El sueño de todo el que lucha es llegar a la meta y triunfar, se aplica a todos los campos de la existencia y muy especialmente, a la vida deportiva de competencia.
Los deportistas de alto rendimiento invierten mucho tiempo, quizás años, en aprender, perfeccionar técnicas, superar inseguridades y lesiones, realizar agotadoras jornadas de entrenamiento con innumerables repeticiones y superar retos para conseguir cupos en eventos de relevancia dentro del que hacer deportivo.
Los atletas que van a los olímpicos y a otras competencias de carácter internacional, tienen una gran responsabilidad con su disciplina, con ellos mismos, con sus entrenadores, con su deporte y con ese uniforme que representa a su país.
Según la ubicación geográfica, durante la “olimpiada” que son los cuatro años que transcurren entre unos olímpicos y los siguientes, asisten a muchos eventos como por ejemplo Centroamericanos y del Caribe, Suramericanos, Panamericanos y mundiales de varias disciplinas, que son clasificatorios para el máximo evento deportivo, los olímpicos.
Las delegaciones de cada país reciben solemnemente la bandera de la patria y los uniformes, para que los enarbolen con su desempeño y juego limpio. Es un honor con el que muchos sueñan, pero que muy pocos tienen la oportunidad de vivir. Esas medallas que conquistan con tanta determinación y esfuerzo generan tanto orgullo, que muchos de esos deportistas reciben generosas remuneraciones en dinero como incentivo, reconocimiento y agradecimiento.
Cada país, para enaltecer el triunfo, decide con cuánto dinero se reconoce cada presea conseguida, algunos son muy generosos, otros entregan dinero, bienes raíces y en algunos casos hasta semovientes, según la cultura a la que pertenecen.
Hay otros como Gran Bretaña que no les dan nada argumentando que no hay porque hacerlo, ya que los deportistas lo hacen de corazón.
Pero hay otros casos, como el de Cuba, que muestra con sus “increíbles premios”, por qué la gente acorralada por el hambre sale a protestar y a mostrarle al mundo que carecen de lo mínimo para cubrir las necesidades diarias y las generadas por la pandemia. Están gritando a la humanidad cómo el hambre y la escasez a la que están sometidos es cada vez peor y es usada como herramienta de represión.
Vimos en las redes sociales la foto del púgil Ronnis Álvarez tras ganar el título en el campeonato panamericano juvenil, parado frente a una mesa con muy pocos artículos de comida y aseo personal.
Ese fue el “gran premio” que mereció de parte de ese régimen que acapara todas las remesas que llegan a la isla, que engorda y enriquece “sus arcas” con el comercio que mantiene con 72 países del mundo; que envenena con mentiras al pueblo hablando de un "bloqueo" norteamericano que prácticamente no existe, porque el verdadero bloqueo lo han generado las propias autoridades cubanas a sus ciudadanos, quitándoles lo poco que producen, arrestándolos sin causa, inventando delitos a sus opositores, coartándoles la libertad, negándoles el bienestar mínimo y prácticamente dejándolos morir, por acaparar los recursos necesarios para la vida y a salud.
Muchos cubanos hacen deporte para tener algún día la oportunidad de conocer la ansiada libertad al evadirse de una villa deportiva, de un aeropuerto o de un escenario deportivo y poder llevar una vida digna, con respeto y reconocimiento.
Los líderes cubanos pisotean a su pueblo y pisotean a los deportistas que le dan la gloria deportiva a esa patria oprimida y vejada. Les dan un premio vergonzoso y ridículo que nos lleva a una interrogante: ¿Cómo será el hambre que pasan esos deportistas y sus familias?