y delegados comerciales de Estados Unidos acudan a la isla bajo las nuevas normas que establecerá la Casa Blanca, las cuales suavizarán las reglas del embargo comercial a Cuba.
Un acuerdo también relajaría o desecharía normas que requieren que los diplomáticos estadounidenses canalicen todas sus solicitudes a través del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba; los diplomáticos podrían tratar directamente con al menos algunas otras ramas del gobierno.
Con frecuencia la Sección de Intereses ha sido motivo de conflicto, y sus décadas de estatus híbrido reflejan la disfuncional relación entre ambos países, cuya población está profundamente entrelazada.
El edificio abrió sus puertas como embajada por primera vez en 1953, el mismo año en que Fidel Castro lanzó un ataque malogrado a un cuartel, el cual se considera el inicio de la Revolución Cubana.
Ocho años después, con Castro en el poder, los países rompieron relaciones y Suiza tomó cartas en el asunto para salvaguardar tanto la embajada como la residencia del embajador, una amplia finca con un jardín perfectamente cuidado en el mejor vecindario de La Habana.
Tras la ruptura, Washington no contó con presencia en Cuba sino hasta 1977, cuando se abrió la sección de intereses durante el gobierno del presidente Jimmy Carter. Técnicamente, las misiones operan bajo la égida de Suiza, la "potencia protectora".
Posteriormente Cuba construyó la "Tribuna Antiimperialista" adyacente, donde se han realizado mítines nacionalistas en los que Castro pronunció largos discursos, así como conciertos para exigir el regreso de los espías cubanos liberados por Estados Unidos la semana pasada como parte de la distensión. En el 2000, enormes manifestaciones pasaron junto a la Sección de Intereses para exigir el regreso del joven balsero cubano Elián González.
En la pared de una sala de conferencias de la misión cuelga la cabeza de bronce de un águila que coronaba el cercano monumento al navío USS Maine hasta que fue derribada en una protesta antiyanqui en 1961 tras la fallida invasión de Bahía de Cochinos. Las alas y el cuerpo del ave yacen en un mohoso almacén de un museo cubano, a la espera de una posible reunión con la cabeza el día que La Habana y Washington se vuelvan amigos.
En 2006, los diplomáticos estadounidenses instalaron abruptamente un tablero electrónico que mostraba mensajes que glorificaban la democracia y el respeto a los derechos humanos a los cubanos que pasaban por la calle. El gobierno cubano instaló decenas de banderas negras para tapar la vista.
"La consecuencia de eso fue que, por años, no nos permitieron importar bombillas", recordó Caulfield con una sonrisa.
La Sección de Intereses de Estados Unidos es vigilada celosamente por cámaras y guardias de ambas partes, un efecto tanto de las añejas tensiones como de la mayor seguridad en las misiones diplomáticas de Estados Unidos después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. La policía cubana obliga a los peatones a cruzar la calle para que caminen por la acera de enfrente, y no se permite estacionar vehículos.
Algunos habitantes dicen que les gusta vivir en las cercanías, ya que nadie sufre robos, y tanto los empleados como las personas que solicitan visas sostienen a los negocios locales.
"Como toda el área está muy bien vigilada, es muy segura", dijo Pedro Hernández, de 73 años, quien tiene un modesto restaurante bar en su casa. "No hay ningún tipo de problema delictivo, y es muy bueno para nosotros".
Los diplomáticos estadounidenses dicen que el acoso de bajo nivel fue cosa de rutina por muchos años, y Cuba restringía sus movimientos y actividades, y retrasaba la emisión de permisos para hacer el mantenimiento regular. La prensa estatal cubana describía con frecuencia el edificio como una guarida de espías.
En los últimos años, ambas partes han desarrollado una relación notablemente cordial. El tablero electrónico fue desmontado en 2009, y las banderas negras fueron retiradas, aunque ondean en ocasiones especiales. Los países comenzaron a otorgar permisos de viaje diplomáticos con mayor facilidad. Los enviados intercambiaban números telefónico e incluso cenaban juntos ocasionalmente. Se reanudaron las negociaciones sobre migración y sobre la reanudación del servicio de correos.
Una vez que se elaboren los detalles de la nueva relación diplomática, la tarea concreta de convertir la misión en embajada requiere poco más que cambiar algunas señales y encargar papelería con nuevo membrete, dijeron expertos.
"Unos cuantos plumazos y ya está", dijo Wayne Smith, quien era un diplomático junior en Cuba cuando se cortaron relaciones en 1961 y regresó a dirigir la Sección de Intereses a finales de la década de 1970.
Algunos que trabajaron en la Sección de Intereses de Estados Unidos esperan el cambio con una mezcla de emoción y desilusión por no estar presentes para la transición.
"Me hubiera encantado estar ahí para izar la bandera", dijo Caulfield.